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Nuestro capital humano, la clave frente al declive económico
En las últimas semanas se han sucedido las noticias negativas en relación al mercado laboral de Cantabria, en las que nuestra comunidad aparece de nuevo a la cola de España en cuanto a creación de empleo y disminución del paro. Estos datos han profundizado aún más, si cabe, la gran preocupación respecto a este tema, clave para nuestro futuro económico y social. El objetivo de este artículo es ofrecer un análisis que permita entender mejor qué está sucediendo con el empleo en Cantabria para, a partir de ello, contribuir a la búsqueda de soluciones a los problemas detectados.
El gráfico 1, incluido a continuación, muestra la evolución del empleo desde 2006 en Cantabria y en España. Se toma, en ambos casos, el valor del primer trimestre de 2008 como referencia, equivalente a 100. Como se observa, el empleo tocó fondo en España en el primer trimestre de 2014, donde se situó casi un 18% por debajo del nivel del mismo periodo de 2008; desde entonces se ha ido incrementando, si bien continúa casi un 13% por debajo del nivel previo a la crisis. Como se desprende del gráfico, el empleo en Cantabria ha tenido, en el conjunto de la última década, una evolución muy similar a la del resto de España.
Un análisis más detallado lleva a dos conclusiones preocupantes para Cantabria. En primer lugar, mientras a nivel estatal se está produciendo una moderada recuperación del empleo desde 2014, en nuestra comunidad dicha recuperación no acaba de arrancar. Tras el mal dato del primer trimestre de 2016, el número de ocupados en Cantabria es prácticamente similar al de hace dos años, mientras que en el conjunto de España se ha recuperado en alrededor de 5 puntos. En segundo lugar, nuestra región muestra una tendencia más pronunciada a la estacionalidad del empleo. Esta se observa con mayor claridad en el gráfico 2, que muestra la variación del número de ocupados en Cantabria y en España entre un trimestre y otro. Como se observa, el empleo tiende sistemáticamente a incrementarse en el segundo y el tercer trimestre del año (coincidiendo con el periodo estival) y a reducirse en el cuarto y el primero. Estas variaciones son particularmente más marcadas en nuestra comunidad y, además, se han ido haciendo más pronunciadas a lo largo de los últimos años.
El gráfico 3 es clave para analizar lo que está ocurriendo en Cantabria. Muestra la evolución reciente, tanto para nuestra región (las líneas continuas) como para el conjunto del Estado (las líneas de puntos) del número de ocupados por niveles educativos: con la ESO, educación primaria o un nivel inferior, en color rojo; educación secundaria de segunda etapa (general o profesional), en naranja; y educación superior, en verde. Como se observa, a nivel nacional la recuperación del empleo está siendo impulsada por puestos para niveles de educación secundaria de segunda etapa, que han aumentado casi un 9% en los últimos dos años; y de educación superior, que lo han hecho casi un 7%. En cambio, los empleos para niveles de ESO o inferiores han crecido menos de un 4%. Es la tendencia que cabe esperar a largo plazo, ante una economía global del conocimiento en la que la formación y la especialización son cada vez más importantes.
En Cantabria, sin embargo, la tendencia está siendo muy diferente: en los dos últimos años, los puestos de trabajo con educación superior se han mantenido prácticamente estancados; los ligados a educación secundaria de segunda etapa han caído estrepitosamente, más de un 14%; y, por el contrario, ha crecido espectacularmente el empleo para niveles de ESO o inferiores, con un aumento de más de un 17%. Nuestra creación de empleo se está basando casi exclusivamente en puestos para los niveles educativos más bajos que, además, como refleja el gráfico, son muy estacionales: se crean empleos en primavera y verano, gran parte de los cuales desaparece después. En cambio, estamos perdiendo empleos en niveles educativos más avanzados. Si esta tendencia continúa, corremos el riesgo de perder el principal activo que tiene nuestra comunidad: su capital humano.
