Cooperativismo hasta sus últimas consecuencias
“El cooperativismo es una afirmación de fe en el hombre, en el trabajo y en la condición humana”. La frase corresponde a José María Arizmendiarrieta, el sacerdote que fundó la actual Corporación Mondragon y sirve para definir la prioridad por la que se rige este grupo: el compromiso de sus cooperativas de ofrecer puestos de trabajo a los socios que se quedan descolgados de otras sociedades del conglomerado por quiebra. Nunca como hasta la caída del gigante Fagor Electromésticos, en octubre de 2013, este principio había sido sometido a tanta tensión. Un total de 1.895 personas se vieron sin trabajo de un día para otro. Hasta ese momento, la experiencia de la Corporación Mondragon en la recolocación de socios había sido extensa, pero jamás se había enfrentado a una dimensión así. Con el añadido de que se produjo en el segundo embate de la crisis.
Zigor Ezpeleta, director de Gestión Social de la Corporación, se encontró con el problema encima de la mesa: había que recolocar 1.895 personas. Y, sobre todo, era preciso hacerlo con rapidez. Dos años después, la situación se encuentra prácticamente normalizada. El grupo ha reubicado de una manera u otra a los socios de Fagor Electrodomésticos y la forma de hacerlo es un ejemplo de cómo se pueden llevar hasta sus últimas consecuencias los valores del cooperativismo. De los 1.895, 710 se encuentran en una reubicación provisional; 250 en reubicaciones definitivas; 480 prejubilaciones; 260 se han quedado en el grupo CNA (el que compró la marca Fagor Electrodomésticos), y hay una bolsa flotante de entre 150-200 personas que entran y salen de las cooperativas con frecuencia.
Los cambios regulatorios de Lagun Aro; la apertura del resto de cooperativas para incorporar nuevos trabajadores sin poner en riesgo el negocio y la suerte de contar con sectores que han tirado hasta en la crisis, ha facilitado el complejo proceso de las reubicaciones. Esta es la historia de ese proceso.
“En la naturaleza de la cooperativa hay una larga experiencia de recolocaciones. Lo que cambia con Fagor Electrodomésticos es la dimensión. En este caso, hasta se cayó la matriz”, recuerda Ezpeleta. Lo primero que hizo el equipo que coordina fue identificar la capacitación profesional de cada persona. “Se hizo un análisis del tipo de puestos que tenemos en nuestra esfera industrial, de distribución y en Laboral Kutxa. Era una prueba de fuego, había que demostrar que lo que decimos somos capaces de hacerlo. Con una crisis potente se tensionan los valores fundacionales de la cooperativa. Tengo un punto de orgullo de cómo han respondido las cooperativas. Tenían una conciencia clara del gran problema que había. Y era una conciencia de que el problema era de todos, del conjunto del grupo”.
En un primer momento, se echó mano del propio sistema de cobertura del grupo gestionado por Lagun Aro, que cuenta con un desempleo de 24 meses. Es el colchón que teníamos para encontrar una reubicación a las personas que habían salido de Fagor“. Pero hubo que pedir un esfuerzo a todos los socios para que aumentaran sus cuotas y así poder facilitar la prejubilación de los que ya tenían 55 años.
Los fondos que gestiona Lagun Aro incluso financian la diferencia de salario en el caso de que el nuevo empleo esté peor remunerado y también gastos de desplazamiento u otros. “Cuando una persona está reubicada sigue cobrando lo mismo que antes y si hay diferencial entre el puesto que ocupa y el salario la diferencia se paga desde Lagun Aro. Se paga un kilometraje a partir de un entorno de 10-15 kilómetros”.
Perfil
PerfilLa recolocación se hace “desde la razonabilidad”, recalca Ezpeleta. “Una cooperativa no puede incorporar un número de personas tal cual, sin poner en riesgo su viabilidad. Hay que hablar con cada cooperativa y ver qué opciones tienen, si están generando empleo, en qué área y qué tipo de perfil precisan”. Fagor Electrodomésticos era una cooperativa muy intensiva en mano de obra, pero poco cualificada al tratarse de una cadena. “Nos encontramos con alrededor de 400 personas con cualificación muy baja. Por eso, su reacomodo en el resto de cooperativas es más complejo. Hemos puesto en marcha un programa de formación de ciclos de grado superior en mecatrónica y mecanizado para que estudien mientras trabajan y alcancen un nivel que les permita consolidarse como socios en las cooperativas donde se han reubicado. Ahora tenemos en torno a 100 personas en ese proceso”.
La solidaridad no es nueva en la Corporación Mondragon, pero el volumen de las personas a reubicar ha provocado temores y preguntas en el resto del grupo. “Hay una etapa de duelo colectivo que había que superar y ser generosos. Con el problema encima de la mesa hay que aprender de los errores para que no se vuelvan a repetir, pero, sobre todo, es el momento de sacarlo adelante. Lo primero era salvar la situación. La hoja de ruta no estaba marcada; las derivadas eran múltiples, desde jurídicas hasta de imagen. La coordinación fue fundamental”.
El hecho de que las personas empezaran a trabajar rápidamente ha sido determinante. “Si te pasas tiempo en casa comiéndote la cabeza con preguntas….Los aprendizajes de fondo han sido un reto para la Corporación. Desde el exterior nos preguntan cómo es posible que hayamos conseguido estas reubicaciones”.
La mayor lección que se lleva Ezpeleta es que la solidaridad “no es solo un papel pegado en la pared. Hay hitos que te marcan si estás en el buen camino o no lo estás y este era uno claro. El grupo ha respondido de manera muy satisfactoria. Fagor Electrodomésticos fue la madre de muchas cooperativas industriales y gracias a su éxito otras recibieron la ayuda que necesitaron”.