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“Mujeres de todas las edades y opciones sexuales reclaman más intensidad, pasión y frecuencia sexual”

La psicóloga y escritora Anna Freixas, autora de 'Sin reglas'.

Cristina Barchi

Anna Freixas, gerontóloga feminista, psicóloga, profesora universitaria, es una mujer a la que le gusta poner luz en la oscuridad. En el mundo de las mujeres sobre todo. Por eso ventila en su libro Sin reglas. Erótica y libertad femenina en la madurez (Capitán Swing) los resultados de su encuesta a 729 mujeres españolas que han pasado los 50 años, que confirman que la vida erótica de las mujeres no desaparece en absoluto al perder la capacidad reproductiva. Y que los mitos culturales de talla única y la medicalización inducida por la industria son propios de un mundo juvenista que castiga la madurez y la edad, y se deja llevar por el millonario consumo preventivo.

Freixas ha descubierto que con la edad el sexo de las mujeres tiene menos práctica pero más disfrute, que no se identifica con el coito, que no existe la llamada disfunción sexual femenina. Y que los nuevos mitos vigorizantes de la edad madura pueden ser igual de opresivos que los que dejamos atrás. No, el deseo no desaparece. Pero el de la mujer madura es el secreto mejor guardado. 

¿Por qué se hizo gerontóloga y por qué gerontóloga feminista?

Hice una tesis hace 30 años sobre autopercepción del proceso de envejecimiento de las mujeres, y en paralelo profundizaba en mi propia formación feminista con lecturas y grupos de trabajo hacia un trabajo de conciencia con otras mujeres. Estudiábamos qué habían dicho otras mujeres para abrirnos camino. Y una cosa me llevó a la otra. Apliqué la mirada feminista al significado del cuerpo de la mujer mayor y desde entonces analizo las normas culturales en las que se desarrolla esto tan complicado que es nacer mujer y hacerse mayor.

¿Cómo diferenciarla de la otra gerontología?

Porque la feminista cree que no hay enfermedad sino dificultad en la vida sexual de la mujer. Porque antes que en causas biológicas piensa e investiga en el contexto afectivo, social, laboral y familiar y de ciclo vital de la mujer. Escuchamos, apoyamos, favorecemos y protegemos la intimidad de las mayores. La gerontología feminista habla de una práctica sexual donde sexo no es igual a coito y puntúan igual otras formas legítimas de relacionarse físicamente con una pareja o amante eventual, de tener voz propia para producir esos encuentros y a la vez poner límites, de revindicar el propio deseo cualitativa y cuantitativamente, ante los hijos, las amigas, la sociedad y el mundo.

Pero, sobre todo, como en la gerontología no feminista, si identificamos la sexualidad femenina con estar disponible siempre para el coito, tendremos estadísticas equivocadas. El diseño de cualquier pensamiento sobre la vida erótica de la mujer donde el sexo significa penetración nos llevará a creer que el deseo en la mujer efectivamente se desvanece con la llegada de la madurez. 

¿Con qué se encuentra la mujer a la hora de conciliar edad y sexualidad?

Su mundo del trabajo, de la familia, de las amistades, de la pareja, si la hay, suelen invisibilizar la madurez y la vejez y sobre todo ridiculizan su vida sexual. Se encuentra con que las parejas son poco estimulantes o difíciles de encontrar. Si las hay, entonces los hijos son puritanos y nos les dejan llevar al amante a casa o las sobreprotegen. Se encuentran con la propia creencia personal sobre el “principio del fin” que representa la menopausia. Las dificultades con la propia imagen corporal y los cánones estéticos (no esperan ser atractivas, se autoexcluyen). El estrés derivado de ser cuidadoras de sus padres, de sus hijos, y profesionales y parejas.

Así que la disminución de la actividad sexual post-menopausia no tiene que ver con un cambio hormonal sino con un cuadro multifactorial que aleja a la mujer momentáneamente de un disfrute personal y contacto consigo misma, de su capacidad de concentrase en su placer en un momento del ciclo vital tan comprometido. Si se producen cambios y mejoras en esos factores, lo probable es que todo mejore también.

'Sin Reglas', su último libro, contra todo estereotipo social dice que después de los 50 el deseo de la mujer no solo no desaparece sino que cualitativamente mejora, y que aunque la frecuencia disminuye, hay más disfrute.

Muchas mujeres de esa edad pasan de una sexualidad más pasiva y subordinada al placer masculino a una erótica más implicada y activa en la edad mayor. El cambio hormonal prelude en la mayoría una liberación, autonomía y capacidad de gobierno sexuales. El conocimiento del propio cuerpo permite superar pudores aprendidos. Estas mujeres desean una sexualidad más sensualizada y desdramatizada. Con ritmos más pausados. Prefieren parejas esporádicas pero sobre todo que tengan casa propia como ellas. Las relaciones de larga duración les aportan más afectividad pero limitación en la actividad sexual. Lo que está claro es que mujeres de todas las edades y opciones sexuales reclaman más intensidad, pasión y frecuencia sexual. El autoerotismo es practicado en mujeres de toda las edades. Y trae salud.

¿Hay alguien que piense que después de los 50 la mujer no tiene deseo sexual? ¿De verdad son tan invisibles?

