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Dolor en el Registro Civil: cuando los trámites añaden sufrimiento a las familias tras la muerte de un bebé

Aida Càlix, embarazada de dos mellizos: Jam y Guim. El segundo nació sin vida

Lucía M. Quiroga

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La bebé Iris Santiso Pueyo nació sin vida a las 39 semanas de gestación en el Hospital de Zaragoza. Era el año 2015. Félix Melendo Cobo nació en Córdoba el 24 de abril de 2019, también sin vida. En noviembre de 2021, en Catalunya, nacieron dos mellizos: uno vivo y otro muerto. El que falleció se llamaba Guim Desembre Càlix. Sus respectivas madres, Laura Pueyo, Antonia Cobo y Aida Càlix, entonces no se conocían, pero sin saberlo acabarían encontrándose en una lucha común: conseguir que sus bebés, que fallecieron poco antes de nacer, constasen en el Registro Civil con sus nombres y apellidos.

Inscribir a los bebés que nacen sin vida es una reivindicación que las familias que han sufrido un caso de muerte perinatal y las asociaciones que las agrupan llevan años reclamando. Para muchas de ellas, darles nombre y apellidos a sus bebés supone darles su lugar en el mundo. Reconocer su existencia de forma simbólica, darles su espacio en la familia y también normalizar a nivel social la muerte perinatal, la que se refiere a los bebés que mueren durante la gestación o en los primeros días de vida. Un cambio legislativo que llegó en el año 2023 pero cuyos resultados no están siendo todo lo positivos que podrían.

Antonia Cobo se llevó una alegría cuando supo que la ley cambiaba. Así lo recuerda ella: “Nosotros perdimos a nuestro hijo Félix Melendo Cobo el 24 de abril de 2019. Para nuestra familia la herida está completamente abierta, y eso que hace cinco años ya. Cuando sucedió no se podía inscribir todavía en el Registro Civil, constaba en el libro de legajos abortivos. Ahí pone ‘Félix fue un feto de Antonia Cobo’, es doloroso verlo así. Cuando vimos los cambios en la ley fue un alegrón pensar en poder cambiarlo, porque las familias a las que por desgracia nos ha sucedido algo así llevábamos reclamando esto mucho tiempo”, asegura.

Problemas administrativos

En agosto de 2023 se introdujo un cambio en la Ley del Registro Civil para que los bebés con más de seis meses de gestación pudiesen ser inscritos con su nombre, el de su madre y el de su padre u otro progenitor. Se creó un nuevo Archivo de Nacidos Sin Vida, que sustituía al anterior Legajo de Criaturas Abortivas. Además, a partir de agosto de 2023 la inscripción pasó a poder hacerse con carácter retroactivo, por lo que las familias que no pudieron hacerlo en su momento recuperaron la posibilidad de ejercer ese derecho años después de recibir a un bebé sin vida.

Lo que en un principio podían parecer buenas noticias, pronto se convirtió en un problema administrativo para muchas familias que acudieron al Registro Civil. Tras recibir varias quejas, la asociación Umamanita, que agrupa a familias que han pasado por situaciones de muerte y duelo perinatal, empezó a estudiar esos casos. Paul Cassidy, sociólogo e investigador en la asociación, explica así el motivo de la investigación: “Nos habían llegado una serie de quejas importantes sobre la falta de preparación y conocimiento del proceso en los Registros Civiles, además de algunas historias de interacciones dolorosas con funcionarios. Por lo tanto, decidimos examinar el problema más a fondo con una encuesta que lanzamos en octubre de 2023. Respondieron 75 madres o padres que ya habían iniciado o completado el proceso”, comienza.

El resultado es un informe que acaban de publicar bajo el título “Cuando la legislación restaurativa duele”. El estudio incluye una parte cuantitativa, que agrupa las respuestas por casuística, y una cualitativa, donde se recogen los testimonios de madres y padres. “Para la mayoría de las personas encuestadas, fue una experiencia bastante negativa, llegando en muchos casos a ser dolorosa”, explica el informe. Entre las situaciones más repetidas, figuran la falta de conocimiento de los funcionarios de la nueva ley, la desorganización y falta de preparación, los fallos en el procedimiento de la inscripción, la lentitud del proceso o la falta de empatía en la interacción con las familias.

