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De la Siria de los tanques a la Siria de los gatos

Taller piloto de la fundación Al Fanar en varios colegios de Madrid.

David López Canales

“¿Qué sabéis de mi país? ¿Qué sabéis de Siria?”. A cualquiera le sorprendería la pregunta. No tanto por la pregunta, sino por quién la realiza. Nadine Kadaan tiene los ojos claros y el pelo rubio, viene de Londres y habla un español correcto. No encaja en el estereotipo que tenemos de los sirios. Pero de eso se trata esta iniciativa, de romper estereotipos. Por eso, a los niños de 10 y 11 años del curso de quinto de primaria del colegio público Pi i Margall del madrileño barrio de Malasaña su presencia les sorprende aun más. “¿Qué sabéis de Siria?”, vuelve a preguntarles Nadine.

“¿Que es bonito?”, le contesta una niña con otra pregunta.

“Que es un país”, dice otro alumno, sin complicarse demasiado. Después añade: “¿Está en Europa?”.

Cuando se desvanece la timidez inicial sale por fin las respuesta que todos conocen: “Que está en guerra”.

Nadine pide después a los alumnos que dibujen en un folio lo que ellos piensan sobre Siria. Los niños pintan casas y personas, uno de ellos recuerda que en un documental vio un ave carroñera, el ibis eremita, en extinción, que vivía en Siria, y la dibuja. Pero la mayoría trazan tanques, aviones que dejan caer bombas sobre los edificios, llamas y cristales rotos.

“Nosotros no queremos explicar que hay una guerra en Siria. Esa es la información masiva que ya reciben, si no que tras esa guerra hay gente, hay esperanza. Que en Siria hay cultura, música, historia…”, cuenta Pedro Rojo, director de la Fundación Al Fanar, especializada en el mundo árabe, y el responsable de que se esté impartiendo esta clase especial.

Este que realiza con Nadine Kadaan, de 32 años, autora de cuentos infantiles en árabe, que dejó Siria en 2011 para estudiar en Londres y desde entonces vive y trabaja allí, es un proyecto piloto. Lo han realizado esta semana en tres colegios de Madrid con alumnos de diferentes cursos de primaria. Como explica Rojo, “cuanto más mayores son los alumnos es más difícil tener impacto en ellos”. La idea, como añade, es que “los niños puedan escuchar a alguien que habla en árabe y que además les lee un cuento, porque están acostumbrados solo a ver gente chillando en ese idioma y siempre en un contexto de escenas de violencia”.

De eso se trata este taller. Tras esos dibujos iniciales Nadine Kadaan lee en árabe a los niños uno de los cuentos que ella escribe e ilustra, Ghadan (mañana, en árabe), la historia de Yazan, un niño sirio que se ve obligado a dejar de ir a la escuela y a jugar con su amigo Hamzeh por la guerra. Rojo, que la acompaña en el aula, traduce la historia al castellano. Cuando termina la lectura Nadie habla con los niños sobre la historia de Yazan. “¿Por qué se titula Mañana?”, le pregunta una alumna. “Para dar esperanza, porque Siria ahora mismo no es Siria. Pero en el futuro volverá a ser un país bonito, sin guerra, y yo quería escribir una historia de esperanza, no una triste”, le responde ella.

Nadine empezó a hacer este tipo de talleres cuando comenzó a realizar lecturas de sus libros en los colegios para promocionarlos. Pero fue adaptándolas para que aquellas sesiones tuvieran una finalidad más profunda que dar a conocer sus trabajos. Ahora las hace sobre todo en el Reino Unido en colegios y también con niños compatriotas suyos refugiados. “Con proyectos así los niños enlazan el mundo también a casos y cosas positivas. Además resulta muy bueno cuando hay niños árabes en las clases, porque se les realza, porque ellos mismos ven el valor de su propia lengua, que no se atreven a usarla porque se sienten menospreciados”, cuenta Nadine. “Se sorprendería de lo que una clase de una hora puede cambiar la mentalidad de un niño”, añade.

Como explica Rojo, el fin de estos talleres, que ahora intentará implementar en más colegios y comunidades, es combatir el racismo. “Hay mucho entre los niños pequeños y acciones así lo que buscan es abrir los ojos y llevar conocimiento. Hay colegios, como este de Malasaña, donde conviven niños de diferentes nacionalidades y razas, en el que son conscientes de la diversidad de su clase y la respetan y la aprecian, pero luego no lo hacen fuera de la clase y son muy racistas con los árabes. Aunque esto no consiste solo en el mundo árabe. Aquí, al final, estamos hablando sobre los otros, sobre la diversidad”, lo describe.

En España, tras el 11-S, como confirmaron los estudios del Centro de Estudios sobre Migraciones y Racismo (CEMIRA) de la Universidad Complutense, los musulmanes pasaron a ser el colectivo que sufre más racismo en España en los colegios. Casi la mitad de los alumnos señalaba entonces que echaría a los marroquíes de España, que relevaban así a los gitanos como los más repudiados. “Y eso se mantiene hoy. La islamofobia es uno de los grandes peligros que tiene hoy Europa y por extensión también España. Y estos últimos años habrá subido incluso porque el terrorismo es un balón de oxígeno al racismo”, lo analiza Tomás Calvo Buezas, catedrático emérito de antropología de la Universidad Complutense y el académico que creó y gestionó CEMIRA hasta su reciente cierre.

En estas edades, además, no solo se trata de la información que se recibe sobre un país, como Siria, a través de los medios de comunicación, siempre negativa y exclusivamente por la guerra, sino la que se absorbe en las propias casas. Todavía hoy, según confirman las encuestas del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) un importante porcentaje, superior al 30 por ciento, considera que la educación es peor en los colegios donde hay más hijos de inmigrantes. Y aunque ni el racismo, ni la inmigración ni los refugiados figuran entre las principales preocupaciones de los españoles, como confirman los estudios periódicos del CIS, sí se percibe como una amenaza la llegada de refugiados a España. Así lo confirmaban el año pasado sendos estudios del Real Instituto Elcano y del Pew Research Center que destacaban el riesgo para la seguridad y para el mercado laboral que esa llegada de refugiados podría suponer y la mala percepción de los musulmanes que hay en España, superior a la de otros países europeos como Francia, Alemania o el Reino Unido.

Gracias a su cuento, Nadine puede explicar a los niños hoy algunas de las cosas de las que habla en el mismo. Así, les explica por ejemplo que el viernes es cuando comienza el fin de semana en Siria. Que en las calles de su país hay vendedores de habas como en España hay tiendas de chucherías. Que no hay desiertos y palmeras, como algunos niños han dibujado. Que las casas tienen grandes puertas y tejados con forma de arco. Que Damasco, su ciudad, es la capital más antigua del mundo. Y que sus calles están llenas de gatos callejeros. Gatos como el suyo, como Harún, un enorme, majestuoso y perezoso gato gris que ella pinta frecuentemente en sus cuentos y que hoy dibuja también en la pizarra para que lo vean los niños.

Antes de irse, tras una hora larga de taller, Nadine vuelve a repartir folios en blanco entre los niños y les pide que dibujen Siria de nuevo. Y ahora las hojas en blanco se llenan de palacetes de colores que recuerdan a la Alhambra, de niños como Yazam, de palmeras, todavía, y, sobre todo, de gatos. De gatos como Harún, como los que aun viven en las calles de Damasco.

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