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Total War: Attila, el regreso de la mejor estrategia bélica

Total War: Attila

Álvaro Alonso

A todos los fans de la estrategia bélica se les vendrán varios nombres a la cabeza: Age of Empires, Civilization, etc. Pero sin duda, si hay uno que todos tienen en cuenta es Total War. La saga de Creative Assembly y SEGA se ha convertido en una de las más longevas y apreciadas dentro de este género, no sólo por su impresionante sistema de gobierno y sus épicas batallas, sino por sus gráficos, la profunda investigación histórica y, en general, toda su esencia.

Desde su primera entrega, en el año 2000, y tras varios títulos ambientados en la Edad Media, el siglo XVIII o el Japón Feudal, en 2013 salió a la venta Total War: Rome II, la segunda entrega de la saga ambientada en la Antigua Roma. Un juego que, si bien al principio recibió algunas críticas, acabó convirtiéndose en un título muy respetable y atractivo.

Hoy, la saga Total War vuelve a la palestra con Attila, una nueva entrega que se ambientará en los últimos años del Imperio Romano y relatara el declive de Roma, las invasiones bárbaras y, sobre todo, el avance de los hunos comandados por el temible Atila.

Promocionada como la mejor entrega de la saga, Attila tenía algunos detractores incluso antes de su salida. La ambientación, tan cercana a la de Rome II, hacía temer a muchos de que se tratara de una expansión venida a más, con mecánicas y gráficos reciclados y nulas novedades. ¿Es Total War: Attila un juego por derecho propio? Hemos podido jugarlo con antelación, y estas son nuestras conclusiones.

En el año 395 d.C, el Imperio Romano se desmorona. La tiranía y la corrupción son palpables en Occidente, mientras que en Oriente las distintas religiones se enfrentan entre ellas, generando guerras civiles y terribles matanzas. La muerte del Emperador Teodosio es la gota que colma el vaso, haciendo que el Imperio se divida de forma definitiva.

La decadencia de Roma parece afectar a toda Europa, que se dirige lenta pero irremediablemente hacia la época más oscura vivida hasta ahora. La civilización se desmorona, y los bárbaros avanzan desde el norte arrinconando a los ejércitos imperiales. Sin embargo, eso no es nada comparado con lo que está por venir. Desde el noreste se aproximan los Hunos, un temible pueblo nómada que siembra la destrucción, el caos y la muerte a su paso, y que dentro de poco será liderado por uno de los caudillos más temibles de la Historia: Atila.

Esta es la situación de arranque en Total War: Attila. Como en todos los juegos de la saga, tenemos a nuestra disposición diferentes modos de juego. Por un lado podemos decidir jugar una Gran Campaña, en la que tendremos que dirigir nuestra facción y enfrentarse a nuestros enemigos. La Gran Campaña dura un tiempo determinado (que se cuenta a través de turnos) y debemos cumplir unos objetivos para vencer. Podemos jugar la campaña online, junto a otros usuarios.

Otra opción es librar una Batalla Histórica, basada en una real, en la que tendremos que controlar a nuestras tropas en el campo de batalla. En total hay nueve Batallas Históricas que podemos librar. También podemos decidir librar una Batalla Personalizada, eligiendo qué facción es la atacante, cuál la que se defiende y a cuál controlamos nosotros. La opción online nos permite disputar una Batalla Multijugador con otros usuarios, eligiendo qué facción dirigirá cada uno.

Las facciones y sus diferencias

Las facciones y sus diferenciasComo en todos los juegos de la saga, al iniciar la partida debemos escoger la facción que queremos dirigir. Cada una tiene unas características propias que influyen en la forma de sus ejércitos y la administración de sus regiones. Tienen un Rasgo de Facción y un Rasgo Cultural únicos, que las diferencian del resto e implican que durante la campaña tengamos que actuar de una forma u otra. Por supuesto, el nivel de dificultad variará drásticamente en función de la facción escogida.

Por un lado están los Reinos Bárbaros, conformados por los Sajones y los Francos. Se asientan en tierras germánicas y pretenden expandirse en diferentes dirección, bien contra el imperio o bien hacia la zona septentrional.

En Italia, Hispania y alrededores se encuentra el Imperio Romano de Occidente, con capital en Roma y gobernado por el Emperador Flavio Honorio, mientras que en Asia, Egipto y Palestina se encuentra el Imperio Romano de Oriente, con el Emperador Flavio Arcadio y la capital en Constantinopla. Mientras que la dificultad en Occidente será muy superior, por la amenaza de los bárbaros, en Oriente estaremos un poco más tranquilos, al menos hasta que avancemos un poco.

