Alfonso Alonso, el hombre que quería ser ministro
Alfonso Alonso llegó a la primera línea de la política casi sin querer. En 1999, después de que José Ángel Cuerda hubiese ocupado la alcaldía de Vitoria-Gasteiz desde las primeras elecciones, se impuso al PNV y logró el Ayuntamiento de la capital vasca para los populares. La primera gran ciudad vasca (y única por ahora) en que ha gobernado la derecha constitucionalista.
Pronto, ya con el bastón de mando, aparcó la bisoñez y demostró una gran cintura política. Sustentó su Gobierno en acuerdos presupuestarios con el PSOE, en la época en la que les unía el frente contra la violencia de ETA, y se convirtió en una de las imágenes de un Partido Popular más centrado que sus colegas madrileños. Al más puro estilo de Alberto Ruiz-Gallardón, pero a lo vasco. Era la época de Aznar en las Azores y del acento californiano del expresidente, pero la gomina del PP nacional no alcanzó a la opinión pública local. Aunque sí a la gestión.
Alfonso Alonso se encontró con la alcaldía vitoriana en sus primeras elecciones casi por incomparecencia de los rivales. El PNV planificó una campaña nefasta que hundió a su candidata y el PSOE estaba enfangado en el sambenito del “paro, corrupción y despilfarro”. Pero Alonso supo convertir la ocasión en oportunidad y logró revalidar en 2003 su mandato durante cuatro años más. Consiguió la imagen de alcalde mesurado, solo la imagen, y ocupó el centro ideológico de una ciudad moderada.
Y así llegó hasta sus terceras elecciones, en 2007, donde cayó derrotado por el socialista Patxi Lazcoz gracias, por un lado, a la ola de zapaterismo que por aquel entonces barrió el país y, en parte, por una gestión plagada de irregularidades, escándalos urbanísticos y muestras de prepotencia.
Alguna de sus actuaciones como alcalde de Vitoria está hoy, siete años después, todavía en entredicho. Por ejemplo, el juez Ruz tiene documentación remitida por los socialistas para investigar un contrato que la empresa Sufi, involucrada en la Gürtel, firmó con el Ayuntamiento bajo su mandato. Y el Tribunal de Cuentas del Reino analiza el alquiler de una lonja por parte del Ayuntamiento a un conocido empresario local por un precio absolutamente desmesurado… y firmado una vez perdidas las elecciones por Alonso y con el actual alcalde, Javier Maroto, también del PP, como mano derecha. Y, entre otras cosas que logró, lo consiguió porque expulsó a la oposición de la Mesa de Contratación municipal en un ejercicio de poca transparencia.
Además, como un pequeño monarca, actúo pensando en su propio beneficio, por encima del de la ciudad, algo común en muchos alcaldes, solo que esta vez tuvo consecuencias para las arcas públicas. Inauguró unos viales antes de tiempo para que la foto entrase en periodo electoral, pero la jugarreta la aprovechó la empresa para dar la obra por finalizada. Culminarla de verdad, esta vez sin foto, costó 2,4 millones de euros más.
Alonso se fue de Vitoria a Madrid con su imagen deteriorada en lo local. Sus salidas de tono, el ambiente festivo que le rodeaba, el trato de favor a los cercanos… dejaron mella. Pero todos, absolutamente todos los que trataron con él en su ciudad natal, sabían que él se fue porque el corral se le había quedado pequeño y aspiraba a un sillón más cómodo. Lo ha conseguido.