En España el que se aburre es porque quiere. Hablando de cosas divertidas, la política estos meses parece un Carrusel Deportivo de los de antes, con goles en Las Gaunas y ligas de Tenerife, de esas que te tienen con el corazón en la boca hasta el último minuto. Un cuádruple empate en cabeza, dicen las encuestas. Lo nunca visto. Cuatro formaciones políticas pugnando en un quita que voy sin contemplaciones para hacerse con los sillones azules del Congreso, que son los que de verdad importan.
Lo del PP y el PSOE ya no nos coge de sorpresa porque al fin y al cabo se han ido turnando en el poder desde 1982. Y lo de Podemos ya lo tenemos asumido desde las europeas. Podemos, por cierto, quema gasolina como un 4x4 en La Castellana y amenaza con pasar del número uno y las groupies en la puerta de los conciertos a la sobredosis en la bañera con la misma rapidez que una estrella de rock de los setenta.
Pero y lo de Ciudadanos. Esto sí que nos ha despeinado un poco a todos. ¿A qué viene lo de Ciudadanos? ¿Y por dónde? Un partido que se ha pasado diez años siendo oposición minoritaria en Cataluña y que de repente se saca de la manga nueve diputados en Andalucía, se dispara y se coloca, según las últimas encuestas, como tercera fuerza a nivel nacional. Es para desconcertarse.
Es España, claro. Todo es posible. La fiesta no acaba nunca. Tampoco hace falta demasiado discurso. Y nadie torpedea en exceso a Ciudadanos desde los medios, desde luego no con la misma virulencia con la que se ha zarandeado a Podemos. Albert Rivera es la opción más cómoda para cumplir el sobado axioma de Lampedusa: que todo cambie para que todo siga igual. Hasta los chicos del Ibex-35 ven con buenos ojos a una formación que es, a grandes rasgos, una derecha con mejor gusto a la hora de elegir corbata y zapatos.
De momento, Ciudadanos ya ha fagocitado a UPyD. El siguiente paso dependerá de la magnitud del fracaso del Partido Popular en las municipales. Si empieza el trasvase, no de votos, que ya está en marcha, sino de militantes y dirigentes del PP a los brazos de Albert Rivera, entonces sí que podremos cantar que hay gol en Las Gaunas. Y que Rajoy tiene un problema muy serio.
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