Más hacia oriente se encuentra el Imperio de los Sasánidas, descendientes de los persas y con un gran poder a sus espaldas, cuyo objetivo será expandirse hacia el este.

Todas estas facciones tienen sus provincias asignadas, con ciudades y asentamientos a lo largo de sus territorios. Cuando todos los asentamientos caen, la provincia lo hace con ellos, es decir, que para controlar una provincia debemos controlar todos sus enclaves. En definitiva, siguen el funcionamiento visto en las anteriores entregas de Total War. La diferencia llega con el resto de facciones disponibles.

Los Grandes Nómadas son pueblos germánicos que hace años fueron derrotados por Roma. Tras perder su hogar, se dedican a vagar por el mundo arrasando y rapiñando lo que necesitan, en busca de un nuevo hogar donde asentarse. Son los Ostrogodos, Alanos, Vándalos y Visigodos.

Por último están las Tribus Nómadas, representadas por los temibles y numerosos Hunos, sólo interesados en sembrar la destrucción y el caos en el resto de facciones.

Estas cinco facciones, como nómadas, no tienen asentamientos fijos ni los buscan. Avanzan en hordas, un añadido de esta edición en el que se unen ejércitos y “localizaciones”. Donde para la horda es donde se asientan, siempre de forma temporal. Esto les da una ventaja considerable, ya que no tienen ciudades que proteger y siempre llevan consigo a todas sus fuerzas. Además, al no tener nada “que los retrase” avanzan más rápidamente.

Gobierna tus regiones y prepárate para la guerra

Gobierna tus regiones y prepárate para la guerraLos que estén acostumbrados a la saga Total War no tendrán ningún problema a la hora de empezar a jugar. El objetivo de la Campaña es sobrevivir a las invasiones enemigas derrotando a sus ejércitos, pactando con aliados y fortaleciendo nuestras tropas. Tener un ejército fuerte y abastecido es fundamental, pero también lo es que nuestras regiones estén en paz, que en las ciudades no haya hambre ni enfermedades y que todos sirvan lealmente al Líder de la facción.

Al comienzo de la partida tenemos que asignar un gobernador para cada una de las regiones que estén bajo nuestro mando. Podemos elegir a un miembro masculino de nuestra familia, o bien a alguno de los generales o diplomáticos que nos sirven. Es fundamental que cada provincia tenga un gobernador para que reine el orden, ya que sin él no podremos dictar edictos, investigar tecnología, reclutar unidades o implantar mejoras.

Para que la ciudad prospere debemos habilitar granjas y campos de cosechas de los que extraer alimento, así como puertos de los que puedan partir barcos de pesca y de transporte. Además, casa asentamiento debe estar bien amurallado y protegido para repeler el avance de los enemigos. Las calles deben estar limpias y tener un buen alcantarillado para que no surjan epidemias, y los ciudadanos deben obedecer al gobierno y pagar sus impuestos. Todas estas medidas son fundamentales, y aunque parecen sencillas a simple vista, a medida que avance la Campaña nos encontraremos con más y más problemas. Una subida mínima de impuestos puede provocar que perdamos el asentamiento a manos de rebeldes, o decidir no invertir en granjas puede hacer que la ciudad caiga fácilmente durante un asedio.

Los edictos nos permiten cambiar el papel que desempeñará la región. Por ejemplo, si optamos por el desarrollo rural, la producción de comida y el aumento de la población serán superiores que en otras provincias. Si elegimos la urbanización, la construcción de edificios costará un 10% menos y recaudaremos más con los impuestos. Los edictos también afectan a la religión de la región. Por ejemplo, si elegimos que el cristianismo sea la fe oficial aumentará el orden público.

Por supuesto, nuestras decisiones de gobierno no se limitan a nuestras provincias. Debemos negociar con las facciones aliadas y enemigas para sobrevivir en el cambiante mundo de Total War: Attila. Necesitamos aliados que nos ayuden a luchar contra los bárbaros, o que apoyen nuestros ataques contra los enemigos. Para ello tendremos que llegar a toda clase de acuerdos, ya sean comerciales (con mutuos beneficios económicos para ambos), de paso, o plenas alianzas (que se romperán si nos negamos a apoyar militarmente a nuestros aliados). También podemos exigir tributos, la entrega de provincias o ciudades y pactar matrimonios. En general, la diplomacia con otras facciones no se diferencia mucho de la de las anteriores entregas, pero sigue siendo igual de fundamental. No podemos pretender sobrevivir si tenemos a toda Europa en nuestra contra.

