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El renacimiento de las librerías independientes

El interior de la librería Cámara, en Bilbao.

Txema G. Crespo / Txema G. Crespo

Vitoria-Gasteiz —

En 2010, decía Paul Desalmand en su novela 'Las aventuras de un libro vagabundo': “Un libro no es un producto cualquiera, como se ha repetido hasta la saciedad, ni una librería es una tienda cualquiera, al menos una librería digna de este nombre. Lo que más se le parece es una mercería como las de antes. O los drogueros de antaño, que conocían a todo el mundo y eran una autoridad en el barrio. La cuestión es que se teja una red de relaciones. La gente necesita ciertos productos, pero todavía tiene más necesidad de calor humano. Por eso, hoy en día una librería que concilie la modernidad técnica y las prácticas de antaño, con un librero que conozca y ame los libros, que conozca y ame a sus clientes, tiene futuro”.

Y en esa tarea andan un puñado de establecimientos que resisten, cada cual a su modo, a la invasión de la franquicia, cuando el librero se sustituye por el dependiente que lo mismo sabe de novela que de cosmética o legumbres. Ahí están Cámara, en Bilbao, librería decana, que nació de la venta de periódicos para convertirse en referencia en la villa. O Zuloa, en Vitoria, que apostó hace 15 años por la especialización, el cómic. Y en San Sebastián, la resistente Lagun, siempre haciendo frente al fanatismo del signo que sea. Sin olvidar experiencias ambiciosas y sugerentes, como Katakrak (antes La hormiga atómica), librería, cafetería, restaurante, lugar de encuentro de movimientos sociales... impulsado por una cooperativa de 11 personas y que ha vivido estos días una ampliación total gracias a una campaña de crowfunding. Y hay más: Garoa en Zarautz, Libros y Cosas en Barakaldo, Jakintza en Vitoria, Anti en Bilbao La Vieja, que mantiene una esmerada página de venta por Internet...

El librero, especie en vías de extinción, es un oficio vocacional. Así lo reconocen quienes además de amar (y leer) los libros, se están convirtiendo poco a poco en activistas culturales más alla de la bibliofilia. Y en expertos en Internet, aunque parezca contradictorio. La mayor parte de las librerías cuentan con blog, newsletters, presencia en Facebook o Twitter y hasta en Flickr como Garoa. “Las librerías se convertirán en el referente de su entorno, utilizando todos los medios de comunicación, como txokos en los que se reúna la gente amante de la cultura para escuchar poesía, asistir a pequeños conciertos, presentaciones de libros, además de comprarlos, claro”, comenta Imanol Agirre, quien, con su hermano Eneko, reinventaron en 2011 esta librería que abrió su madre en 1973 y que frecuentan escritores como Anjel Lertxundi o Koldo Izagirre.

Esa constante puesta al día que viven muchas de estas librerías (porque cada una sigue su propia estrategia en un gremio que se caracteriza por un apoyo mutuo ejemplar) se puede observar en Cámara, vinculada en su ubicación física a los periódicos. Javi Cámara, tercera generación de la estirpe, lo explica: “La primera librería, que abrió mi abuelo, estaba en San Francisco, porque la prensa llegaba en tren, luego vinimos a la calle Euskalduna, cuando se centralizó el reparto de periódicos en Correos”. Y, ahora que la prensa está en Internet, Cámara se ha volcado en la literatura, en esas editoriales pequeñas, en la especialización (tienen un excelente fondo sobre el ferrocarril, por cierto) y en eventos singulares, como “La cena de los idiotas”. “Sí”, aclara, “del título de la película surgió este evento en el que nos reunimos con escritores y departimos sobre su obra de manera distendida”.

Y así es, también por ejemplo, en Zuloa de Vitoria, la referencia veterana en el mundo del cómic, desde hace 15 años, en la ciudad donde se gesta el TMEO, ese fanzine irreverente que ha creado escuela. “O la editorial Ikusager, pionera en la publicación de cómic de calidad. Es cierto que aprovechamos esa sensibilidad, que no existía ni en Donosti ni en Bilbao, cuando decidimos especializarnos”, recuerda Gorka Basterretxea, responsable junto con Luis Joaquín San Martín de este espacio que, por extensión, se ha especializado en todo lo referente a la imagen. “En ese sentido, viendo cómo evoluciona la imagen como referente en la comunicación, la apuesta fue acertada”.

Por Zuloa, pasaron en su momento, los impulsores de La Hormiga Atómica/ Katakrak para asesorarse cuando decidieron abrir su librería/cafetería/lugar de encuentro en Pamplona. Del mismo modo que colaboran con Joker de Bilbao (otra referencia de nivel), mantienen contacto con Anti, de igual modo que Cámara echa una mano en la apertura de nuevas librerías en el País Vasco.

“Una librería es un espacio cultural también”, insiste Javi Cámara, y hay gestos que parece que reclaman para ellas un lugar en el Patrimonio de la Humanidad y cita un par de ejemplos: “El escritor James Patterson acaba de donar 850.000 dólares a las librerías independientes en Estados Unidos, e Izquierda Plural ha sacado una proposición no de ley para apoyar a las librerías independientes en España”.

Aparte de estas acciones, es indudable que estos refugios de quienes viven el libro más allá de un pliego de páginas encuadernadas están al alza. En Pamplona, Katakrak se ha multiplicado por cinco con el cambio de sede, y con una oferta basada en el ensayo y el libro político. “Teníamos cierto temor a sobredimensionar la librería y ha resultado todo lo contrario, que la gente pide reflexión, teoría política y social: hace unos años no se vendía un 'Manifiesto comunista', ahora no deja de reeditarse”, dice Germán Galarza, uno de los 11 cooperativistas que han puesto en marcha este lugar, con la ayuda de una campaña de crowfunding que ha recogido 32.491 euros. “La gente ha respaldado nuestra propuesta de un espacio abierto que no dependa del Ayuntamiento, el Gobierno foral o las instituciones financieras”.

Y estas librerías funcionan a pesar de Amazon y otros portales de venta por internet y de las grandes cadenas que invaden los centros de las ciudades. Y es que “el ogro está dentro del sector”, comenta Txetxu Barandiaran, ex librero y consultor independiente en el mundo editorial. “Somos el país de Europa con más novedades y con mayor número de librerías por habitante. Vivimos una burbuja que acabará estallando”.

De ahí que la resistencia, la fidelidad y el buen hacer sean las claves del éxito y de que librerías como Lagun en San Sebastián continúen abiertas desde 1968, a pesar de la citada burbuja y, en su caso, de los fanáticos. “Más que nosotros contra el fanatismo, él, en sus diferentes caras, ha estado contra nosotros”, recuerda, sin perder el humor a pesar de lo vivido, Ignacio Latierro, que abrió esta librería junto a María Teresa Castells. Fue lugar de encuentro de la izquierda antifranquista (“aunque nació como una librería literaria, es verdad que hasta 1977, la defensa de la cultura democrática nos llevó a tener un notable fondo de libro político”) y padecieron durante años ataques por la significación de sus propietarios con la lucha contra ETA, hasta llevarles a trasladar la sede.

Pero siempre, en uno u otro lugar, han mantenido una línea que en el fondo es la base de la librería que se precie: “Una oferta seria de libros, para una clientela fiel, a la que le gusta hojear/ojear los libros en las estanterías y disfrutar de un buen rato descubriendo nuevos títulos”, resume Latierro.

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