“Igual ETA se convierte en vendedora de sus armas para hacer caja, como el IRA”
Florencio Domínguez, experto en ETA y en terrorismo y doctor en Comunicación Pública por la Universidad de Navarra, está inmerso junto a un equipo multidisciplinar del Centro de Ética de la Universidad de Deusto formado por investigadores, historiadores, periodistas y profesores de Economía, en un estudio a gran escala de la incidencia de la extorsión de ETA.
Esta semana ha ofrecido una conferencia en Forum Deusto bajo el título “La financiación del terrorismo de ETA en la democracia”. La presentación de la charla corrió a cargo de Izaskun Sáez de la Fuente, la persona que coordina el estudio sobre el mal llamado 'impuesto revolucionario' de la organización terrorista ETA, “un iceberg del que solo vemos una pequeña parte porque la mayor parte de esa realidad está sumergida”, recordaba la directora del estudio, parafraseando al propio Florencio Dominguez.
Este experto en ETA, autor de numerosos libros sobre el terrorismo y presidente del grupo de expertos creado para definir el Memorial de Víctimas del Terrorismo, define tres vías para la financiación de la actividad de ETA: en una primera etapa los atracos -abandonados cuando la dirección comprobó que los fondos obtenidos eran residuales para los riesgos que implicaban esas acciones- los secuestros y la extorsión a través del chantaje. Entre 1977 y 1986, las diversas ramas de la organización terrorista lograron unos ingresos similares a 19 millones de euros en la moneda actual, mientras que por la vía de los secuestros, entre 1973 y 1997 ETA logró entre 101 y 104 millones de euros, según los datos aportados por Domínguez y que forman parte del estudio, cuya finalización se prevé para 2016.
¿Cuánto dinero han logrado los terroristas por la vía del chantaje terrorista? “De la extorsión es imposible poner una cifra, de atracos y secuestros sí. Entre otras cosas porque durante muchos años el chantaje se vivía como algo privado”, no traspasaba las cuatro paredes de las viviendas de las personas que recibían las cartas en las que ETA exigía el dinero, señala Florencio Dominguez. “Los extorsionados por ETA han optado por el silencio y la reserva”, explica. En cualquier caso lo que sí ha podido constatar en la investigación es que cuando los etarras han dispuesto de menos dinero procedente de la extorsión “su capacidad operativa quedaba mermada”.
En cualquier caso, los presupuestos de ETA ha sido “hasta cinco veces menores que los del IRA. ”En la década de los 80, según se pudo constatar en los papeles intervenidos en operación de Sokoa en Francia en 1986, ETA tenía un presupuesto de entre 4,5 millones y seis millones de euros. Y entre dota la documentación requisada, la policía también pudo constatar hasta dónde llegaba entonces el chantaje terrorista entre los empresarios. “Había un listado con 117 empresarios, y en 68 de ellos están constatados pagos a ETA”, explicaba en la charla Domínguez.
“Entre 1987 y 1993 ETA ingresa menos dinero por la vía de la extorsión, y en algunas cartas intervenidas a la dirección se llega a reconer que ”es que últimamente no se está pagando“. En una de ellas se cifra incluso que de los 600 millones de pesetas de la época exigidos solo se había logrado recaudar tres.
“En 1993 llega la etapa de la profesionalización y de la aplicación de la informática y de las bases de datos con los nombres de empresas, empresarios, profesionales, cada uno con su código alfanumérico”, precisa Domínguez. Y nuevas fórmulas de chantaje: “la organización busca la fidelización de los clientes, prefiere obtener ingresos regulares a lo largo de cinco o diez años”, de forma que sabe con cuanto dinero fijo va a contar. Amplía el chantaje y manda cartas más allá del País Vasco o Navarra. “Remite remesas de cartas a Madrid, Aragón, Cantabria y otras comunidades”, aunque con poco éxito porque la capacidad de intimidación en esas comunidades es menor y muchas de las empresas denunciaron la extorsión. “En el caso de Madrid, exigieron 100 millones de pesetas a las grandes empresas. De un total de 94 companías, 31 lo denunciaron a la policía”, relata.
Una colecta “simpática o medio voluntaria”
“Otra de las novedades fue la colecta de dinero simpática o medio voluntaria, no se utilizaban fórmulas de chantaje y esas peticiones se hacían con gran tiento”, explica este experto.
La última etapa, tras el final de la tregua de Lizarra (1998-2000), es la del declive operativo, pero también en las finanzas de la organización terrorista. “El efecto del asesinato en el verano de 2000 de José María Korta, presidente de la patronal guipuzcoana, dura dos años. En esa etapa hay una campaña fuerte de extorsión y 17 atentados relacionados con el chantaje”.
Pero cuando se produce la detención en 2004 del jefe político de ETA, Mikel Albisu, 'Antza', y de su compañera Soledad Iparragirre, 'Amboto', entonces al frente del aparato de extorsión (Gezi), en la documentación intervenida por la guardia civil se aprecia que el denominado 'efecto Korta', como llega a denominar la dirección el asesinato de Korta, se ha agotado. “Tuvieron dos años buenos en la recaudación, pero luego va hacia abajo. De hecho, en los últimos años se pasa de 1,7 millones de euros de ingresos a 1,4 millones en 2002 y otro tanto en 2003, un total de 733.000 al año siguiente y en 2005 solo llegan a 625.000 euros. Es decir que gastaban más que lo que ingresaban porque el presupuesto anual de ETA en esos años era de cerca de dos millones de euros”, detalla Florencio Domínguez.
En la investigación realizada se descarta que ETA utilizará el tráfico de drogas para abastecerse de dinero, “al menos sostengo que no hemos encontrado pruebas”. Y en el caso del tráfico de armas, Dominguez apunta que a lo largo de su historia ETA “ha sido compradora” de armamento. Aunque advierte que, como pasó en el caso del IRA cuando abandonó el terrorismo tras los 'Acuerdos de Viernes Santo' en 1998, “ahora en ETA se puede producir el efecto contrario. El IRA hizo caja con la venta de su armamento, incluso con ETA, a la que vendió un misil estropeado que no funcionaba. Igual ahora los de ETA se convierten en vendedores de sus armas para hacer caja, como hizo el IRA tras cesar su actividad terrorista”, apunta este investigador.