“No tengo ningún problema en que los asesinos de mi padre cumplan las penas en Euskadi”
Sara Buesa, hija del dirigente socialista vasco y exvicelehendakari, Fernando Buesa, revive estos días el asesinato hace ahora 16 años de su “aita” (padre) y de su escolta, Jorge Díez Elorza, a manos de la organización terrorista ETA. Ha llevado su testimonio de deslegitimación de la violencia a las aulas y ha compartido también espacio y discurso con otras víctimas de los GAL o de los abusos policiales y tortura en la iniciativa Eraikiz. Considera que, a día hoy, tanto construir un “relato veraz” de lo ocurrido con el terrorismo en Euskadi, como que la izquierda abertzale asuma que aplaudir, apoyar a ETA “estuvo mal” y tanta muerte “fue inútil”, siguen siendo tareas fundamentales.
Contesta a las preguntas de eldiarionorte.es un día después del acto que anualmente se realiza en la capital alavesa en memoria de su padre. Doctora en Psicología, Sara Buesa reflexiona más desde la ética que desde la política, pero no rehuye ninguna pregunta. Sin atisbo de odio en sus palabras y con las ideas muy claras sobre la justicia y el Estado de derecho, apunta que “no tiene ningún problema en que los asesinos de su padre cumplan las penas en cárceles de Euskadi. ”Lo que me parecería mal es que hubiera impunidad o que salieran a la calle todos“, apunta, al tiempo que aplaude que las víctimas de los abusos policiales o de la tortura ”tengan su reconocimiento“ institucional y su reparación, como el que ha tenido lugar este sábado. Y ahora que Arnaldo Otegi, secretario general de Sortu, va a salir de prisión considera que sería ”estupendo“ que enviara a su mundo y a la sociedad vasca un discurso nítido de reconocimiento del daño causado, de que ”matar estuvo mal“ y de revisión crítica del pasado de la izquierda abertzale.
En la actualidad es Directora de Políticas Sociales del Ayuntamiento de Vitoria con el alcalde peneuvista Gorka Urtaran. Sara Buesa sugiere que en materia de paz y convivencia, los Ejecutivos español y vasco deben sentarse a hablar, llegar a acuerdos e “ir de la mano” para cerrar definitivamente los 50 años de terrorismo de ETA. Y pone deberes a los partidos para “afianzar la confianza”: tendrían que actuar y “movilizarse no en función de lo que hace el otro, sino fijándose en lo que tiene que hacer cada uno”.
Estas fechas tienen que ser duras para la familia Buesa y para la de su escolta Jorge Díez Elorza.
Son días de recuerdo de lo que sucedió y tienen siempre un sabor agridulce. Tristeza por revivir el asesinato de mi aita y al mismo tiempo es bonito hacer ese recuerdo y ese homenaje. Emocionalmente, intenso.
Recordaba el pasado jueves en el 'in memoriam' de este año, en el que ha participado también el periodista Iñaki Gabilondo, que “aquello no tuvo nada de heroico, ni de patriótico”.
Está claro, pero como en determinados momentos ha habido personas que en su ideario justificaban los asesinatos de otras personas por patriotismo, matar por el pueblo vasco, me parecía importante recalcar también ese mensaje. Matar a una persona no tiene nada de heroico, ni nada positivo.
16 años del asesinato de su padre Fernando Buesa, más de cuatro del final del terrorismo de ETA, ¿cuál es la foto fija de la sociedad vasca en materia de convivencia? Hablaba de que vivimos un tiempo de “impasse”.
La foto que empleamos en la invitación de este año pretendía también explicar cómo vemos la situación: esa imagen de un estanque que está aparentemente en calma, pero es un agua que se queda estancada y es necesario removerla y hacer cosas. La sensación de que todo el mundo está mirando desde la orilla, mirándose los unos a los otros, y no se termina de dar pasos y de afianzar nuestra convivencia.
Iñaki Gabilondo recordaba en el acto a su aita que “la violencia de ETA ha envenenado a toda la sociedad vasca” tras tantas décadas de terror.
