Togas argentinas contra la impunidad franquista
“Hacia las doce del mediodía llegamos a Zarautz. Preguntamos al guardia que estaba en la puerta del cuartel si Andoni Arrizabalaga estaba allí. Después de identificarnos nos hizo esperar un momento. Enseguida apareció un capitán joven (después supimos que era Jesús Muñecas) que nos invitó a entrar en el cuartel. Subimos con él al primer piso, y en una habitación que daba a la calle estaba Andoni, esposado. Estaban claras y palpables las atrocidades que le habían hecho. Llevaba puesta la misma ropa del día en que le habían detenido; sucio, lleno de arañazos y de restos de sangre. La cara hinchada llena de moratones y los brazos, igual. No daba imagen alguna de ser humano. Estaba irreconocible. Con una sonrisa cínica el capitán Muñecas añadió: ”Esto es lo que ocurre cuando no quieren colaborar“.
Testimonios como este se acumulan en la mesa de María Servini de Cubría, la juez argentina que instruye la querella 4591-10, en la que se investigan los crímenes contra la humanidad ejecutados por el franquismo a lo largo de los 40 años de dictadura. Su decisión de ordenar la detención internacional de cuatro presuntos responsables de crímenes contra la humanidad durante el régimen franquista -el excomisario José Ignacio Giralte González, el exinspector José Antonio González Pacheco, más conocido como ‘Billy El Niño’; el exescolta de Franco y de la Casa Real, Celso Galván Abascal, y el propio Jesús Muñecas- ha devuelto la esperanza perdida a las asociaciones que se niegan a pasar la página de esos 40 años sin leerla. Centenares de testimonios y casos en los que los relatos de torturas se superponen sobre los expedientes de ejecuciones extrajudiciales, detenciones ilegales, asesinatos y éstos sobre los ‘paseos’, las humillaciones, los robos de niños…
Muñecas tiene ahora 74 años y vive en Madrid. 'Billy El Niño' anda por los 66 y reside también en Madrid. Los otros dos agentes, Giralte y Galván, ya han fallecido, en abril de 2007 y en 2009, respectivamente, algo que ya ha comprobado el juez de la Audiencia Nacional Pablo Ruz con los correspondientes certificados de defunción antes de responder a la juez argentina sobre su petición de detención. Y a tenor de lo que mantiene la Fiscalía española –que entiende que los delitos están prescritos-, todos ellos pueden dormir tranquilos como hasta ahora, porque el ministerio público considera del todo “innecesario” el arresto de los imputados.
Jon Arrizabalaga tiene una mira limpia, decente. Le cuesta hablar en castellano, pero su historia se resume en un par de frases: “No se trata de venganza, solo queremos justicia. Y que este horror no vuelva a ocurrirle a nadie. Es una batalla contra la impunidad”. Jon no sabe de prescripciones, ni de requisitorias, ni de cómo deben estar redactadas las órdenes de Interpol, ni de esa terminología judicial que muchas veces envuelve la realidad hasta distorsionarla de tal manera que la deja irreconocible.
Hoy martes el sol pega con fuerza en Ondarroa. Con un viento sur que deja pegajoso el ambiente, Jon Arrizabalaga ha salido a pasear por su pueblo, un municipio pesquero feudo de la izquierda abertzale y testigo de la represión durante el régimen de Franco. Un viento sur que debe parecerse un poco al que disfrutó su hermano en 1977 tras abandonar la cárcel gaditana de Puerto de Santa María un buen día de abril tras aprobarse la ley de Amnistía. Ajeno a la decisión de la fiscalía española de oponerse a la entrega de los supuestos torturadores ordenada por la juez Servini, el hermano de Andoni Arrizabalaga no oculta su alegría por la decisión de la magistrada argentina. Reconoce que cuando firmó, un 30 de marzo de 2012, su testimonio de cinco folios sobre lo que le pasó a su hermano pensó en su fuero interno: “¿Adónde llegará esto?”. “Ahora siento una alegría inmensa porque se ve una luz. Mira, nosotros hemos sido de una familia de no acurrucarse. Y tenemos la obligación de que se sepa lo que pasó, de esclarecer todo este horror”, confiesa.
Servini parece haber tomado el testigo del trabajo que dejó inacabo el magistrado Baltasar Garzón, expulsado ahora de la carrera judicial, y al que se le acusó de prevaricación por investigar los crímenes del franquismo pese a conocer la ley de Amnistía de 1977. La misma que posibilitó que muchos luchadores antifranquistas como Andoni abandonaran las cárceles, pero también una legislación convertida en auténtico cortafuegos para la investigación judicial en España de los múltiples delitos que acompañaron a los 40 años de dictadura. La causa contra el franquismo había quedado huérfana en España.
En marzo de 2012, el Tribunal Supremo resolvió que no podían investigarse los crímenes franquistas como delitos de lesa humanidad. La investigación entró en vía muerta y el juez más mediático de España tardaría solo unos cuantos meses más en hincar las rodillas y perder definitivamente sus puñetas y la toga de magistrado. Garzón no le ocultó esta realidad a la juez argentina cuando el pasado mes de mayo testificó ante la instructora en Buenos Aires. Sus palabras de aliento retumbaron en la sala: “La única instancia judicial en el mundo que está investigando estos crímenes de naturaleza internacional es este juzgado, y por tanto el único y último reducto de las víctimas para que puedan ejercer su derecho fundamental ante la Justicia”.
