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El Museo Altamira trabaja en diversificar la propuesta para atraer visitantes fuera del periodo veraniego
La directora del Museo Nacional y Centro de Investigación Altamira, Pilar Fatás, ha explicado este miércoles que desde la instalación se está trabajando en la diversificación de la propuesta museística y en la programación de “bastantes actividades” en primavera, otoño e invierno, intentando atraer así a los visitantes fuera del “periodo de máxima afluencia”, que se produce en verano, de junio a medios de septiembre.
Así, ha recordado que durante el año 2016 se registraron 5.865 visitantes en enero frente a los 44.811 de julio y los 53.675 de agosto, unas cifras que, tal y como ha remarcado, “no son fáciles” de resolver porque “hay una fuerte estacionalidad”. En cuanto al número de visitantes a la exposición permanente del Museo, que en 2016 alcanzó los 285.990 --un 8,43% más que el año anterior--, prevé que en 2017 sea “más o menos parecida”.
Al respecto, ha señalado que la cifra de visitantes al Museo se ha estabilizado en torno a los 250.000 anuales en los últimos años, por lo que se ha convertido en un “reclamo” turístico con un impacto económico total de 36 millones de euros, un 0,2 por ciento del PIB de Cantabria, una cifra que “no es desdeñable”.
Según Fatás, el Museo “incluso” atrae a más visitantes de los que había “en las mejores épocas” de apertura de la Cueva. Así, ha recordado que a comienzos de la década de 1970 ésta recibió hasta 177.000 visitas en algún año. “Hablando en plata, estuvimos a punto de cargarnos la cueva”, ha aseverado.
En cuanto al Museo, ha advertido de que debido al número de visitantes que la instalación recibe en agosto “a veces” se piensa que “va a colapsar” y que si llueve su interior “parece el Metro de Madrid en hora punta”.
Fatás ha hecho estas consideraciones durante el seminario 'Arte rupestre y turismo cultural' que se celebra en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP), en una intervención en la que ha abordado el turismo de masas, el valor de las réplicas y la historia de la Cueva de Altamira desde su descubrimiento en el siglo XIX hasta la actualidad.
En su intervención, ha reivindicado la neocueva como un espacio que “realmente nos traslada al pasado, a hace milenios”. Por ello, considera que “la sala de la neocueva es un vehículo de información incluso mejor que la cueva, como vehículo de información, porque nos informa de cómo era esta cueva” cuando fue habitada y cuando fue pintada“.
De hecho, ha incidido en que dicha sala “permite conocer más arte” del que hay actualmente en la original. “Afirmamos, efectivamente, que la neocueva es un mejor elemento para conocer la Prehistoria”, ha zanjado Fatás, para quien la “clave del éxito” del proyecto de conservación es “intervenir en todos los pilares” y el Museo debe “singularizarse” por la calidad de los servicios y las actividades. “Lo que tenemos es un recurso cultural de primera orden”, ha defendido.
En este sentido, ha destacado que según las encuestas realizadas a los visitantes al Museo, estos “entienden y asumen” que la cueva no puede ser visitada de una “forma masiva”, es decir, que “entienden” que la misión del Museo es “conservarla” y, por ello, “aceptan muy positivamente” la alternativa que suponen el Museo y la neocueva.
De cara al futuro, ha recordado que “más allá de la renovación de la exposición permanente”, titulada 'Los tiempos de Altamira', se ha anunciado la musealización de la cueva de las estalactitas.
Se refiere a que el pasado 5 de junio se conoció que el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte (MECD) invertiría en la actual legislatura un total de 4,5 millones de euros para musealizar esta cueva, hasta ahora cerrada al público. Además, Fatás ha mostrado su deseo de conseguir que el entorno paisajístico del Museo y de la Cueva sea “autovisitable” para “evitar la congestión” de visitantes.
Para Fatás, el “gran reto” de no poder visitar un lugar original es “intentar emocionar” a través del conocimiento“ y ”estar a la altura del monumento y de la demanda“. En lo que respecta a las visitas, que ahora son de cinco personas a la semana, ha incidido en que ”nunca“ desde el Ministerio ni desde el Museo se ha considerado ”el cierre completo de la Cueva“ debido al mandato institucional que supone que el patrimonio cultural ”debe ser accesible“. Eso sí, ha aclarado Fatás, ”hay que poner en la balanza la necesaria conservación y preservación“.
UNA COMISIÓN “DE APOYO TÉCNICO Y CIENTÍFICO”
A propósito de la diversificación y también de la necesidad de trabajar en red en la zona del Cantábrico con las comunidades de Asturias y el País Vasco a la que se ha referido Fatás, el coordinador del Programa para la Conservación Preventiva de Altamira, José María Ballester, se ha mostrado de acuerdo y ha indicado que la Comisión de Conservación Preventiva, “al menos siendo yo su responsable”, no quiere ser “un corsé que se imponga y todo lo que quede fuera no se haga y lo que quede dentro se haga a la fuerza”.
Asimismo, ha comunicado que su “aspiración” es que este órgano “pueda convertirse en una comisión de apoyo técnico y científico” a los gestores de este bien cultural. “Esta es nuestra gran ambición” ha proclamado. Del mismo modo, en relación con la gestión de la Cueva en el siglo XX, también ha advertido de que en el pasado “se cometieron todos los errores posibles”.