La educación ha sido la tradicional ventaja comparativa de Cantabria, que ya históricamente lideró la disminución del analfabetismo en España. Esta ventaja se fue consolidando con el tiempo: a comienzos de 2008, el 38,5% de los ocupados en Cantabria contaba con educación superior, casi 6 puntos más que a nivel estatal. Actualmente, la diferencia es ya de tan solo 3 puntos. Si en los dos últimos años hubiéramos seguido la misma tendencia que el conjunto de España, nuestra región tendría 6.200 empleos más para personas con educación superior y 14.600 más para educación secundaria de segunda etapa. Esto es clave, dado que la productividad de un puesto de trabajo que requiera educación superior prácticamente duplica, en promedio, la de uno que no requiera formación especializada, lo que se traduce en más valor añadido para las empresas, mayores salarios, mayor consumo y mayores rendimientos para la comunidad. En todas las autonomías exitosas de España, y del mundo, un mayor nivel educativo incrementa notablemente las probabilidades de encontrar un empleo, generalmente un buen empleo. En Cantabria, sin embargo, te abre las puertas de salida. Eso no puede seguir así. Nos va nuestro futuro en ello.
La evolución del empleo por niveles educativos está muy relacionada con nuestro modelo productivo. El gráfico 4 refleja la contribución de distintos sectores a la creación de empleo en la región en 2015 (la barra de color rojo), en relación a su peso en el empleo (el cuadrado verde). Destacan tres sectores que contribuyeron a la creación de empleo por encima de su peso en el mismo (esto es, su peso en el empleo se incrementó): la construcción, la hostelería y las actividades de servicios administrativos y auxiliares. Entre los tres concentraron casi el 40% de la creación de empleo en Cantabria el año pasado, muy por encima de su peso en la economía (en torno al 25%). Por el contrario, dos sectores clave contribuyeron a la creación de empleo mucho menos de lo que les correspondería, perdiendo peso en nuestra economía: la industria, que únicamente aportó el 2% de los nuevos empleos; y actividades de servicios privados donde se incluyen sectores de alto valor añadido (transporte y logística, telecomunicaciones, consultoría, servicios financieros, servicios jurídicos y de contabilidad, arquitectura e ingeniería, entre otros), que aportaron menos del 13%. El comercio tampoco estuvo a la altura, probablemente afectado por el mal comportamiento de los otros dos sectores.
Los problemas económicos de Cantabria se derivan de un modelo productivo centrado en el desarrollo de sectores de baja productividad y poco valor añadido, basados en empleos ligados a una escasa formación. Este modelo explica el creciente comportamiento compulsivo del empleo en nuestra región, con inviernos de depresión en los que nuestras cifras se encuentran entre las peores de España y veranos en los que parece que superamos los problemas. A diferencia de las comunidades más exitosas de España y de Europa, nuestra creación de empleo no viene liderada por sectores industriales y de servicios de alto valor añadido, con puestos de trabajo de elevada formación, especialización y productividad. En Cantabria estamos repitiendo los errores del modelo económico español previo a la crisis, con el agravante de la reincidencia. Ese camino lleva a perder, en una sangría paulatina y dolorosa, el que es nuestro principal activo: nuestros jóvenes más formados, que habrán de abandonar la comunidad en busca de mejores oportunidades.
En un reciente artículo en este medio analicé la importancia que tendría para Cantabria cambiar nuestro modelo productivo asemejándonos a otras comunidades exitosas. Señalaba que no deberíamos conformarnos con ser una región bonita. Tener un paisaje maravilloso está muy bien. Conservémoslo. Aprovechémoslo también como un elemento para que personas que trabajen en actividades de alto valor añadido y que disfruten de nuestras maravillas naturales en sus ratos libres decidan vivir aquí. El capital humano ha de ser el eje central de nuestro modelo de desarrollo y las maravillas naturales, un complemento. Pero no al revés. Dejemos de insistir en un modelo económico que depende de vender nuestro paisaje, de la época del año, de si el tiempo acompaña y de empleos inestables, de baja productividad y mal pagados. Centrémonos en pensar qué podemos aportar de valor al mundo utilizando nuestro capital humano y nuestra favorable posición geográfica y en apoyar el desarrollo de esas actividades con mayor potencial desde el sector público. Que sea eso lo que lidere la actividad económica de la región, impulsando también el empleo en otros sectores. No es una estrategia sencilla ni inmediata, pero tenemos lo más complicado, los ingredientes esenciales: talento y capacidades para estar bien conectados con el resto del mundo. Hagamos el esfuerzo por avanzar en el camino de los más exitosos, en lugar de seguir alimentando el pesimismo y el declive económico. Estamos a tiempo.
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