Sí, sí, comparto esa idea totalmente. Hemos convivido tantísimo tiempo con la simbología explícita de exaltación del terrorismo, de la violencia en nuestro día a día que, al final, te habitúas a vivir un poco con ella. Al final, moralmente todo eso repercute en los valores que tiene una sociedad. Y desde el momento que te dejas de horrorizar con estas cosas y empiezas a convivir con ellas como algo cotidiano pues algo está sucediendo, ¿no?
Y, sin embargo, lo que hemos visto en todas las víctimas es una enorme generosidad. Sin atisbo de odio, sin caer en la tentación de tomarse la justicia por su mano.
Yo hago un poco lo que me sale natural. Es una elección lo que cada uno hace con sus sentimientos, cómo te los trabajas. Odio nunca he tenido, seguro que debido a mi familia, a la actitud que hemos tenido, cómo hemos enfocado esto juntos. Siempre lo he tenido muy claro: que a mi padre le hubiera gustado que fuéramos lo que somos, felices en nuestras vidas y con un corazón limpio; y al final el odio lo que te hace es daño a ti mismo. Y lo de la justicia ... es que bueno en ningún momento se me ha pasado por la cabeza tomármela por mi mano. Estamos en un Estado de derecho, hay unas normas, una justicia. Y si creemos en la democracia tendremos que asumir las sentencias, algunas veces polémicas, y confiar en la justicia. Tenemos que confiar en las reglas de juego que nos hemos marcado todos para convivir.
De hecho, este año ha remarcado en su intervención que cree “en la reinserción, en las personas, en los procesos de cambio y evolución y en las segundas oportunidades”. Eso demuestra que la convivencia se construye día a día.
Sí. El ser humano es capaz de lo mejor y de lo peor, y nadie es totalmente bueno o malo. Las personas tienen capacidad de reflexionar, de darnos cuenta de las consecuencias que tiene lo que hacemos. Yo tengo esa confianza. Cuando hablo de la reinserción no hablo a nivel global, lo visualizo como caminos individuales de personas que son capaces de darse cuenta de los errores terribles que cometieron y de las consecuencias tremendas que tuvieron, de reconocer el daño causado y creo que en esos casos hay que tender una mano.
Ha comentado incluso que no le planteaba problema alguno que los asesinos de su padre cumplieran las penas en prisiones cercanas a su domicilio, en Euskadi.
Es que no me importa. No tengo ningún problema. Todo lo que sea dentro de la legalidad pues que así sea. Lo que me parecería mal es que hubiera impunidad o que salieran a la calle todos. Tiene que haber justicia, y yo en mi caso siento que hay una justicia. El derecho de los presos a cumplir sus penas cerca de sus casas también está ahí. Eso no me genera ningún inconveniente.
Cuando le plantearon la posibilidad de participar en los encuentros restaurativos con los presos arrepentidos de ETA de la vía Nanclares, no se animó a dar el paso. ¿Por qué?
No. Es verdad que me lo planteé y lo estuve pensando. Lo que me frenó fue que tenía mucho miedo a poner mucho de mí misma y exponerme mucho y tenía ese poso de duda de si ese arrepentimiento sería ficción o no. Y con esto no quiero juzgar si lo es o no, que quede claro. Era más esa inseguridad interna que tenía sobre si ese arrepentimiento iba en serio o no, si era sincero, porque para mí eso es muy importante. La ambigüedad en esos temas me genera mucho desasosiego, Y eso que yo soy confiada y creo que hay que tender una mano, de verdad. Pero arriesgarse a ese desengaño, que no sea real, fue ese miedo el que me paró. Había y hay aún discursos ambiguos y ambivalentes en el ambiente por parte de determinados sectores en relación a justificar el terrorismo de ETA. ¡Es que ensalzaban a personas que habían cometido actos violentos! Y como no me dio la seguridad suficiente, no lo hice.
¿Todavía aprecia esas actitudes a día de hoy? ¿Existe esa legitimación de ETA?
No se percibe abiertamente como en otras épocas, hay una diferencia clara. Todos hemos escuchado declaraciones, voces que reafirman su apuesta por la convivencia, en el presente, y por la no utilización de la violencia. Pero cuando se habla del pasado hay bastantes voces que apuntan que, bueno, eran otros tiempos, que en aquel momento igual sí que fue necesaria la violencia, que ETA tuvo su valor y cumplió su función. Esas voces existen, son públicas y pasa muchas veces.