Josu Ibargutxi anda estos días trabajando 25 horas al día contra la impunidad. En Goldatu, organización de presos y represaliados por la dictadura que, junto a otras del resto de España como La Comuna, han impulsado la querella en Argentina, preparan ya la nueva visita que girarán el próximo 20-N a Buenos Aires para mantener viva la llama de la investigación. El testimonio de Jon Ibargutxi también engorda el sumario argentino. Aun recuerda con nitidez tras su detención en abril de 1968, después de colocar un artefacto explosivo en la sede del rotativo El Correo en Eibar, las amenazas de ser trasladado a San Sebastián “para dejarme en manos del torturador Melitón Manzanas” o su paso en 1969 por el hospital penitenciario de Madrid, un “insalubre lugar en el que las ratas campaban por debajo de las camas de los enfermos”.
Cree que el Gobierno del PP optará por poner “todas las trabas que pueda para que la extradición se vaya diluyendo. A fin de cuentas son de los suyos, pero quedará demostrado que el Estado español, como lo fue en los años del franquismo más rancio, sigue siendo refugio de asesinos, fascistas y corruptos, como dijo hace unos días nuestra abogada y amiga Ana Messuti”, augura.
Los hechos revelan la incomodidad del Ejecutivo de Mariano Rajoy con esta investigación. Recientemente, España movió sus resortes diplomáticos para evitar que 12 víctimas declararan por videoconferencia en la causa de la juez Servini. Pero a veces, la historia demuestra que el remedio es peor que la enfermedad. Y ahora es Argentina la que ha abierto sus consulados en todo el mundo para que las víctimas de los desmanes franquistas puedan detallarlas y así no tener que viajar hasta Buenos Aires.
Jon muestra en su casa de Ondarroa las fotografías del recibimiento que se le brindó a su hermano en Bilbao tras la ley de Amnistía, la misma que ha truncado “avanzar hacia la verdad, reparación y justicia” que ahora reivindica. Corría 1977 y se respiraba cierto aire de victoria. Para entonces todo el mundo sabía ya que Andoni era el protagonista de ‘Itziarren semea’ (el hijo de Itziar) la canción compuesta por Telesforo Monzón, histórico dirigente del PNV durante la Segunda República, consejero del Gobierno del lehendakari José Antonio Aguirre y en su última etapa líder de Herri Batasuna. La canción, que está ya en el imaginario vasco como un grito contra la tortura, relata los malos tratos sufridos por el hermano de Jon a manos del entonces capitán de la Guardia Civil Muñecas: “Siete hombres le han golpeado, le han hecho la bolsa, le han colgado de las piernas, le han arrancado las uñas… pero él no ha traicionado a sus compañeros”, dice la canción que Monzón compuso tras escuchar el relato a Itziar, la madre de Andoni.
“En su juventud participó en actividades sociales clandestinas contra la dictadura franquista, así como en la formación de la organización política ETA. Fue detenido en el año 1961 y acusado de colaborar con el descarrilamiento de un tren de excombatientes franquistas. Tras ladado a la comisaría del Gobierno Civil de Donostia-San Sebastián (Gipuzkoa), fue salvajemente torturado durante varios días por Melitón Manzanas y otros policías. Yo misma fui citada por tres veces ante varios policías, entre ellos Melitón Manzanas, para ser amenazada. En una de esas citas me presentaron a mi marido y quedé destrozada al verlo totalmente ensangrentado y desfallecido. Cuando fue, por fin, trasladado a la prisión provincial tuvo que ser ayudado por sus compañeros a caminar y lo tuvieron que tumbar en el camastro de la celda”.
Buena parte de los testimonios aportados a la causa coinciden en las primeras líneas relatando cómo esas personas se iban involucrando en la lucha contra la dictadura sumándose a ETA. El que precede estas líneas es de la viuda de la viuda de Manuel Laspiur, Miren Arrate Ibargutxi. Y también muchos de ellos, cuando se produce la escisión entre ETA V y ETA VI, deciden abandonar la lucha armada y continuar por vías pacíficas. Fue el caso de Andoni Arrizabalaga, que acabó militando en la Liga Comunista Revolucionaria (LKI en el País Vasco) hasta que un alúd se lo llevó por delante un mal día de 1984 en el Mont Blanc. Tenía 29 años y todo Ondarroa se salió a la calle para despedirle. Sonó Itziarren semea. Y se cantó La Internacional y el Eusko Gudariak.
En Goldatu, sus miembros están a la expectativa por cómo pude evolucionar todo esta bola que no para de crecer. De momento, ven la botella medio llena. Aplauden la visibilidad que los trabajos de la juez argentina han supuesto para multitud de asociaciones y grupos memorialistas que llevan años trabajando contra la impunidad. Pero tampoco las tienen todas consigo. “Todo va a depender de la sensibilización y movilización social que se consiga en el conjunto de la sociedad contra la impunidad del franquismo. Esa será la única capaz de mover los resortes de honestidad e intervención de los grandes partidos políticos, hoy bastante enterrados”, concluye Josu Ibargutxi.