Como en todos los juegos de la serie, el sistema de juego es por turnos. Sin embargo, en Total War: Attila cada turno equivale a una estación (no medio año, como en los otros). Debemos aprovechar cada turno para dar todas las ordenes que requiramos, dictar los edictos y defender nuestras ciudades. Cuando termina nuestro turno, el resto de facciones actúan. Cuando nos vuelve “a tocar”, debemos lidiar con las acciones llevadas a cabo por estas facciones y las consecuencias de nuestro tipo de gobierno.

Uno de los aspectos más novedosos y atractivos del juego es que, al estar asignado cada turno a una estación, el clima de cada una tiene una mayor importancia que en las anteriores entregas. Cuando llega el invierno tendremos que asegurarnos de tener alimentos almacenados para evitar que nuestros ciudadanos y nuestras tropas se mueran de hambre. El frío también tendrá un impacto fundamental, ya que si movilizamos alguno de nuestros ejércitos en esta época nos arriesgamos a que muchas unidades mueran de frío.

En general, el gobierno durante la Campaña es similar al de todos los Total War, pero con varios añadidos que aumentan la profundidad (y por no decirlo, la dificultad) de esta tarea. Si queremos convertirnos en una todopoderosa facción no sólo tenemos que crear inmensos ejércitos, sino también dirigir con astucia. Una vez tengamos nuestras ciudades defendidas, abastecidas y la paz reine en nuestros territorios, podemos prepararnos para la conquista.

Enemigos sobre el campo de batalla

Enemigos sobre el campo de batallaComo ocurre en nuestras ciudades y provincias, el orden y la buena gestión deben primar en nuestros ejércitos. Lo primero que debemos hacer es nombrar Generales, que serán los encargados de reclutar unidades para sus ejércitos. Al principio de la Campaña sólo tendremos unos Generales limitados, pero a medida que avancemos podremos nombrar más.

Los Generales tienen una serie de habilidades y características que los hacen ser mejores o peores en algunos ámbitos. Por ejemplo, pueden ser más o menos famosos, más temidos o respetados, etc. En función de las habilidades del General, será más o menos difícil controlar a nuestras tropas, a las que por supuesto debemos alimentar y proporcionar equipo adecuado para que sobrevivan a las largas travesías y no se rebelen.

Los ejércitos pueden moverse en cualquier dirección a pie, recorriendo una distancia determinada en cada turno, en función del tipo de unidades que lo compongan. Si todos son lanceros, por poner un ejemplo, irán más lento que si formamos un ejército sólo de caballería. Obviamente lo más inteligente es formar ejércitos con diferentes tipos de unidades (lanceros, arqueros, caballería, infantería, etc.) para no estar en desventaja a la hora de entrar en combate.

La guerra en Total War: Attila está muy presente, y de una forma distinta a la vista hasta ahora. En otras entregas podemos atacar un ejército en campo abierto, y si lo derrotamos decidimos acabar con todos, intercambiarlos por los prisioneros de nuestro bando, etc. Cuando atacábamos una ciudad debíamos sitiarla, y si la tomábamos se convertía en uno de los asentamientos bajo nuestro control (pudiendo perdonar a la población o masacrarla).

En esta nueva entrega hay una nueva opción, que principalmente toman las facciones nómadas. Una vez tomamos una ciudad, podemos decidir destruirla por completo, eliminándola para siempre del mapa. Es una medida radical, pero que puede debilitar considerablemente a una facción enemiga.

Debemos tener especial cuidado cuando nos ataquen los Hunos, ya que si toman algunas de nuestras ciudades las convertirán en cenizas. Eso puede perjudicar todo nuestro plan de organización. Imaginad que hemos asignado ese asentamiento para que suministre alimento a toda la provincia. Si cae, no podremos enfrentarnos al invierno y el resto de ciudades acabarán debilitándose, ya sea por el hambre o por el surgimiento de rebeldes.

Sin duda uno de los elementos que más gustan a los fans de Total War son sus impresionantes batallas, que podemos disputar sobre el campo dando órdenes a nuestras unidades. Aunque al principio no lo parezca, estas batallas están llenas de acción y pueden darnos muy buenos momentos. Por supuesto sigue existiendo la opción de decidir el resultado de una batalla de forma automática, pero si estamos cansados del mapa y el gobierno, son una buena forma de distraernos.