Ha habido un silencio cómplice en Euskadi. ¿Es bueno que la izquierda abertzale que nunca ha condenado a ETA y que la ha aplaudido reconozca el daño injusto causado?
Que matar estuvo mal, también entonces. Siempre estuvo mal. Esa revisión del pasado la tienen aún pendiente, la tienen que hacer. Es una mochila que llevan y que arrastran todavía.
¿Por qué cree que le está costando tanto al mundo político que aplaudió la violencia de ETA quitarse esa mochila definitivamente?
Pues no lo sé. Supongo que tendrán sus historias internas, que reconocer eso supone asumir una responsabilidad sobre el pasado. Asumir que estuvieron apoyando una estrategia violenta que estuvo mal, que no valía la pena y que, además, fue inútil. Es un paso que entiendo les debe costar pero que es completamente necesario.
Comentaba que durante años le había acompañado el estigma de ser víctima. ¿qué quiere decir exactamente?
Esto le sorprende a mucha gente, sí. Y es bastante habitual entre las víctimas de todo tipo. Es un sentimiento irracional porque tú no tienes que sentirte avergonzado por nada. Lo que te ha sucedido es algo malo, pero no es nada malo tuyo. La sensación de que te ha pasado algo terrible, es como de vergüenza. Y todo está muy condicionado por el entorno y la sociedad en la que se vivía. Yo tengo una anécdota de cuando tenía 16 años y entre en un bar de la Kutxi [calle del Casco Viejo de Vitoria-Gasteiz] y me encontré con la foto en un cartel de mi aita con una diana encima. Mi sentimiento fue de vergüenza: “Ay, que no me reconozca nadie”. Ahora lo pienso y digo, jo ¡qué terrible! Creo que todo estaba entonces muy condicionado por el entorno.
Pero la vivencia es muy reveladora de aquel ambiente que se vivía en los años de plomo.
Sí, sí. El propio entorno hostil de alguna forma te hacía sentir que tú eras un bicho raro. Como que tuvieras algo de lo que avergonzarte.
Como si tuviera que esconder su apellido, cuando lo que tal vez le debería salir de dentro era arrancar de cuajo aquel cartel, ¿no?
Sí, sí. No es fácil explicarlo de manera muy racional, pero realmente era así.
¿Qué ha aprendido Sara Buesa escuchando a víctimas de los GAL (Grupos Antiterroristas de Liberación], de torturas o de abusos policiales en la iniciativa Eraikiz?la iniciativa Eraikiz
Lo primero que me sorprendió fue darme cuenta de los prejuicios y estereotipos que tenía, que todos tenemos. No tengo ningún problema en sentarse a hablar con cualquier víctima de cualquier tipo siempre y cuando compartamos unos valores comunes. Si yo voy a tener enfrente una victima de los GAL que me va a justificar ETA y que mi aita era culpable del “conflicto vasco” pues seguramente no me hubiera sentado en esa mesa a hablar. Pero, de verdad, la sensación de conexión fue tan grande y la sorpresa de compartir historias tan distintas que todas hemos vivido, pero al final el punto al que habíamos llegado era el mismo: qué sinsentido tiene la violencia y cómo valoramos todos la vida, la paz, los derechos humanos y eso lo tenemos tan claro todas, así como el rechazo nítido de la violencia. Con eso se abren todas las puertas. Me he dado cuenta al compartir estas historias que, al final, las necesidades y derechos que tenemos como víctimas son los mismos y que a todas nos duele el mismo tipo de cosas. Por eso es importante hacer un relato veraz de lo ocurrido, deslegitimar claramente la violencia que hemos sufrido. Yo denuncio esos discursos que a veces escuchamos legitimando la violencia de ETA, pero entiendo también las sensación de Pili Zabala cuando escuchó aquellas declaraciones de Rafael Vera [exsecretario de Estado para la Seguridad con Felipe González] justificando de alguna manera el GAL, son las mismas sensaciones. Y luego la importancia de que se haga justicia, de la reparación; nuestras emociones y demandas nuestros derechos como víctimas son los mismos.
