Mi Soraya
- Vicepresidenta, ¿se siente usted guía de alguien?
Le pregunto.
Después pienso muy fuerte, casi a punto de cagarme encima, “Mariano, Mariano, Mariano, Mariano, Mariano”. Que me responda “Mariano, me siento guía de Mariano”.
- De mis hijos. Siempre te sientes guía de tus hijos.
Como no tengo hijos y estoy muy solo en el mundo, me emociono a lo burro. De esto que, siendo un machirulo de carnet, tengo que apartar la cara. ¡Es una mota de polvo que se me ha venido al ojo! ¡No me miréis! Una mota, nada más. Me llevo emocionando desde que llegué a la escuela de perros guía de la ONCE, donde la Segunda de Todo en este país va a hacer una visita. Allí nadie piensa “aquí está el del eldiario.es, un rojo y un mierda”, que es lo que pensaríamos si pillamos a uno de la Razón en un acto de Podemos o de Izquierda Unida, en modo “un facha y un mierda”. Todos me quieren aunque curre para Nacho Escolar o Gonzalo Cortizo porque notan que soy como un perrillo a la busca de un amo que le quiera. Bajo su apariencia encorbatada, sus cardados y sus modos neoliberales, hay personas en el PP, personas con un corazón que me ven a mi o a un can oscurete y preguntan durante nuestra visita “¿los dos padres también eran negros? Porque a veces los genes saltan generaciones”. Qué bien dicho. Eso ocurrió en mi pueblo asturiano: un matrimonio de cuasialbinos de Tiñana tuvieron un “guaje” africano. Se divorciaron y a ella la acusaron de haberse liado con un topmantero.
En el maravilloso acto de ayer jamás se hubiese producido esa situación: hubiesen asumido que el hijo de Balbino y Norberta, del pueblo de toda la vida, era negro porque ¡algún antepasado tendrían en Guinea, coño! Y no hubiese caído en desgracia esa pobre pareja. Así es la España del PP, integradora: solo hace falta comprobarlo en la fiesta de la boda de Javier Maroto. Se sentaban en una mesa “Elton John” o “Alejandro Sanz”. ¡Tened cojones de hacer algo así, intransigentes de izquierdas!
Damos nombre a una de las perras que ayudará a un invidente. Me dicen que les acompañe. Vuelvo a llorar. Una perrilla recién nacida, ¿puede haber algo más bonito? Con su carita de perrilla, su lomito de perrilla, su culito de perrilla, su todillo de perrilla… me emociono al ver cómo abrazan Soraya y Antonio González Terol, alcalde majo y campechano de Boadilla, a la cachorrilla, Ulpa. ¡Ulpa, te quiero un montón! ¡Y a tus adiestradores, y a la ONCE, todavía más! Mis perros me echan de casa cuando me ven llegar, pero hay una bondad e inteligencia en los de la ONCE que los míos no tienen. Es cuestión del dueño, del que aprenden todo, supongo.
Miro a la vicepresidenta y me acuerdo de mi compañera de caravana, esa feminazi intolerante. Soraya no es así: en la exhibición de perros guía se pone un antifaz negro y demuestra su capacidad para que la conduzca cegada un can por un tramo lleno de obstáculos. ¡Lo mismo que le está haciendo Rajoy! ¡Que me la abandona en un debate con tres hombres lobo y la Pastor, que es mujer lobo también! Me gustaría ver si Barbijaputa se deja llevar con fe ciega por un animal macho a través de dificultades que ella sola no podría capear. ¡Seguro que no! ¡Femirula!
De pronto, noto que me hacen gestos desde la grada y la comitiva del PP me invita a subir con ellos a ver la exhibición. Me siento Morenés en el desfile de las Fuerzas Armadas: ¡invadamos Siria, hostia ya! Aceptan al pobre diferente y le convencen de que solo con esfuerzo, como yo, puede llegar a lo más alto.
Por eso van a ganar.
- En mi casa ha habido siempre pastores alemanes.
Me dice Soraya.
A pesar de la agresividad aparente de cualquier alemán, y eso que les ponen muy cachondos en el partido, nadie del PP me trata mal. Le pido un selfie a Sora, ya es Sora para mí, para vosotros “Señora Vicepresidenta”, y hasta sus escoltas nos tirarían flores si pudiesen.
Miro alrededor: lo noto, lo noto muy dentro.
Un sentimiento abrumador, como cuando Bustamante canta “Cantabria, la tierra que me vio nacer/ Crecer y enamorarme/ Cantabria” y le arde el pecho.
Ay, Soraya. Mi Soraya.
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