Es una concepción basada en la reproductividad la que considera que la mujer post menopausia no tiene deseo sexual. Hay una tendencia transmitida de que algo le pasa al cuerpo femenino que no puede más con ello, se rinde o no siente apetito. Es una mirada biologicista que tiende a la medicación y a la negatividad, aunque solo un 3% padecen consecuencias físicas, esta es la que prevalece. 

Su estudio dice que la satisfacción (que no el deseo) con la sexualidad propia disminuye con la edad, pero más en mujeres heterosexuales que en lesbianas.

La satisfacción depende en todos los casos de la buena gestión, de ser agente de la propia sexualidad, actuar como sujeto sexual supone un elemento central para la satisfacción sexual. Decir sí o no, pedir, sugerir, poner límites…

Las niñas la pierden a los 14 años cuando hacen sexo porque alguien les exige o chantajea. Es muy bueno recuperar lo que perdimos en la adolescencia. De esos barros vienen estos lodos; la carencia de una educación afectivo-sexual en la familia y en la escuela trae estas consecuencias y las relaciones de dominación que sufre una parte de la gente joven. Desde ese comportamiento emocional nace un largo camino hasta que la mujer puede ser dueña de su cuerpo, poner sus límites y adquirir agencia sexual.

Las mujeres maduras heterosexuales, además, todavía son víctimas del yugo del mito social de la belleza, que las mujeres lesbianas supuestamente ya han superado, y dependen de un modelo de sexualidad de corte masculino que a veces a ellas ya no les satisface, lo que posiblemente las lleve a la soledad por periodos.

¿La llamada disfunción sexual femenina no es real?

El concepto nació ligado a la disfunción eréctil masculina, así se descargaba cierta responsabilidad sobre la mujer. El primer intento fue entre 1997 y 2004 cuando la farmacéutica Pfizer promueve esta idea investigando a 3.000 mujeres. Los resultados fueron vergonzantes para ellos que lo dejaron, no había mujeres enfermas. El pastel millonario seguía ahí. En 2015 sale al mercado Addy, o el viagra rosa.

Es increíble pero no se habla de las consecuencias y efectos secundarios. El primero, que la mujer soportara hipotensión, desmayos, pérdida de consciencia, a cambio de un afrodisíaco mediocre. Y en segundo lugar, ver el sexo de la mujer de forma descontextualizada y a ella como el único factor a tratar. No hay problema biológico, hay conflicto de relación, falta de pareja, incomunicación, o rutinas poco estimulantes. Creemos que en lugar de medicalizar hay que saber que la posible dificultad sexual de una mujer es contextual y la comunicación, la cercanía, la confianza, la intimidad, son de primer valor porque sin ellas no hay sexualidad placentera, por lo tanto no hay lubricación y, por lo tanto, no hay deseo. El deseo para nosotras esta muy en la cabeza. 

¿Son seguros los nuevos cuidados preventivos?

El disease mongering o incitación a la enfermedad presiona al público para que se traten los procesos naturales como la menopausia y nos lancemos a consumir. Yo sostengo que las estadísticas sobre los beneficios farmacológicos se manipulan y se magnifican los riesgos del proceso natural. Y se recomienda la tecnología sin importar los riesgos secundarios. Los investigadores Moynihan y Cassels han denunciado el clima de temor creado por las farmacéuticas contra procesos o estados del ciclo vital para favorecer una comercialización intensa de productos (como con la osteoporosis, el síndrome premestrual o la disfunción sexual femenina).

¿Cómo ve los modelos eróticos de las nuevas generaciones?

Creo que la presión social y estética es muy fuerte. Es difícil sustraerse a un modelo de belleza o medicalizado de la vida, pero aun así las nuevas generaciones tienen una realidad mejor que la nuestra. Tienen más conciencia, más preparación, más información, más modelos de mujeres que han hechos otros caminos.

El mundo es plural y grande, junto a la erotización estética (sexualización explícita de la mujer) hay movimientos que reivindican la libertad y el cuerpo y el no sometimiento a determinadas normas culturales como el modelo de cuerpo famélico de moda que ha durado tanto tiempo. Hoy conviven todos ellos, no estoy segura de que se equilibren, pero conviven. Los cuerpos no modélicos pasan a llamarse curvy y son integrados para poder hacer más dinero. La industria también nos integra a las mayores porque se ha dado cuenta que somos tenemos más dinero que las chicas jóvenes. Hay que estar atentos a estos vaivenes del interés en el modelo estético de mujer tan cambiante y mantenerse crítico. El imperativo de la belleza es algo que persigue a la mujer en todas sus edades y la edad madura no está exenta; ataca su autoestima constantemente, lo que influye mucho en su desvalorización para mantener una práctica sexual plena. Las generaciones jóvenes ya llegan resabiadas, pero el impacto psicológico es similar.

Habla de la dictadura el silencio, pero ha hecho usted hablar a un colectivo sin voz y casi sin colectivo. 

Nos faltan palabras femeninas para hablar de sexo. Gustar sexualmente es placentero, el placer que genera gustar sexualmente es legítimo en los mayores y los recientemente mayores. Es muy sano que tengan ganas de jaleo y es demostrable que ello existe en la tercera parte de la vida, que es gestionable y que ha de hablarse. El propósito de mi estudio es abrir el debate. Somos muchos, somos diversos y caben todos. La música de fondo sería esta.

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