La iniciativa de víctimas Eraikiz fue un aldabonazo a la clase política en relación a la necesidad de revisión del pasado, de construir una memoria inclusiva, de la importancia del relato veraz y la deslegitimación del terrorismo. Pero el 10 de noviembre pasado, en el Día de la Memoria, no hubo unidad en los partidos políticos, la ponencia de Paz y Convivencia sigue atascada en el Parlamento vasco, etc. Usted planteaba en su intervención una pregunta ¿A qué esperamos?
Yo soy muy poco política; me centro mucho en el plano humano y ético. Pero, desde ese punto de vista, me parece tan incomprensible algunas cosas. Hay dos planos en juego: el tema de los derechos de todas las víctimas, y ahí todas somos iguales, y hay que seguir avanzando en el reconocimiento de otras víctimas. Y otro plano es la deslegitimación clara del terrorismo de ETA, que todavía está pendiente por hacer. Y eso exige hacer un análisis independiente de lo que ha supuesto el terrorismo de ETA sin mezclarlo con otras situaciones. Y mientras ese análisis independiente no se haga seguirán los recelos y desconfianzas a planteamientos que incluyen mezclar víctimas. Hay gente que lo puede vivir como que se están mezclando realidades precisamente para eludir responsabilidades, pretender que todo fue lo mismo y no asumir lo que pasó. Algo así como que todos hemos sufrido mucho y ya está, y nos quedamos en esto. Es necesario ese análisis independiente del terrorismo de ETA y que se asuman responsabilidades. Y eso quitará muchísimos recelos por parte de otras personas. Creo que eso está bloqueando muchas cosas. Pero tampoco eso debe justificar que no se reconozcan otros sufrimientos y otras víctimas.
Imagino entonces que saluda la iniciativa, que ya comenzó con el Gobierno socialista de Patxi López, del reconocimiento que ha habido ahora a 187 víctimas de los abusos policiales y el acto institucional de este fin de semana con el lehendakari Urkullu a la cabeza.
Yo todo eso lo aplaudo, por su puesto que sí, y me parece muy bien. Y me alegro mucho de que tengan ese reconocimiento. Creo que desde el Gobierno vasco se está haciendo un trabajo muy importante poniendo en el centro los derechos humanos, avanzar en el reconocimiento del sufrimiento que ha habido en diferentes víctimas y en la reparación, en sacar esos testimonios a la calle... y me parece importantísimo. Pero creo que desde el Gobierno vasco, desde las instituciones no se está abordando la otra parte de la deslegitimación, el análisis específico del terrorismo de ETA. Y es fundamental, la echo en falta.
¿Cómo se debería superar esa zona de confort en la que parece estar la clase política en Euskadi?
No lo sé. Cada uno tiene que ver lo que hace y lo que tiene pendiente. Y hay partidos que tienen más responsabilidad que otros. Y movilizarse no en función de lo que hace el otro, sino fijándose en lo que tiene que hacer cada uno. No entiendo eso de si tú das pasos en esto, entonces yo reconozco esto otro. Es que no lo entiendo.
¿Cree que estaría bien por ejemplo que una persona como Arnaldo Otegi, que va a salir de la cárcel en unas semanas, hiciera una reflexión pública en ese sentido?
Sería estupendo, claro. Estupendo. Sí.
Ya sé que lo suyo no es la política, pero ¿qué le pediría al futuro Gobierno de España en materia de paz y convivencia para cerrar definitivamente el ciclo de la violencia terrorista de ETA?
Buff, vaya pregunta. Soy poco política. (silencio) Creo que hay una cosa fundamental: tiene que haber coordinación por parte de los Gobiernos central y vasco. Sentarse a hablar e ir de la mano en estos temas. Y llegar a acuerdos. Y si me preguntas en relación a la política penitenciaria te diría que el hecho de que se cerrara la vía Nanclares me pareció una pena.
Recuperar esa vía sería bueno, incluso igual hasta Sara Buesa se animaba a hacer el encuentro restaurativo pendiente con un terrorista arrepentido, ¿no?
Bueno, eso ya lo veríamos. (Risas).