Alberto Garre: la heterodoxia de un político ortodoxo
Alberto Garre ha pedido a Mariano Rajoy que “dé un paso atrás o a un lado” para permitir que el PP pueda formar Gobierno. En declaraciones a la Cadena SER, más tarde repetidas en otros medios, el expresidente murciano –y actual presidente de la Comisión de Derechos y Garantías de su partido en esta comunidad- cree que la situación de bloqueo político tras las elecciones del 20-D se debe al interés personal de Rajoy, y le insta a hacer “lo mejor para España y para el PP”. Y no sólo eso: según Alberto Garre, el deseo de que Mariano Rajoy se aparte es el “clamor de una mayoría silenciosa” dentro de la formación.
Las respuestas no han tardado en llegar desde las más altas instancias del Gobierno: la vicepresidenta en funciones, Soraya Sáez de Santamaría, ha quitado importancia a Garre diciendo que “es un político que está de salida”, mientras que el ministro Fernández Díaz ha afirmado que el expresidente murciano “es libre de pensar lo que quiera”, pero le ha pedido “que no hable por los demás”. Rafael Hernando ha declarado que “el clamor será en su casa”, mientras que el portavoz del Grupo Popular en la Asamblea Regional de Murcia, Víctor Martínez, le ha acusado de deslealtad por “elegir los medios de comunicación” para expresar sus opiniones, y no los cauces internos del partido.
El aludido se ha mostrado seguro ante estas reacciones y ha tenido tiempo de responder con una frase que ya había usado recientemente, durante su comparecencia en una de las comisiones de investigación de la Asamblea Regional que analiza la gestión del anterior Gobierno popular: “En el PP, como en todos los partidos, siempre hay una corte de palmeros y de plañideras”.
Los valores del PP y el servicio a Murcia
Alberto Garre (Murcia, 1952) ha sido diputado regional (1991-2004 y 2011-2015), diputado nacional (2004-2011) y presidente de la Región de Murcia (2014-2015), y aunque ahora se ha destapado como un ‘verso suelto’ dentro del PP, su extensa carrera se ha caracterizado por la discreción, la disciplina y la fidelidad a la ortodoxia del partido, al menos en lo que se refiere a la defensa de sus principios y valores, a los que siempre ha apelado como guía de acción. Precisamente esa ortodoxia, que en su discurso suele unir con el compromiso de servir a Murcia y a España, es la que le ha colocado como heterodoxo en la actualidad y también en momentos señalados del pasado.
Acostumbrado a su discreta labor de rima consonante, Garre se subrayó con fluorescente el 14 de octubre de 2008, cuando decidió romper la disciplina interna de voto del PP siendo diputado nacional en el Congreso: aquel día se sometía a la Cámara la reforma del Estatuto de Autonomía de Castilla-La Mancha. El diputado del PP pasó a ser el diputado Garre, porque entendió que el texto era contrario a los intereses de la agricultura murciana y que ponía en peligro el trasvase Tajo-Segura. Después se justificó diciendo que por encima de todo estaba el servicio a Murcia. La salida de tono no pasó a mayores y el Estatuto castellano-manchego se reformó con una mayoría aplastante.
De interino a aspirante
A principios de 2014, el entonces presidente del Ejecutivo autonómico y del PP regional, Ramón Luis Valcárcel, dejó el cargo tras 19 años en el poder para integrar las listas de su partido al Parlamento Europeo. La apuesta de Valcárcel como sucesor era su consejero de Educación, Pedro Antonio Sánchez, pero la situación judicial de su preferido, inmerso en una causa que más tarde fue archivada, le llevó a elegir a Alberto Garre en una suerte de interinidad que duró algo más de un año. En ese tiempo, con la presión de algunos casos de presunta corrupción que azotaban a su partido y con losas heredadas como el aeropuerto de Corvera o la desalinizadora de Escombreras, Garre no dudó en mostrarse a favor de que los imputados presentaran su renuncia –contradiciendo el discurso oficial del PP-, y apeló en repetidas ocasiones a “la generosidad” de sus compañeros, aunque sin dejar de defender su inocencia.
El que estaba llamado a ser un presidente interino –y como casi siempre-, discreto y disciplinado, al menos hasta que Pedro Antonio Sánchez estuviera en condiciones de coger el testigo de Valcárcel, resultó gestionar el Gobierno con estilo propio e hizo gala de cierto carisma, mostró dureza –al menos verbal- frente a la corrupción y logró ganarse la simpatía y el respeto de la ciudadanía e incluso de la oposición. El presidente Garre llevó a cabo cambios en el Ejecutivo pero mantuvo a algunos de los cargos de confianza del anterior presidente, como el entonces consejero de Agricultura, Antonio Cerdá, imputado en el caso Novo Carthago.
Pero Alberto Garre no sólo invitó repetidas veces a sus compañeros imputados a dejar sus cargos: acostumbrados en el PP a la designación interna de candidatos, sin que ningún aspirante a encabezar las listas electorales se postulara en público, el presidente interino se descolgó reconociendo que estaba dispuesto a ser el candidato en las elecciones autonómicas de 2015, y contravino así los deseos del todavía presidente regional del partido, Ramón Luis Valcárcel.
Al final el comité nacional del PP ratificó la propuesta del comité regional y designó candidato a Pedro Antonio Sánchez. Atrás quedaron unas semanas inéditas en las que las diferencias entre ambos aspirantes y la conformación de dos bandos dentro de los populares murcianos llegó a trascender a los medios.
Fuera de las listas
Después de semejantes 'desafíos', Garre mantuvo su condición de presidente de la Comisión de Derechos y Garantías del PP murciano pero no fue incluido en las listas electorales para los comicios autonómicos –se llegó a decir que de haber sido cabeza de lista por su circunscripción, la de Cartagena, el PP habría logrado el escaño que le faltó para repetir mayoría absoluta-. Tampoco fue propuesto como senador territorial.
La última aparición pública de Alberto Garre antes de sus declaraciones de este miércoles fue en la Comisión de Investigación de la desalinizadora de Escombreras, que pretende determinar posibles responsabilidades políticas de la era de Valcárcel en el proyecto, construcción y explotación de dicha infraestructura. Con su lenguaje decimonónico y su tono pausado, Garre dijo que Escombreras “no había sido buen negocio” y contradijo una vez más a su antecesor Valcárcel. Incluso afirmó estar dispuesto a volver a la primera línea política, sin precisar si lo haría en 'su' PP de toda la vida o en un hipotético partido regionalista de nueva creación.