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Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Valdecilla: el gran fraude

Los sindicatos han denunciado el colapso de las urgencias sanitarias de Valdecilla. | Luis A. García Gómez

Dieciséis años después del accidente y tras más de una década de obras, por fin hemos inaugurado la 3ª Fase del nuevo Hospital Valdecilla. Y hemos podido ver, una vez más, cómo nuestros dirigentes políticos se apuntaban el tanto sobre su construcción, su financiación, el éxito de su gestión... También hemos podido ver cómo los medios de comunicación local daban cuenta del evento y, una vez más, se quedaban en lo externo, en la fachada: el nuevo Valdecilla es supermoderno y cuenta con unas instalaciones fantásticas.

Sin embargo, han pasado ya un par de meses desde los primeros traslados a tan esplendoroso hospital y nadie se ha molestado, una vez más, en considerar la humilde opinión de los trabajadores del centro. Probablemente se deba a la falta de costumbre, pues nunca, en todos  estos años de obras y proyectos se les ha preguntado nada a los trabajadores, ni desde la dirección del propio hospital, ni desde los representantes políticos, ni desde los medios de comunicación.

Pues bien, ya que sabemos que nadie nos va a preguntar, perdonen si por esta vez levantamos la voz y tenemos el descaro de opinar sobre el Hospital de todos los cántabros, desde nuestro doble punto de vista: como trabajadores y como usuarios de sus servicios. El nuevo Valdecilla como instalación hotelera puede alcanzar una buena nota, sin embargo, creemos que Valdecilla debe seguir siendo un hospital y, como tal, está más cerca del muy deficiente que del aprobado.

Es probable que quienes han proyectado y diseñado estas obras (incluidos los políticos, gestores, directores, asesores...) tengan más conocimientos técnicos y una visión más amplia de la de cualquier trabajador del hospital, pero cuando pasas siete horas diarias en las “flamantes” instalaciones, un día tras otro, un mes tras otro, creemos que se adquiere la suficiente autoridad moral como para opinar y, si no es mucho pedir, que se tenga en cuenta nuestra opinión, aunque no deje en buen lugar a muchos de los llamados “responsables”.

En el nuevo hospital no encontrarán ustedes la más mínima funcionalidad; el reparto de los espacios está pensado para que los trabajadores empleen más tiempo en recorrer pasillos que en atender a los enfermos: almacén en la zona sur, medicación en la zona norte, lencería en la zona sur, útiles de aseo en la zona norte...

Desde el mal llamado “control” de enfermería, apenas se controla nada de lo que ocurre en la planta. Sólo están a la vista 8 de las 24 habitaciones.

Los timbres de las habitaciones se han dejado escondidos en los marcos de unas puertas retranqueadas, lo que obliga a recorrer el pasillo buscando la luz o desplazarse hasta el control para saber quién llama.

Las áreas de trabajo y estar de auxiliares y enfermeros adolecen de un notable desprecio hacia estos trabajadores y hacia unas condiciones de trabajo mínimamente adecuadas: El área de trabajo (zona de ordenadores) se ilumina mediante sensor de movimiento. Si se está trabajando en el ordenador no hay movimiento, luego la luz se apaga. En el cuarto de estar caben sólo tres personas, el resto de la plantilla ha de pedir la vez para entrar.

Todas las ventanas están cerradas con llave. No se ventila ninguna instancia, suceda lo que suceda.

Pueden parecer datos anecdóticos, pero en realidad son múltiples inconvenientes que interfieren en la realización de nuestra labor y repercute en la calidad asistencial. Y es muy importante, señor lector, que no se quede sólo en el detalle y saque la conclusión de que son quejas de un puñado de trabajadores que no tienen otra cosa de qué quejarse. Permítanos ayudarle mostrándole esta misma realidad desde la perspectiva del paciente.

Nos vendieron la idea de habitaciones individuales con sofá-cama para acompañantes. Luego, en voz más baja, nos dijeron que cabía la posibilidad de doblar y ubicar dos pacientes. La posibilidad se ha hecho realidad desde el primer momento: las habitaciones dejan de ser individuales, el sofá-cama se retira y el segundo paciente se sitúa frente por frente del primero, no en paralelo, sino unidos por los pies de la cama. ¿La intimidad? Es un bien de lujo que el hospital no puede ofrecer.

El segundo paciente no dispone de televisión (el primero sí), controla sólo una cortina (el primero, dos), dispone de dos llaves de luz (el primero de 3), y lo más importante: según entra en la habitación no hay instalación de aspirado (para casos de atragantamiento, flemas...) y hay que pedir que traigan un acople.

Ante esta situación, lo normal es que cualquier paciente se niegue a ser atendido de ese modo, pero la opción que le va a dar el hospital es la siguiente: “Estas son las condiciones, si no está de acuerdo puede pedir el alta voluntaria”.

Durante más de una década se nos ha pedido a los trabajadores muchos sacrificios y a los pacientes buenas dosis de generosidad. Hemos estado trabajando en condiciones que rayaban la ilegalidad, sin los mínimos requisitos para atender con dignidad, pero siempre pensábamos que era tiempo de sacrificios hasta que acabasen las obras. Los trabajadores hemos visto muchas cosas y hemos callado otras tantas porque todo era consecuencia del accidente y la situación cambiaría cuando el nuevo Valdecilla estuviese terminado. Pero después de todas esas promesas de algo nuevo que iba a satisfacer con creces todo el esfuerzo realizado tanto por trabajadores como por pacientes ¿con qué nos encontramos?

Nos encontramos con un hospital que es un fraude. Nos encontramos con que no hay espacio para unas consultas. No encontramos con situaciones de precariedad casi idénticas a las vividas inmediatamente después de la caída del edificio de Trauma. Eso sí, de todo este desaguisado nadie se va a hacer cargo. Los que se pegaban por ponerse la medalla al acabar la obra desaparecen cuando se les pide responsabilidades de un dinero de todos, invertido de esta manera tan chapucera. Pero esto no es lo peor, lo peor es que después de haber estado viviendo una situación precaria durante quince años, sostenidos con la esperanza de un nuevo hospital, ahora nos enfrentamos, si nadie pone solución, a una situación precaria para siempre y sin esperanza ninguna.

Creemos que la sociedad cántabra debe conocer de primera mano la realidad del hospital y debe movilizarse y hacer llegar su voz al Gobierno regional y a todas las instituciones. No podemos dejar así el Hospital.

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