Permitir a los padres que atiendan a sus bebés en cuidados intensivos ayuda a mejorar su salud y su bienestar
No todos los recién nacidos pueden irse a casa a las pocas horas de nacer. Los prematuros, especialmente los que nacen antes de la semana 33, se pueden llegar a quedar ingresados en la unidad de cuidados intensivos (UCIN) durante varios días o incluso meses. Aunque en la actualidad, algunos centros están tratando de adaptar sus instalaciones para que los padres y madres de estos niños puedan estar más cómodos, aún son muy pocos los que les involucran en el cuidado directo de los pequeños. Sin embargo, una reciente investigación, publicada en la revista médica The Lancet, ha mostrado que cuando se permite a los padres participar de forma activa en el cuidado de los bebés, se produce una mejora de la salud y el bienestar de ambos.
Los autores del estudio plantearon a las madres y padres que participaran de forma activa en el cuidado de sus recién nacidos, dándoles los medicamentos orales, alimentándoles, tomándoles la temperatura, registrando su crecimiento e incluso involucrándose en la toma de decisiones. Además, los hospitales debían proporcionar a las familias un espacio de descanso y un dormitorio para uso exclusivo de los padres, cómodas sillas reclinables al lado de la cama, estacionamiento gratis y enfermeras capacitadas en apoyo familiar.
Según sus resultados, este tipo de atención permitió mejorar el aumento de peso entre los recién nacidos prematuros, mejoró las tasas de lactancia y redujo el estrés y la ansiedad de los padres, en comparación con la atención estándar. “Cómo se brinda atención a la familia, no solo al bebé, tiene un efecto positivo en ambos”, asegura la principal autora del estudio, Karel O’Brien.
Además, según esta pediatra del Sistema Sanitario Sinaí (un complejo hospitalario de Canadá), el aumento de peso, la lactancia y la reducción del estrés y la ansiedad de los padres están asociados con resultados positivos del desarrollo, “lo que sugiere que la integración de los padres en el cuidado de los bebés en esta etapa temprana podría tener beneficios a largo plazo”.
Una situación estresante para los padres
El estudio viene a arrojar algo de luz sobre la forma de abordar el tratamiento de las familias que están sometidas a una situación difícil. Estudios anteriores ya han mostrado que la mayoría de los progenitores califica su experiencia de UCIN como muy estresante. “Los sentimientos de impotencia, ansiedad, depresión y miedo podrían contribuir a su incapacidad para asumir roles de crianza normales”, aseguran los autores del estudio.
Resultan especialmente estresantes y traumáticos para los padres, al ser más delicados, los nacimientos anteriores a las 32 semanas de gestación. Según algunas investigaciones realizadas en los últimos años, la larga estancia de los bebés en las UCIN puede llegar a dejar secuelas a largo plazo que incluyen problemas de vinculación y síntomas de trastorno de estrés postraumático.
Para tratar de ofrecer una mejor calidad asistencial, a mediados de los noventa varios grupos de especialistas comenzaron a desarrollar lo que se conoce como neonatología centrada en la familia, que reconocía la importancia de la asistencia, no solo a los bebés, sino también a sus padres. Sin embargo, “aunque los conceptos de atención centrada en la familia se han promovido ampliamente en las UCIN, la mayoría de los programas no integran a los padres como parte del equipo de atención”, aseguran los investigadores.
Los padres como cuidadores, no como visitantes
Las unidades de cuidados intensivos neonatales son entornos altamente medicalizados en los que generalmente “los padres no son percibidos como cuidadores, sino como visitantes”, asegura O’Brien. Según esta investigadora, sus hallazgos “cuestionan este enfoque y muestran los beneficios de incorporar a los padres como miembros clave del equipo de atención médica, ayudándoles a asumir el papel de cuidador primario tan pronto como sea posible”.
Existen referencias que muestran como varios centros hospitalarios en Estonia ya implicaban a las madres en el cuidado de los bebés ingresados en la década 1980. En estos centros se documentaron beneficios en el aumento de peso del bebé, disminución del estrés de los padres, menor tasa de readmisiones y una en mejora las tasas de lactancia materna.
En base a estos resultados, los autores del nuevo estudio realizaron un ensayo piloto en un hospital de Canadá entre 2011 y 2012. “Nuestros resultados iniciales sugirieron que la implementación del el modelo era factible y seguro”, aseguran los científicos, así que el siguiente paso era desarrollar un ensayo controlado en varios países para analizar más a fondo la efectividad del modelo.
Finalmente, el ensayo se realizó en 26 unidades neonatales de tres países diferentes (Canadá, Australia y Nueva Zelanda) en las que se atendieron a más de 1.700 bebés prematuros de menos de 33 semanas de gestación. Doce de las unidades llevaron a cabo una atención estándar, mientras que las otras catorce implementaron un modelo en el que los padres eran los principales cuidadores del bebé, dedicando un mínimo de 6 horas diarias y 5 días a la semana. Además, debían asistir a rondas médicas y sesiones educativas durante al menos 3 semanas.
A los 21 días, los bebés de este grupo habían aumentado más de peso y tenían un mayor aumento de peso diario promedio (26,7 g frente a 24,8 g), en comparación con el grupo de atención estándar. Además, los padres tenían niveles más bajos de estrés y ansiedad y las madres eran más propensas a amamantar a los pequeños 6 veces más al día.
Las limitaciones del estudio
“Estos resultados parecen brindar un sólido respaldo para este modelo”, afirma el especialista en perinatología del Imperial College de Londres, Chris Gale. Sin embargo, en un artículo que también ha sido publicado en The Lancet, este investigador señala algunas de las importantes limitaciones del estudio.
Uno de los patrones estándar en los ensayos clínicos son los experimentos a doble ciego. En este tipo de pruebas ninguno de los participantes sabe si esta tomando la terapia real o la terapia placebo, con lo que los resultados de las pruebas no se ven afectados por sesgos personales. Sin embargo, las particularidades de esta prueba, en la que los padres se tienen que comprometer con el cuidado de los bebés, hacían imposible este tipo de ensayo.
Gale defiende que los resultados parecen robustos, pero cree que “deben interpretarse con cautela a la luz del riesgo de sesgo inherente al ensayo” y considera que “la elección de los padres debería ser la principal consideración para las unidades neonatales que estén pensando implementar este modelo”.