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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

Votando en un colegio rico y en otro pobre durante la jornada electoral en Madrid

CEIP Lope de Vega, en Carabanchel, una de las rentas más bajas de Madrid

Mónica Zas Marcos

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En la calle Castelló 56, en pleno barrio de Salamanca, coches de alta gama ocupan las plazas de carga y descarga con los warning encendidos. Dentro del Colegio Nuestra Señora del Pilar no hay aglomeraciones. Papeleta, sobre, buzón y a casa. A veces cae una palmadita en el hombro del apoderado del PP o un guiño cómplice entre votantes que sujetan un envoltorio con la bandera de España, la propaganda electoral de Vox. Ambos montones son los que más rápido bajan, pero siempre con un dilatado margen para el PP.

Al otro lado del Manzanares, el más humilde, no hay tráfico en los alrededores del CEIP Lope de Vega, en Carabanchel, pero mucha gente ha acudido a votar por su propio pie. La larga cola se bifurca en ambas aceras: una para personas mayores y con dificultades de movilidad, a la sombra, y la otra para el resto. Aquí, los apoderados de la izquierda son más, aunque no se atreven a decir si eso coincide con el electorado. “Las personas de izquierdas exteriorizan, te animan, y los de derechas son más discretos y vienen con la papeleta metida en el sobre desde casa”, explican los de Unidas Podemos y PSOE, que van a todas partes juntos.

Aunque en la Comunidad de Madrid el votante de derechas falta menos a las urnas que el de izquierdas, y el norte se moviliza más que el sur, la sensación en ambos colegios es de gran afluencia. En la sección censal del primero, la renta media de los hogares supera los 60.000 euros, casi el triple de la que se maneja en la segunda, que en su mayoría no llega a los 21.200 euros. Este barrio fue el que menos acudió a votar en las pasadas elecciones, donde la abstención se movió entre un 43% y un 57%. Por el contrario, un 80% de la población censada en la parte de Salamanca que vota en el Colegio del Pilar acudió a la cita y se decantó por el Partido Popular, con un 75% de los votos.

El Pilar, centro concertado de las élites donde estudiaron Aznar y Rubalcaba, es un histórico feudo de los populares. No solo por los datos, sino por el convencimiento con el que los vecinos acuden portando la papeleta del PP y el fervor con el que reciben a Pablo Casado cuando aparece en la puerta para votar. “Le hemos visto ya tres veces”, dice sonriente una pareja de treinteañeros que se arremolina a su alrededor para sacarle una foto.

“Me gustan mucho él y Ayuso”, reconoce María, de 75 años y votante del PP “de toda la vida”. Al preguntarle qué es lo que más le convence de la actual presidenta, responde: “Soy una persona de orden y ella también”. Aunque no se pronuncia acerca de lo ocurrido con las residencias en la primera ola de la pandemia, cree que Ayuso “ha intentado hacer muchas otras cosas, como el Zendal, y se las han tumbado”.

En Carabanchel, los montones de papeletas están más equilibrados. Zalo se acerca vacilante a la mesa en la que están apiladas. De pronto, una señora se cuela, le saca una del PP y se la pone en la mano. Él la deja muy despacio y escoge la de Unidas Podemos. Tiene 21 años, es de Senegal y esta es la primera vez que vota en unas elecciones. “No me gusta”, es lo único que declara al consultarle por su decisión y señalando el papel del Partido Popular. En el Pilar, Félix, de 19 años, es exalumno, ahora estudiante de Derecho en una universidad privada, y proclamado votante de derechas. No quiere decir abiertamente el nombre del partido elegido, pero le “mola” cómo “han defendido a la hostelería”. Su otra petición es que “solo gobierne uno y ya está”, porque “estas coaliciones” no le gustan.

El voto minoritario

Ana de 75 años, va con el sobre de Vox por delante. “No me da ningún reparo decir que no me gusta nada ni el PP ni Casado porque van a favor del aborto, no han discutido la Ley Celáa y están muy blandos”, explica. “Necesitamos a alguien que defienda los valores que queremos para nuestros hijos y Monasterio cumple con todo lo que me gusta”, admite, pero reconoce que lo más seguro es que tenga que “aguantar a la Ayuso”. Aunque lo normal en el Pilar es reconocerse del PP, los votantes de Vox vienen más satisfechos que de costumbre y algunos con la decisión tomada en el último momento.

Más difícil es dar con alguien abiertamente de izquierdas. “Habría que cambiar unas cuantas cosas, eso desde luego”, dice de forma velada Rosa, natural de República Dominicana y trabajadora de una importante consultoría. “Sobre todo, quiero que se pongan de acuerdo”, pide guiñando un ojo, sin querer desvelar su voto pero dando una pista. Entre los apoderados de PSOE, Más Madrid y Unidas Podemos, lo tienen claro: el Pilar no va a dar sorpresas. José Manuel Freire, veterano socialista, ha acudido a este centro estas elecciones para apoyar al partido y, sobre todo, “a los votantes” porque asegura que “es muy solitario decantarse por la izquierda en este barrio”.

De vuelta a Carabanchel, Gema y su hermana Esme, que acude acompañada de sus dos hijas pequeñas, cogen la papeleta de Más Madrid. La primera es profesora de Primaria en una escuela pública y la segunda ama de casa. “Creo que es nuestra última oportunidad y si no es con ella, ¿con quién va a ser?”, dicen en referencia a Mónica García. Las papeletas de Vox, sin embargo, no permanecen inmóviles. Sobre todo las cogen hombres, blancos y en una horquilla de entre 20 y 40 años que se niegan a comentar sobre la jornada electoral.

Un poco después, Juan, de 68 años, llega con su sobre metido en el bolsillo del pantalón. Reconoce que es “de derechas” con la boca pequeña. “Es por tradición, pero en casa del herrero, cuchillo de palo: todos mis hijos van a votar a Más Madrid o a Unidas Podemos”, dice entre risas. No es el único que va a votar a la formación de Ayuso sin saber explicarlo. “Ni yo te lo sé decir, hija. Si te contase lo que me hizo la administración cuando gobernaba Aguirre...”, dice Conchi, de 87 años. Recibe a todo el que se acerca a su silla a preguntarle qué tal se encuentra. Le ha dado un golpe de calor en la cola y la Policía ha tenido que escoltarla al interior, darle una botella de agua y un folleto para abanicarse.

“Es impresionante la cantidad de gente mayor que ha venido y algunos en condiciones muy complicadas”, dice la apoderada de Ciudadanos en el colegio Lope de Vega. Los carritos de oxígeno, los bastones y las sillas de ruedas suben a duras penas las escaleras del centro mientras que, al otro lado de la M30, los taxis paran y las señoras se bajan en la misma puerta del Pilar. Algunos con más facilidades que otros, los votantes de Madrid no han querido faltar a unas elecciones decisivas en un año sin precedentes.

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