La alegría inicial de Antonia se ha convertido en desilusión. Desde que inició los trámites para inscribir a su hijo Félix ha visitado el Registro cuatro veces, y todavía no ha logrado completar el proceso. Después de muchas idas y venidas, y de escuchar del personal encargado que ese trámite “en el fondo no servía para nada”, se hartó y decidió publicar un mensaje en sus redes sociales denunciando la situación. Para su sorpresa, recibió muchas respuestas contando experiencias de todo tipo, tanto positivas como negativas. A raíz de eso se puso en contacto con la asociación Umamanita y empezó a participar en su estudio. El trámite burocrático se paralizó, pero pretende retomarlo: “Se quedó en un cajón, pero es un tema que tenemos que retomar. Por Félix y por nosotros”, asegura.

Dar un lugar a los bebés

Aida Càlix, la madre de Guim, cuenta su experiencia con la administración: “Cuando nuestro hijo nació, en 2021, solamente pudimos inscribirle en una hoja rosa donde ponía ‘feto masculino’. Con el cambio en la ley, pedí cita en el registro de Esplugues de Llobregat. La funcionaria que me atendió por teléfono me trató muy mal. Consideraba que era una cosa que no se tenía que hacer, que era un tema que ya teníamos que tener cerrado. Acabé llorando, y se me quedó la rabia de no preguntarle cómo podía no empatizar con las familias”. Luego, las veces que fueron presencialmente al registro, sí se encontraron con personas más sensibilizadas que les trataron bien.

Para Aida y para su familia, inscribir a su primer bebé es importante: “Nuestros hijos son invisibles, nadie los ve, cuesta mucho que la sociedad les dé un lugar. Es nuestro objetivo como familia ponerle nombre y honrarlo, darle un lugar. De hecho, lo hicimos en casa, cuando acababa de pasar: escribimos su nombre a mano en el Libro de Familia”, recuerda.

Ocho años después de fallecer su hija Iris, Laura Pueyo ha tenido que recurrir a abogadas y tiene una demanda en curso. Cuenta que, dentro del dolor por la muerte de su bebé, consiguió iniciar un proceso de duelo “bastante amoroso y saludable”, gracias al acompañamiento del personal sanitario que atendió el parto. Pero al momento “desgarrador” de salir del hospital sin su hija, se sumaron después los problemas con la administración.

“Los trámites burocráticos son muy dolorosos. Es como si tuvieras que pelear todo el tiempo por demostrar lo evidente: que estuve gestando y cuidando nueve meses la vida de mi bebé”, explica. Su empeño no es solo individual o familiar, sino que tiene que ver con un cambio social: “Seguimos intentándolo porque, además de que es importante para nosotros como familia, también lo es a nivel social. Por desgracia van a seguir muriendo bebés, y es importante mejorar la atención en estas situaciones, para que las familias transiten el duelo de la mejor manera posible, y toda vida sea reconocida con su identidad y su individualidad”, asegura Laura.

Las familias de Laura Pueyo, Antonia Cobo y Aida Càlix son algunas de las que han participado en el informe de Umamanita. Las conclusiones del estudio son pesimistas: “La implementación de la nueva ley ha sido un fracaso, caracterizado por una falta de organización administrativa básica”, asegura el estudio. Para intentar mejorar la situación, la asociación recomienda tomar una serie de medidas urgentes, como mejorar la comunicación previa al inicio de la solicitud para evitar visitas presenciales repetitivas, agilizar el procedimiento, aceptar solicitudes electrónicas, formar al personal del Registro Civil sobre la nueva ley y sobre la importancia de ser sensible en las interacciones con las familias, asegurar el envío de información posterior para el cierre del caso o unificar directrices a nivel estatal. Mientras esto no ocurra, desde Umamanita invitan a las familias que lo necesiten a buscar apoyo en su asociación

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