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El fascismo que viene aprovecha tu pasividad
Durante la grave crisis que sucedió a la Primera Guerra Mundial se gestó un nuevo movimiento político de masas para hacer frente a la amenaza obrerista, que tras triunfar por primera vez en la Revolución Rusa, había despertado la esperanza de los desposeídos y el temor de unas élites económicas que no se sentían suficientemente defendidas por sus instituciones parlamentarias.
El fascismo es un movimiento autoritario que aprovecha demagógicamente los sentimientos de miedo y frustración colectiva de amplias capas sociales, canalizados a través de una combinación de propaganda, represión y violencia contra un enemigo común unificado (interior o exterior, real o imaginario) que actúa de chivo expiatorio frente al que volcar la agresividad de forma irracional, logrando la unidad y adhesión (voluntaria o forzosa) de la población. Consiguió así incorporar, en la Italia de Mussolini o la Alemania de Hitler, a amplios sectores de las clases medias y bajas a la lucha por la privación de derechos, y en su afán imperialista condujo a la mayor contienda bélica de la historia.
De la Segunda Guerra Mundial el fascismo salió derrotado y percibido como la ideología más dañina que la humanidad había conocido, “sinónimo de destrucción pura, sin excepción” en palabras de Peter Brook. Sólo sobrevivieron los regímenes de Salazar en Portugal y Franco en España, por su aislamiento, neutralidad y alineamiento con los Estados Unidos, en el marco de la Guerra Fría que se desarrolló a continuación. Pero ese contexto provocó que Occidente requiriera a quienes mejor conocían al “enemigo soviético”, los servicios secretos alemanes, dándose políticas de encubrimiento que contrastaban con el destierro oficial.
En cualquier caso, hasta la década de los 90, el fascismo y neonazismo habían quedado reducidos en Europa a formas residuales que, si bien aún motivaban crímenes aborrecibles de odio, se consideraban superados por la experiencia histórica, que en algo así parecía impensable repetir.
Sin embargo, al calor del austericidio y el auge migratorio, se han incubado de nuevo movimientos y partidos ultranacionalistas, xenófobos, integristas religiosos, anticomunistas y ultraconservadores. Con el historial de engaños y renuncias de la socialdemocracia, y con los partidos liberal-conservadores sumidos en la inoperancia y corrupción, cada vez más capas sociales están comprando sin alternativa las soluciones simplistas de estos nuevos partidos fascistas que enfrentan al penúltimo con el último, culpando a los más débiles de la pérdida de lo poco que queda tras su apropiación por los más fuertes.
En las últimas elecciones europeas, la ultraderecha conoció un importante auge en países como Francia, Reino Unido, Croacia, Austria, Dinamarca, Hungría, Lituania, Letonia, Finlandia o Grecia. Además, como ya ocurriera hace un siglo, partidos de la derecha les están dando cobertura, asumiendo principios y lemas de este espectro ideológico, sabedores de que conecta con el “sentido común” de bastantes votantes.
En España hemos visto al PP, con una importante herencia franquista, justificar los disparos en el Estrecho contra personas a nado que terminaron ahogándose y anunciando “limpiar las calles” en campaña electoral; o a Ciudadanos considerando “del todo inviable” mantener la cobertura sanitaria a los “sin papeles” y corriendo un manto de olvido sobre las víctimas de la represión franquista.
En Cantabria, aunque han emergido nuevos partidos como Alternativa Española en Ampuero o PxL – Con las manos limpias en Alfoz de Lloredo, La Falange parece haber pasado a la historia tras perder su último concejal en Santoña que, recordemos, gobernaba con los regionalistas y con un PP que participa de los homenajes en el monumento a Carrero Blanco.
Su última intentona electoral, que como en Francia adoptó la denominación de Frente Nacional, depositó en esta Comunidad Autónoma todas sus esperanzas (y medios económicos), inundando con propaganda fascista medios de comunicación, carteles de carretera y las paredes de los barrios. Ante la dejación institucional en su retirada, se organizó una campaña popular para llevarla a cabo y la respuesta falangista se basó en la “dialéctica de los puños y las pistolas” que preconizara su fundador.
