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De la cirrosis al foie

Txema G. Crespo / Txema G. Crespo

Vitoria-Gasteiz —

Tras pasar por una antesala que recuerda, y no es descabellado y parece hasta coherente, la escenografía de una película futurista, se llega a las instalaciones de OWL Metabolomics, una de esas empresas que dan razón de ser a la apuesta en I+D+i. Ubicada en el edificio 502 del Parque Tecnológico de Zamudio, OWL es una firma única en España, con escasa competencia en el mundo, que trabaja en el campo de la salud preventiva, quizás el ámbito sanitario más necesario en estos tiempos de ajustes evidentes. Su labor principal, el estudio de enfermedades hepáticas con el método de la metabolómica, les ha llevado también a internarse en otros campos con el fin de conseguir réditos a sus equipos de última generación: desde el servicio a la carta para laboratorios farmacéuticos al trabajo en la mejora de la calidad alimentaria.

La idea surgió del magín de José María Mato, doctor químico, premio nacional de Medicina, presidente del CSIC (1992-1996), que ha desarrollado toda su vida al estudio de las enfermedades hepáticas. Siendo catedrático de la Universidad de Navarra, fue elegido presidente del CIC Biogune, dentro de la estrategia Biobasque, que impulsó el Gobierno vasco a principios de siglo. Y, en paralelo, puso en marcha OWL para impulsar el estudio de su especialidad. “Empezamos desde la genómica, pero muy pronto vimos las posibilidades de la metabolómica, una nueva técnica que surgía entonces”, explica Teresa Porto, directora de Comunicación y Desarrollo de Negocio de la firma ubicada en Zamudio.

Se trataba de estudiar las moléculas más pequeñas, en este caso, y a partir de la especialidad de José MMaría Mato, los lípidos de los ácidos grasos, para identificar su distribución con diferentes enfermedades hepáticas. Se trata de una tecnología novedosa, que no cuenta cond diez años de práctica y que surgió en Estados Unidos, al mismo tiempo que Owl daba sus primeros pasos, en 2005. En concreto su investigación se desarrolla en el campo del higado graso no alcohólico, dolencia asociada a síndromes metabólicos como la diabetes o la hipercolesterolemia, tan asociadas a nuestro modo de vida occidental. Teresa Porto recuerda los comienzos: “Empezamos a ver que es una enfermedad con una incidencia altísima, pero que no se diagnostica, o muy pocas veces. El problema es que es una enfermedad que puede degenerar en una cirrosis y por tanto en la necesidad de un transplante de hígado. Antes sólo se vinculaba cirrosis con consumo de alcohol, pero en los últimos 15 años se ha visto cómo ha aumentado de forma notable la llegada de pacientes cirróticos derivados de una diabetes o una obesidad”.

En la red pública vasca de hospitales se está trabajando ya con el este diagnóstico preventivo, según la representante de OWL. El proceso tiene un coste de alrededor de 300 euros, y se realiza a partir de un sencillo análisis de sangre. “Entendemos que en el ámbito preventivo es muy interesante, no hay que olvidar que un trasplante de hígado de los 150.000 euros, y el mantenimiento de un higado graso sin que llegue a la cirrosis, una vez que ha sido diagnosticado. Como hacemos un diagnóstico muy precoz, estamos salvando muchos pacientes no sólo de un transplantes, sí, pero también muchas cirrosis, que tienen unos costes farmacológicos importantes”, añade.

Pero OWL está abriendo el campo de proceso de su I+D+i metabolómica a otros ámbitos: por supuesto, los laboratorios farmacéuticos, pero también el sector de la alimentación. “Si después de siete años en los que hemos hecho analíticas a hígados de diferentes especies animales, en lo que eran las pruebas previas antes de estudiar el humano, cómo no íbamos a hacer al hígado graso por excelencia, el del pato o la oca”, aclara. Y así, OWL ofrece con el máximo detalle qué perfil metabolómico tiene ese hígado que el productor considera óptimo para la venta en un mercado concreto. “Y luego a partir de esa huella que ofrecemos, ya puede trabajar con ese marchamo: la metabolómica analiza el momento concreto de un producto, más allá de la genética”. El siguiente paso son los aceites, los lácteos y demás. De este modo, los productores tendrán identificado el producto por excelencia y sabrán con mayor detalle cuándo se acercan al alimento perfecto. Que tiemblen los concursos gastronómicos.

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