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Una agresión por homofobia o transfobia en Madrid cada dos días

Saray, que sufrió una agresión el pasado 5 de marzo frente a la madrileña iglesia de San Antón / Miguel Campos

Marta Borraz

A los pocos minutos Sergio perdió el conocimiento. Uno de los empujones le hizo caer al suelo y golpearse la cabeza con un pivote metálico de los que bordean la acera. Eran las tres de la mañana y el joven caminaba por la madrileña calle Augusto Figueroa junto a un amigo cuando sintió algo en la espalda. “De repente un grupo de hombres se abalanzó sobre nosotros y comenzaron a pegarnos al grito de 'banda de maricones'”, relata Sergio a eldiario.es.

Ocurrió el pasado 11 de febrero. En aquellas fechas, la asociación en defensa de los derechos de las personas LGTB Arcópoli contabilizaba alrededor una veintena de agresiones homófobas en la capital en lo que va de 2016. Un mes después ya lleva 32. Una cifra similar a la que el mismo colectivo registró un año antes y veinte más de las que contabilizó en todo 2014. La organización monitoriza los ataques gracias al recién creado Observatorio contra la Homofobia, Bifobia y Transfobia, que ha computado, además, seis episodios de acoso, amenazas e insultos a través de la red.

El embrión del observatorio, afirma Rubén López, vocal de delitos de odio de Arcópoli, se remonta a 2014. “Empezamos a recibir bastantes casos y un día a dos chicos les pegaron una paliza en la calle. Eso hizo que saltara la alarma”, recuerda. El apoyo psicológico y el acompañamiento si la víctima necesita asistencia sanitaria o se decide a denunciar son dos de los pilares de este servicio, que identifica “un repunte de las agresiones en los últimos meses”.

El perfil de las víctimas y las zonas y días de la semana en las que se producen la mayoría lleva a López a asociar el incremento con la mayor visibilidad del colectivo LGTB. Casi todos los casos que han registrado en lo que va de año, son de jóvenes menores de 35 años “porque ahora somos más espontáneos y naturales, en definitiva, más visibles. Antes no se nos ocurría darnos un beso en un Burguer King, por ejemplo, y ahora sí”, explica López.

La mayoría de los agredidos de los que tienen conocimiento, dice, son chicos y mujeres transexuales. Al perfil de agresor, hombre, dos chicos de la mano “le saca de sus casillas”, analiza el experto, pero no dos lesbianas. “No es una ofensa, incluso muchos lo ven como un objetivo, algo que también es violencia”. El último ataque a chicas que recuerda fue en el barrio de Malasaña. Ellas estaban agarradas de la mano “y un hombre comenzó a incomodarlas. ”Bolleras, os voy a currar y así aprendéis a disfrutar“, les dijo.

En zonas cercanas a Chueca

Las zonas de Madrid en las que han tenido lugar la mayoría de ataques también son características. La plaza de Colón, Gran Vía, Cibeles… en el mismo centro de la capital y muy cerca del barrio de Chueca. “Hemos empezado a salir de él con la misma actitud que mostrábamos allí”, sentencia el también responsable del Observatorio contra la Homofobia, Bifobia y Transfobia. Además, se producen sobre todo los fines de semana, que es “cuando somos más visibles, al ir a comprar el pan puede que no vayamos de la mano, pero de fiesta sí”.

A las que sí suele ocurrirles en cualquier momento, afirma, es a las personas transexuales. Es el caso de Saray, que sufrió una agresión el pasado 5 de marzo frente a la madrileña iglesia de San Antón, donde hacía cola para recibir un bocadillo. Un grupo de cuatro hombres comenzó a mirarla fijamente mientras se reían y la insultaban. “Maricón, que te gusta chuparla”, le decían. “Uno de ellos se abalanzó sobre mí y comenzó a darme patadas, otro me agarró del cuello”, cuenta.

Saray tiene miedo. Sobre todo porque la agresión que sufrió no se quedó ahí. “Un día después volví y se acercó un hombre que me dijo 'como les pase algo a mis amigos te mato'”. Al rato, cuenta a eldiario.es, apareció uno de sus agresores. “Me las vas a pagar, maricón”, le amenazó. La mujer, que está buscando empleo y sobrevive gracias a la ayudas que solicita al Ayuntamiento de Madrid, ha denunciado por agresiones y amenazas reiteradas. Y es que el sábado pasado volvió a cruzarse con uno de ellos, que volvió a intimidarla.

La mayoría no denuncia

Sin embargo, no son mayoría los que denuncian. Algo que preocupa, y mucho, a los colectivos como Arcópoli, que asegura que solo en torno a un 20% de víctimas lo hacen, una cifra muy similar a la que maneja la Federación de Lesbianas, Gais, Bisexuales y Transexuales (FELGTB). Para su presidente, Jesús Generelo, el aumento de casos, “por lo menos, conocidos”, afirma, se debe a varios factores.

“No sabemos por qué a ciencia cierta, la visibilidad es uno de ellos, pero quizás también que la gente lo está contando más”. “Ese factor puede tener influencia”, añade López, “pero nosotros no tenemos una presencia tan grande ni hemos hecho nada estos dos últimos años como para que la gente se anime a ello”.

Según el avance del informe que anualmente presenta el Ministerio del Interior, en 2015 se produjeron 168 delitos de odio contra personas LGTB. Estos son solo los que denunciaron. Una cifra que no se puede comparar con la de otros años porque este han comenzado a contabilizar los datos de otra forma. Saray denunció a la Policía, al igual que Sergio, justo después de acudir a Urgencias. Sin embargo, su amigo no lo hizo. “No quiso. Yo creo que mucha gente no se decide, sobre todo, por vergüenza y por miedo”, opina el joven.

Generlo cree que las víctimas “siguen teniendo mucha desconfiaza ante los jueces y los agentes, de hecho, existen quejas de algunas que no han sido atendidas como corresponde”. López está de acuerdo: “Hasta el año 1988, cuando se elimina el delito de escándalo público, la Policía nos perseguía por darnos un beso”, explica. Pero, además, extiende las causas del recelo a denunciar a que “la gente quiere olvidarlo porque es un ataque a su persona y duele y muchos no quieren salir del armario”.

Lo que a Saray y a Sergio no se les quita es el miedo. El joven volvió a vivir un episodio homófobo el pasado fin de semana. “Un chico me pidió el billete de metro para pasar, le dije que no y él me soltó ‘maricón tenías que ser, como te vuelva a ver por aquí no sales vivo’”. Sergio admite que, desde febrero, su vida está condicionada. “Por el día menos, pero ya al atardecer me da pánico, voy con mil ojos y solo con que pase alguien cerca de mí, estoy alerta”.

Saray comparte el mismo sentimiento, aunque, confiesa que no es la primera vez, “llevo pasándolo mal desde que comencé la transición, hace cuatro años”. Sin embargo, cada vez que le ocurre se sorprende aún más: “Adapto mi imagen a lo que soy, una mujer, y eso hace que sea muy visible. Yo parece que voy marcada, que salgo a la calle como si fuera a la selva. Parece que todavía seguimos en dictadura, seguimos sin tener derecho a ser libres”.

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