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El PNV descarta cualquier vía unilateral para desafiar al Estado

Urkullu a su llegada a un mitin en Irún.

Iñigo Sáenz de Ugarte

Mientras Cataluña vuelve a la espiral de la tensión con las declaraciones de dirigentes nacionalistas ante los tribunales, en Euskadi el PNV prefiere enfriar el partido y no asumir riesgos. Con ningún partido con posibilidades de alcanzar la mayoría absoluta y rivalidades históricas que dificultan los pactos, el resultado podría conducir a una situación de bloqueo con algunas semejanzas a la de España. Iñigo Urkullu no está por la labor de permitirlo.

Por muchos elogios que la izquierda abertzale dedique a su antecesor en el cargo, Juan José Ibarretxe, el lehendakari y su cabeza de lista por Bizkaia, Josu Erkoreka, no desaprovechan ninguna oportunidad para afirmar que no están pensando en repetir el proceso soberanista catalán. Conduciría al fracaso o a una fuerte confrontación social y además pondría en peligro el monopolio del poder que disfruta el PNV. 

Urkullu restringe sus apariciones en debates y entrevistas, pero ha querido dar una a La Vanguardia para enviar un mensaje a los catalanes, y con él también a los vascos. Como nacionalista, afirma que para alcanzar mayores cuotas de soberanía es imprescindible rechazar “la división y el frentismo”. No funcionan y además son impracticables en la Unión Europea: “Yo no creo en la vía unilateral ni creo que tenga posibilidades en la Unión Europea. No sería aceptada. Creo más en las vías pactadas, en la bilateralidad. Es a lo que aspiro dentro del Estado español”.

Bilateralidad significa contar con un socio estable que no te arrastre a una pelea permanente con el Estado –y ahí sólo los socialistas pueden cumplir ese papel– e iniciar un proceso de negociaciones en el Parlamento vasco para alcanzar una posición común que se pueda trasladar a Madrid.

Puede acabar como el que se produjo en la anterior legislatura: con pocos o ningún resultado práctico. Eso es lo que ha recordado constantemente en campaña EH Bildu, que dice estar dispuesta a acompañar a Urkullu hasta Madrid, pero sólo si tiene claro antes qué hará el PNV en caso de una previsible negativa del Gobierno central. El lehendakari no ha mostrado el menor interés por esa oferta, mucho menos por concretar hasta dónde llegaría a tensar la cuerda.

El escenario de constantes negociaciones sin un futuro previamente definido, aunque no fructificara, mantendría al PNV en el centro de la vida política del País Vasco, administrando sus relaciones a un lado u otro en función de sus intereses. Los nacionalistas son observadores atentos de lo ocurrido en Cataluña y una conclusión que no se les ha escapado es que la antigua Convergència ha perdido influencia política y social, mientras ERC rentabiliza en las urnas el proceso independentista. 

El rival es Bildu

En la misma línea, el presidente del PNV, Andoni Ortuzar, ha hecho el acostumbrado llamamiento a su base social para que no piense que el resultado está cantado, ante la aparente unanimidad de las encuestas: “Nada de fiarse de las encuestas. Las encuestas son encuestas y los votos son votos. Aquí hay sólo dos opciones, o el PNV o la unión de Bildu y Podemos”. El votante siempre presta atención cuando le dicen que el enemigo está cerca: “Ni Podemos termina de dar el 'sorpasso' (a Bildu) ni la izquierda abertzale se hunde. Pero, ojo, juntos pueden tener mucha fuerza”, ha dicho Ortuzar el domingo en San Sebastián. 

A día de hoy, los nacionalistas no van a propulsar a Bildu para que les haga lo que ERC le ha hecho a CDC.

El único obstáculo a la estrategia tranquila de Urkullu es que el PSE se resista a hacer de novio conducido a rastras a la boda. A pesar de los muchos acuerdos firmados con el PNV, los socialistas han querido hacer una campaña dura contra los que son sus socios en las tres diputaciones, en especial en dos puntos.

El obstáculo del euskera

Su candidata Idoia Mendia –que fue portavoz del Gobierno de Patxi López– acusa al PNV de querer “privatizar las pensiones”, un alegato singular dado que el Gobierno vasco no tiene competencias sobre ese asunto. Más sensible y polémico es el segundo ataque: cuestionan el sistema lingüístico de Euskadi y la importancia que se da al euskera en los procesos de selección del personal de la Administración. 

“Hay puestos en la Administración en los que el euskera no es un requisito imprescindible para poder realizar ese trabajo”, ha dicho Mendia en la campaña. Cada puesto público cuenta con un perfil lingüístico (nivel de conocimientos del euskera) y, según Mendia, esos perfiles “son hoy un obstáculo para el acceso a la Administración de un amplio sector de la ciudadanía vasca que no domina el euskera”.

Para el PNV, eso es un anatema. Se queja de que el sistema lingüístico se pactó con el PSE en los 90 y recuerda que el Gobierno de Patxi López no lo cambió en lo fundamental. En la próxima legislatura y a causa de las jubilaciones, hay que sacar 9.000 plazas públicas a concurso, con lo que el tema contribuirá a dificultar las relaciones entre los dos partidos.

Tantos años de acuerdos han dejado a los socialistas en una posición ambivalente sobre su relación con el PNV. Los reconocen como un factor clave en la estabilidad de Euskadi, pero por otro lado les parece que son ellos los que pagan el precio más alto. 18 escaños en 2005, 25 en 2009 y 16 en 2012 pueden convertirse ahora en nueve o diez en una caída que obligará a revisar muchas cosas.

Por el contrario, sus votantes –sean pocos o muchos– lo tienen más claro. Un 84% de ellos está a favor de una coalición PNV-PSE, según la encuesta publicada el domingo por El Correo. Es un porcentaje mucho mayor que el de votantes del PNV (50%) que favorecen también esa opción. Son dos datos que habrán dejado perplejos a muchos dirigentes socialistas. 

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