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Líbero es un proyecto independiente de los grandes grupos editoriales. Se trata del producto diseñado por un grupo de periodistas que un día tuvieron un sueño: una revista de fútbol que trate la afición por este deporte sin gritar, con buen gusto y con profundidad.

Manuel Cuenca, el primer futbolista emigrante

Manuel Cuenca. Fotos: Lino Escurís

Diego Barcala

Madrid —

“Algún día le contará a sus nietos esta maravillosa aventura”. Así resumía un reportaje veraniego del diario As en 1974 las peripecias de Manuel Cuenca, un joven futbolista de 24 años que para entonces había jugado en la selección de Filipinas y en un equipo de Hong Kong. El periodista ya estaba asombrado con su vida como jugador de una selección de exhibición del país asiático. Pero al pasaporte de Manuel Cuenca le faltaban unos cuantos sellos. Faltaban sus años estelares en el Seiko y sus temporadas en la Major League Soccer de EEUU donde se enfrentó a Beckenbauer, Cruyff o George Best antes de retirarse con 33 años en los St. Louis Steamers de Missouri.

“Tenía 20 años y vino gente de Filipinas con mucha pasta para promocionar el fútbol allí. El promotor era Andrés Soriano, el dueño de la cerveza San Miguel, que era de Manila. Contrataron de seleccionador a un exjugador del Atlético de Madrid, Juan Cutillas, que hizo una selección de jóvenes jugadores. Se presentaron 24 a las pruebas en el Estadio de Vallehermoso y al final nos fuimos seis. No nos lo pensamos mucho. Si lo hubiésemos hecho, no nos habríamos ido. Creo que fuimos los primeros futbolistas españoles en emigrar”. Manuel Cuenca pasó así, con 20 años, de jugar en Vallecas a ocupar la banda derecha de Filipinas por ejemplo en Yakarta (Indonesia) ante 100.000 espectadores.

De Manuel a Manny

Refresca sus recuerdos casi olvidados delante de un álbum de fotos y recortes de periódico que huelen a humedad. Sus años de juventud, cuando era una auténtica estrella en la entonces colonia británica, llevaban tiempo encerrados en un trastero. Manuel, o ‘Manny’ como le apodaron en la Liga indoor de EEUU en el final de su carrera, despliega los álbumes, banderines, bolsas de deporte, trofeos e incluso varios pai pai con su cara en la sala de reuniones de su empresa en Madrid, Cystelcom, especializada en exportación de productos sanitarios.

“Fuimos para jugar con la selección de Filipinas torneos de exhibición por toda Asia. Recuerdo que nos recibió el ministro de Deportes a los seis españoles que nos plantamos allí. Jugábamos partidos no oficiales, los que no eran clasificatorios para el Mundial contra selecciones asiáticas. La idea que tenían era convertir el fútbol en el deporte nacional de Filipinas”, explica. Cuenca pasó allí dos años hasta que en un enfrentamiento contra la selección de Hong Kong recibió una oferta del entrenador para trasladarse a jugar allí.

Tras dos años en Filipinas embarcó rumbo al equipo de los relojes Seiko en Hong Kong. “Era la primera marca que se dio cuenta de que era más rentable publicitariamente ganar todos los campeonatos y salir con la camiseta a diario en los periódicos que pagar por la publicidad. Lo ganábamos todo”. Y así lo certifican los recortes de la época donde los periódicos de la entonces colonia británica le dedicaban páginas dignas de la prensa del corazón como una de las estrellas del equipo. La actividad en el Seiko era frenética porque además de la liga de 14 equipos no pararon de jugar amistosos contra los mejores equipos del mundo. Allí fue el Benfica de Eusebio, el Santos de Pelé, el Cruzeiro de Tostao… “La gente que veíamos en la tele e idolatrábamos ahora era nuestro rival en el campo. Ahora lo pienso y parece de cachondeo”, explica.

De esta época contra equipos de todo el mundo guarda los mejores souvenirs fotográficos. Un intercambio de insignias con Sir Bobby Charlton o un café compartido con Eusebio tras una visita del brillante Benfica de los 70. Cada verano, Manuel volvía un mes a Madrid y la prensa española recibía encantada sus anécdotas. “Regresó el futbolista viajero de Australia”, recuperaba en su segunda aparición en el diario As, en una confusión geográfica entre Asia y Oceanía por parte del periodista. “Viene casado. Con una bellísima felipina, hija de padre español y de madre filipina”, le presentaban. “¿Y ganó dinero”, pregunta el periodista que firma J.M.R. “Pues… sí. Lo he ganado, desde luego. El sueldo allí es de 1.100 dólares al mes. Unas 65.000 pesetas”, presume el entonces joven de 25 años.

En Hong Kong pasó 5 años viajando por todos los países asiáticos, incluso por lugares con peligro de vida. “Recuerdo cómo veíamos los cráteres en los alrededores de Saigon. Estaba acabando la guerra de Vietnam y el Viet Cong tenía asediada la ciudad. Nos alojaron en el Hilton y nos dieron los siguientes consejos. Las luces apagadas por la noche. Si escucháis una ametralladora, no pasa nada, si se trata de disparos sueltos, como petardos, todos al suelo”, narra.

