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Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Estación en curva

Cartel del Metro de Madrid. | JESÚS ORTIZ

Jesús Ortiz

Puede que un día el secretario general de Podemos llegue a presidente del Gobierno español, pero ese secretario no será Pablo Iglesias. Ni aunque se corte la coleta, ni aunque llegue a no tener con qué hacérsela. Pablo no será nunca presidente porque los presidentes españoles no hablan inglés, y él se ha preocupado de demostrar en un mitin que sí lo hace. Es un error de un calibre sorprendente en alguien de su inteligencia, error que probablemente se deba a su trabajo en la universidad, donde saber inglés es un activo apreciado. Pero si te presentas a unas elecciones y tienes la desgracia de saber inglés, debes ocultarlo con mucho más cuidado que esas polaroid de hace veinte años donde apareces fumando porros. A los hechos me remito: aquí se pueden publicar fotos tuyas compartiendo yate con un capo del narco y no perderás un solo voto, pero no se ha elegido nunca un presidente que hablara inglés.

Incluso Aznar, que acabó aprendiendo algo cuando hizo una guerra con George W. Bush, se dirige a los alumnos de la Universidad de Georgetown y dice:

—I went… to the White House…

y no se aprecia que sepa inglés (cuando lo vi en televisión aposté conmigo mismo que a continuación iba a decir «My tailor is rich»: perdí, pero por poco). Aznar se dirige en inglés a los estudiantes no para demostrar lo bien que habla el idioma, sino para mostrar el gran prócer que es: solo alguien de su talla consigue decir una banalidad como «I went… to the White House» empleando en ello seis segundos completos; con el ceño fruncido de quien reflexiona intensamente, trasmitiendo esa profundidad que los dioses reservan para los elegidos, los destinados a regir los destinos del mundo.

El inglés es un idioma endemoniado. Tras años de intentar dominarlo, uno hubiera dicho que la traducción al inglés de «Estación en curva» incluiría alguna palabra como station, pero no: el metro de Madrid nos enseña que en inglés «Estación en curva» se dice «Mind the gap». O eso, o es que las autoridades del metro creen que la misma realidad se debe explicar de modos distintos a quienes pueden llegar a presidentes del Gobierno y a los que no.

Por eso, por lo endemoniado del idioma, los españoles hemos entendido muy bien que un gran estadista no necesita saber inglés. Es más, sabiendo, en muchos casos por experiencia propia, lo difícil que es aprenderlo, preferimos poner nuestro destino en manos de quien ha dedicado su vida a aprender lo importante: que alguien sepa inglés es prueba suficiente de que ha perdido mucho tiempo. Y de que probablemente ha crecido en una ciudad con metro, en las que, como hemos visto, a uno le ayudan a aprenderlo: pero la mayoría de los españoles no hemos tenido esa ventaja. 

Aprender inglés es una pérdida de tiempo para un político español porque se dirige a sus votantes en español. En castellano, para ser más precisos: para él sería mucho más útil aprender catalán, porque es un idioma que sí hablan varios millones de sus votantes potenciales. De nuevo es el gran estadista, Aznar, quien lo muestra: en la intimidad lo habla. Es una lástima que no haya webcams grabando su intimidad donde pudiera oírsele:

—Vaig anar… a la Casa Blanca…

empleando en ello seis segundos completos; con el ceño fruncido de quien reflexiona intensamente, trasmitiendo esa profundidad que los dioses reservan para los elegidos, los destinados a regir los destinos del mundo. Es una lástima, pero no es grave: su intimidad es suya y a nosotros nos basta su palabra.

No se me interprete mal, por favor. No estoy diciendo que saber inglés sea inútil. Muy al contrario, todos sabemos que sirve para muchas cosas, desde encontrar trabajo de camarero en nuestro país hasta emigrar muy lejos para trabajar de camarero. Estoy diciendo que es un estorbo para llegar a presidente del Gobierno español, a cuya disposición se ponen tantos traductores e intérpretes cualificados como sea necesario. Con su ayuda pueden entenderse perfectamente con mandatarios extranjeros, con la mayoría de ellos que no saben español, los muy ignorantes.

Por ejemplo, uno de los que seguramente no saben español es el dirigente de Corea del Norte, Kim Jong-un, pero ahí está la intérprete que permite que la sabiduría de nuestro presidente le sea transmitida. Rajoy podría aleccionar a Kim Jong-un:

—Tú dejas que armen cuatro o cinco partidos políticos. Les dejas decir lo que quieran, que ellos sí que van a hacer felices a la gente, que tú eres un corrupto… lo que quieran. Luego haces elecciones, perfectamente limpias. Que vengan observadores internacionales, la prensa, todo quisque. Salen elegidos los parlamentarios que sea, los más votados. Algunos serán de los que han dicho que tú eres un corrupto, pero no te preocupes. Luego al presidente lo eligen ellos, en el Parlamento, y siempre te eligen a ti.

Kim lo mira asombrado.

—¿Eso es lo que llamáis democracia en Occidente?

—Sí, tron —la intérprete convierte tron en admirado líder: la relativa paz de la que disfrutamos en el mundo se debe en buena medida a los traductores—. No veas lo bien que funciona. Lo repetimos cada cuatro años, o menos si la gente se pone nerviosa, y cambian algunos nombres aquí y allá, pero los que tienen que trincar siguen trincando exactamente igual. Le decimos «estabilidad», la gente lo adora, estabilidad, estabilidad, yo quiero que todo sea estable…

—¿Y con eso puedo entrar en la lista de países democráticos…?

—Puedes entrar en esa lista, y en la Historia como el hombre que acabó con una dictadura horrible en Corea. Incluso puedes multiplicar el medio millón de seguidores que tienes en Twitter.

Y ahí queda eso: Corea del Norte convertida en democracia sin derramar una gota de sangre, y Mariano Rajoy convertido en héroe internacional sin aprender una palabra de inglés.

Que alguien avise a Pablo Iglesias para que no sacrifique su look cortándose la coleta, ni pierda el tiempo intentando caerle bien a la gente: no tiene futuro. Todo lo más, puede hacer de intérprete del presidente: que vaya practicando lo de cambiar tron en admirado líder y esas sutilezas tremendamente útiles en la política internacional. Y que Podemos busque a alguien que no sepa inglés, o por lo menos que lo haya ocultado escrupulosamente, con mucho cuidado de que no haya una polaroid olvidada donde se le vea ligando con guiris (se puede ligar con guiris en español, claro, pero ya se ocuparía El País de poner el audio de la polaroid).

Y que lo busque pronto. Porque de otro modo podría ser que siguiéramos en la estación en curva, con la pata metida entre el andén y el convoy, toda la vida.

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