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“Yo creo que la particularidad de un diario es que es un monólogo”

El escritor Iñaki Uriarte.

Txema G. Crespo / Txema G. Crespo

Vitoria-Gasteiz —

“Termina diciembre de 2010, el mes durante el que menos líneas he escrito desde que comencé estos archivos. Propósito de enmienda. Escribir algo cada día. Es absurdo el miedo que le he tomado a escribir. Como si cada línea que yo escribiera fuera a ser leída, escrutada y juzgada por todo el mundo. Corregir del 2004 al 2008, cuando todavía tomaba notas como si no fuera a publicar nunca. Comprobar si se puede hacer un segundo libro con ello. Y seguir anotando como si ese segundo libro fuera el último. Entrar aquí otra vez de forma habitual. Copiar citas, contar cosas que me afectan, escribir bobadas, banalidades, mis banalidades, pues sé que puedo haber leído veinte mil palabras en un día, pero me voy más contento a la cama si he apuntado en cualquier sitio una mía”.

Estas son las últimas líneas de los diarios de Iñaki Uriarte, suerte de secreto del buen hacer literario que se fue descubriendo con la publicación de la primera entrega en 2010, correspondiente al intervalo entre 1999 y 2003, se acrecentó con la segunda (2004-2007) para confirmarse en esta tercera y última, que recoge los años 2008 al 2010. Estos últimos diarios, más breves, están escritos quizás con un tono más serio que no adusto y sí reflexivo, fruto probable del conocimiento de que iban a salir a la luz, y se percibe esa sombra que no sentían los dos primeros volúmenes.

Así y todo, se confirman los merecidos elogios que recibieron las anteriores entregas, de amigos como Enrique Vila-Matas (a quien conoció cuando vivió en Barcelona y con quien compartió noches de barra, conversaciones y lecturas), pero también de quienes lo han descubierto al llegar a las librerías y esperan cada nueva entrega con pasión, como Antonio Muñoz Molina, o Marcos Ordóñez. Iñaki Uriarte publicó sus diarios ante la insistencia del editor Julián Lacalle, de Pepitas de Calabaza; es una persona reservada, que no gusta de entrevistas, aunque ha concedido alguna que otra, y que se maneja mejor en la intimidad de su hogar, con su esposa y su gato. Este escritor que “nació en Nueva York (1946), es de San Sebastián y vive en Bilbao”, como dice en la solapa de sus libros, y que veranea en Benidorm, ha tenido una azarosa vida en el pasado, con mayo del 68 parisino, cárcel, muertes, divorcio, incendios y muchas noches de juerga. “Todo esto me ha sucedido en una vida en general muy tranquila, pacífica, sin grandes sobresaltos”, en sus propias palabras.   

En esta breve entrevista, que se ha realizado por escrito, Iñaki Uriarte reflexiona sobre estos diarios que nacieron un día en el que tuvo tiempo para escribir y se extinguieron aquel año en que empezó a publicar. 

¿Cómo surge la escritura de los diarios? Parece que llega con la serenidad que aparece en su vida, a tenor de lo que apunta de los años anteriores a la escritura de los diarios.

Empecé los diarios en 1999, a los 52 años, cuando dejé de beber y de salir por las noches. Yo no era más que eso que llaman un bebedor social, pero, más que con la serenidad, los diarios llegaron cuando me encontré con todo el tiempo libre que apareció como por ensalmo cuando dejé de salir y de beber, que se había convertido casi en un trabajo. 

Dice en un momento de este libro: “Uno es más misterioso para sí mismo que para los otros, que pasan de largo”. Y al mismo tiempo, el diario es quizás el género en el que más se pone en cuestión la citada frase.

Lo que quise decir con esa frase es que en lo personal siempre andamos preocupadísimos con asuntos que a los demás les suelen importar poco, porque están preocupadísimos con los suyos. Llevar un diario te revela el caos, el misterio que llevas dentro. Aunque los otros no vean en ti nada muy misterioso.

No cree en la virtud del trabajo, al mismo tiempo que vamos hacia y estamos en una sociedad sin trabajo. No crees que, quizás, es necesaria una militancia hacia una renta universal, hacia una redistribución de la riqueza obligatoria.

Yo sí sería partidario de una renta básica universal. Y no, no creo que trabajar por trabajar sea en sí mismo una virtud. No veo por qué decir de alguien que “es muy trabajador” sea una alabanza ni garantía de nada.

Abre el diario de 2009 con esta cita: “”Ya llevo diez años con este diario. Hay días en que pienso que podría dejarlo, pero creo que se ha convertido en una adicción“. Siempre aparece en la primera página del año correspondiente, una cita que parece dar la impresión de que este volumen, que recorre el tiempo en el que decide que sus diarios sean públicos y que se cierra con el año en el que publicó, podría ser el último. ¿No será verdad?

Sí, es el último. En 2010 se editó el primer volumen y, a partir de ver la luz pública, el diario se autodestruyó. No pude seguir escribiendo como antes, cuando durante diez años había estado tomando notas para mí sin ninguna intención de publicarlas. Yo creo que la particularidad de un diario es que es un monólogo. Tal vez sea eso lo que sorprende e incluso gusta a algunos lectores. Que están escritos hacia dentro, mientras que la mayor parte de lo que se publica en las redes sociales, que a veces se parece mucho a lo que se anota en los diarios, suele estar escrito hacia fuera. Y curiosamente, lo escrito hacia dentro, los diarios, puede producir una mayor sensación de cercanía y proximidad al autor. Como si el lector estuviera descubriendo algo secreto.

Hay una clara voluntad de estilo, al mismo tiempo que un impulso moral recorre todo el diario, aunque intente pasar inadvertido.

Lo de la “voluntad de estilo” puede inducir a equívocos. Como no se refiera a aquello de Orwell de mantener bien limpio el cristal de la ventana. Y en cuanto a lo de “impulso moral”, cito una frase de Montaigne que aparece en este tercer volumen: «No me meto a decir lo que se ha de hacer en el mundo, otros métense ya bastante, sino lo que yo hago».

¿Tiene algo de “personaje” el autor del diario?

Sí, claro. Aunque no sea más que por lo que calla, el autor de un diario se va creando un personaje, al que luego, casi sin darse cuenta, se va adaptando. Pero el autor sigue estando ahí, no lejos del personaje. Borges citaba a Mark Twain: «No es posible que un hombre cuente la verdad sobre él mismo, o deje de comunicar al lector la verdad sobre él mismo“.

Dice usted, “[…] la primera reacción de ama al leer el libro: «Menos mal que todas mis amigas están muertas»”. Por último, viendo su discreción, ¿cómo lleva la fama literaria, más que popular, con lo “peligroso” que es el mundo literario?

¿Fama? Tengo un par de amigos escritores, pero no me muevo en eso que llaman “el mundo literario”.

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