En aquel momento, la oposición del movimiento antifascista organizado y la desafección de una sociedad conservadora poco amiga de los excesos ultras dejaron la candidatura en 1.257 votos (0,37%), suponiendo la disolución del partido a nivel estatal, tras lo que denominaron “el pinchazo cántabro”.
Pero el movimiento fascista no desapareció, sino que mutó para ganar aceptación social. Siguiendo la tendencia del neofascismo italiano, invitado a Santander el pasado año, adoptó forma de “Asociación Cultural” bajo la denominación de Alfonso I y abrió un local en Cazoña. Su primer acto público fue una concentración en defensa de Pedro Varela, que acumula condenas por difusión de ideas genocidas, así como por atentar contra los derechos fundamentales y las libertades públicas.
También han hecho campaña por la liberación del militar neonazi Josué, condenado por asesinato, contra la inmigración, en apoyo de Aurora Dorada, las okupas neonazis o por la unidad de España. A su vez, han participado en la “marcha de las antorchas” celebrada en Madrid, criticado el desarrollo de eventos como el Día del Orgullo Gay o el Pozona Fest, y protagonizado un enfrentamiento con los piquetes estudiantiles en la huelga contra la LOMCE.
Estas actividades se complementan con otras más transversales como campañas para el alzamiento de una estatua al emperador Augusto, contra los “banqueros usureros”, en defensa del “comercio español”, charlas de Historia desde un enfoque nacionalista, salidas al monte y el mundo rural, conciertos, deportes de contacto y conferencias de “administración de empresas” o las SICAV.
Incluso, trataron de infiltrarse en movilizaciones populares, consiguiéndolo en sendas manifestaciones de los preferentistas y los trabajadores de Sniace, pero siendo expulsados del 15M y de una manifestación por la Educación Pública.
Más preocupante es la profusión de la propaganda excluyente en nuestras calles, con campañas como “Reconquista o barbarie” y el acomodo que han encontrado en espacios como la Cámara de Comercio de Torrelavega, el Ateneo de Santander, el Centro Asturiano o el Hotel Palacio del Mar; así como en medios de comunicación como El Diario Montañés o el programa Cantabria al Día de OID Radio, donde Alfonso Rivas les dedicó recientemente un publirreportaje infame. También han contado con la participación en sus conferencias de personalidades como el exdirector de El Diario Montañés Manuel Ángel Castañeda o el expresidente autonómico Juan Hormaechea, condenado por malversación y prevaricación.
Son señales de su paulatina expansión y normalización en una sociedad cántabra cada vez más desmemoriada y permeable al discurso y las actitudes fascistas. De momento son un grupo minoritario que tiene que maquillar su ideología, pero si en el caldo de cultivo que genera la crisis económica en una sociedad desvertebrada con creciente presencia de población inmigrante siguen disfrutando de la permisividad social, institucional, judicial y policial de los últimos tiempos, se repetirá la terrible historia que sufrieron nuestros antepasados, como describiera el pastor antinazi Martin Niemöller: “Primero vinieron a por los comunistas y los judíos y no dije nada porque yo no lo era…” y así hasta que fueron a por él y ya no quedaba nadie que pudiera alzar la voz.
Esta no es una columna fácil de escribir ni atractiva para leer, pero es una columna necesaria para advertir del riesgo que corremos quienes valoramos la democracia y la libertad si continúa la actual pasividad respecto al fascismo, si no se le identifica, aísla y combate con una firmeza proporcional a la amenaza que supone, antes de que sea tarde y, escribir esto, un riesgo.
Es necesario recuperar la memoria histórica no sólo retirando los homenajes públicos del franquismo, sino sobre todo en la Educación, aunque las experiencias en las aulas y la tendencia institucional, que con la LOMCE tiene previsto suprimir como obligatorias la Filosofía o la Historia del Mundo Contemporáneo, resulten desalentadoras al respecto. Urge que nos demos por aludidos, tomemos partido y participemos en la reconstrucción de un amplio movimiento democrático y antifascista cántabro que haga pedagogía contra los prejuicios y el odio al diferente en las calles, los bares y los centros de trabajo. Como urge construir alternativas integradoras y redistribuidoras en nuestros barrios y pueblos al modelo socioeconómico imperante que incuba el fascismo. Gramsci sabía bien por qué odiaba a los indiferentes.
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