Los combates siguen la misma mecánica vista hasta ahora. Antes de comenzar la batalla debemos colocar a nuestras tropas en diversas posiciones, en función de la estrategia que vayamos a seguir (tender una emboscada a los enemigos, defender la ciudad, etc.). Cuando comienza el enfrentamiento podemos dar órdenes en el momento a nuestro ejército y reaccionar a los distintos movimientos del enemigo.

Total War: Attila introduce una novedad importante en las batallas, y es el fuego. Anteriormente podíamos utilizar proyectiles incendiarios para atacar algunas edificaciones, pero las llamas no se extendían a otros lugares, lo que daba sensación de falsedad. Ahora, si por ejemplo prendemos fuego a un cuartel, las llamas saltarán a los edificios colindantes, pudiendo desatar un auténtico infierno. Esto nos permite elaborar nuevas estrategias, como arrinconar a los enemigos en una zona y obligarlos a huir. Por supuesto, nosotros también nos veremos afectados, ya que la IA del juego puede emplear la misma táctica contra nosotros.

Además, en función de la estación del año en que se produzca la batalla las circunstancias que la rodean cambiarán. No es lo mismo luchar en verano en una llanura que en pleno invierno a través de las montañas. Estas implementaciones dotan de mucho realismo a las batallas y nos permiten planear diversas estrategias.

La belleza del Imperio

La belleza del ImperioGráficamente, Total War: Attila es un portento visual que aprovecha todas las posibilidades del PC. El mapa presenta una nueva apariencia, mucho más detallada y pulida que en las anteriores entregas (no tanto respecto a Rome II), pero el principal cambio se aprecia en las ciudades y las unidades durante las batallas.

Las animaciones de las tropas están muy cuidadas, moviéndose cada unidad de forma independiente y consiguiendo un efecto extremadamente realista. Las texturas son de gran calidad, siendo el conjunto sobresaliente. Por supuesto hay algunos pequeños bugs y glitches, pero se lo perdonamos al tener en cuenta que las cientos de unidades se mueven en un macro mapa. Es imposible conseguir la perfección en una situación así.

El apartado sonoro también es de gran calidad. Todas las voces han sido traducidas al castellano, algo que se aprecia especialmente en un juego de este estilo, en el que tienes que estar pendiente de varias cosas a la vez. La música sigue siendo tan épica y emotiva como en los demás Total War, complementando a la perfección las impresionantes ciudades y regiones de la época.

Conclusiones

ConclusionesTotal War sigue siendo uno de los grandes en el género de estrategia bélica, y con Attila lo dejan muy claro. Aunque el sistema de juego es similar al de las anteriores entregas y las novedades son escasas, estas tienen un gran impacto. Las hordas y los pueblos nómadas nos abren un amplio abanico de posibilidades, mientras que los efectos del clima sobre las tropas, la posibilidad de aprovechar el terreno en las batallas y el fuego dinámico dotan al juego de un realismo muy atractivo.

El apartado artístico y técnico es asombroso, aunque eso también tiene sus desventajas, ya que necesitamos un PC muy potente para disfrutar el juego como se merece. Como ya hemos mencionado los bugs existen, pero, aunque pueden resultar molestos en algunas ocasiones, no restan calidad a este título, sin duda el mejor Total War visto hasta la fecha.

Sólo esperamos que Creative Assembly y SEGA tengan muchas entregas de Total War hasta la manga, sobre todo si conservan la calidad y siguen siendo maravillas gráficas e históricas como las vistas hasta ahora.

Lo mejor:

  • Conserva los puntos fuertes de la saga y mantiene su esencia, pero a la vez incluye novedades y características nunca vista hasta la fecha que dotan de profundidad y atractivo al título.
  • Su apartado gráfico y su diseño artístico siguen siendo impresionantes. Total War: Attilla aprovecha todo el potencial del PC, mostrándonos un universo rico y amplio.
  • El nuevo sistema de hordas y facciones nómadas. Nos permiten afrontar la Campaña de una forma muy original, imposible en otros juegos de la franquicia.
  • Los efectos climáticos, la interacción con el terreno y el fuego dinámico. Aunque no parezcan espectaculares, estos añadidos nos dan una mayor libertad a la hora de planear nuestra estrategia.

Lo peor:

  • Los bugs y glitches que aparecen en las batallas. Son pequeños y poco espectaculares, y podemos excusarlos si tenemos en cuenta el tamaño de los combates, pero siguen estando ahí.
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