Cansado de la vida asiática Manuel, con 26 años, decidió cambiar de continente. “Me hice un curriculum y me planté en Nueva York para probar con el Cosmos. El entrenador era Ed Friedman que no me quiso y acabé fichando por los California Surf”, explica enseñando la hoja amarillenta escrita a máquina que le sirvió de hoja de servicios. “Desde que aterricé, he representado a Hong Kong con la selección de la Liga contra equipos como Benfica, Sporting de Portugal, Santos, Selección de Uruguay, Cruceiro, Independiente de Argentina y Manchester United”, explicaba en inglés a sus pretendientes de la MLS.

George Best

En EEUU comenzó su segunda vida futbolística en uno de los grandes intentos por implantar el soccer. “El público era de latinos y europeos, como ahora, pero es imposible que el fútbol despegue allí porque no tienen espacio en la televisión para más deportes además de los suyos”, explica. Manuel coincidió con el Cosmos de Pelé y Beckenbauer pero a quien pudo disfrutar de cerca fue a George Best.

“Jugaba en Los Ángeles Aztecas, apenas a 50 km. de mi equipo, los California Surf, y nos pasábamos el día en su bar. Lo primero que hizo al llegar fue comprarse un pub. Estaba siempre ahí y siempre borracho. En mi época le acompañaba Rod Steward que también era un futbolista frustrado. Era impresionante ver cómo un jugador del nivel de los Maradona, Cruyff y todos estos, estaba todo el día borracho”, recuerda.

Los futbolistas británicos eran mayoría en aquel experimento por intentar instalar el soccer en EEUU. En el vestuario de California, dominado por varios jugadores llegados del Crystal Palace, Cuenca coincidió con Ray Evans, ex Tottenham o el escocés George Graham ex Chelsea, Arsenal o Manchester United.

En el terreno de juego guarda una anécdota de su enfrentamiento con el káiser: “Jugábamos en su campo, en New Jersey, era el estadio de los Giants antes unos 50.000 espectadores, con la televisión emitiendo a nivel nacional. En un momento del partido me vi enfrentado a Franz Beckenbauer en el campo. Me quedé congelado. Le vi ahí enfrente y pensé: ‘Es Beckenbauer’. Me parecía enorme, incluso físicamente. Me quitó el balón con total facilidad y me dijo: ‘Gracias chaval’. Perdimos 4-1 y metí un gol”.

Esos momentos, junto con la multitud de sus recuerdos del deporte americano, como el trofeo al máximo goleador de la liga indoor, o la placa como seleccionado para el All Star, son el lado bueno de la aventura que le llevó también por los Cincinnati Kids. Pero, como todas las carreras futbolísticas, la de Manny Cuenca, también tuvo un final difícil de gestionar. “Tenía 33 años y la cadera hecha polvo (se le aprecia la lesión incluso al verle caminar) y me quedé sin equipo. Me volví a Madrid a entrenar solo en los campos de la Ciudad Universitaria de la Complutense y traté de volver. Pero mi amigo Toni Simoes (ex jugador del mítico Benfica de los 60) me dijo: ‘Manny, asúmelo. Se acabó’. Y fue duro porque me vi con 33 años a empezar de cero”.

Manuel no sólo supo afrontar su futuro con responsabilidad, sino que lo hizo de manera brillante. Aprovechó su estancia en California, donde jugó para los California Surf, para estudiar Ciencias Empresariales junto a otro futbolista emigrante, el ex jugador del Atlético de Madrid, Ignacio Salcedo, ingeniero industrial que estudió también un máster de ‘Business’ (como Manuel recuerda con acento californiano) en San Francisco.

“Más tolerante, nada racista, con más talante, mejor persona”. Ese es el bagaje que Manuel, a sus casi 60 años, resume de sus años de juventud como futbolista. Una experiencia que se llevan ahora los cerca de 150 jugadores españoles profesionales que tienen la suerte de poder ganarse la vida con el lenguaje universal de la pelota por todas las ligas del mundo.

Los primeros de Filipinas

Después de unos primeros meses de incertidumbre, lo primero que hicieron los seis futbolistas españoles que se marcharon a buscarse la vida a Filipinas, fue contarlo a la prensa española. Enviaron una carta en la que contaban su aventura. “Me permito dirigirme a ustedes oara darles algunos informes sobre el fútbol en este país y en Asia en general. Espero que pueda interesar a los lectores de AS, en cuyas páginas agradeceríamos un artículo sobre nosotros. Los seis jugadores estamos aquí”, escribió Manuel Cuenca con éxito porque el periódico le entrevistó en dos ocasiones. Además de Cuenca, el seleccionador Juan Cutillas se llevó a Filipinas a los siguientes jugadores: Tomás Lozano, del Lens de Francia; Julio Rojas, del River Plate de Paraguay; Juan Gutiérrez del Onteniente; Rodrigo González, del Atlético de Baleares y Antonio Morales, del Córdoba.

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