“Galicia fue el laboratorio de pruebas de la actual deslocalización de Zara”
Casi al mismo tiempo que los españoles oían la lapidaria frase, “Franco ha muerto”, ese 20 de noviembre de 1975, Amancio Ortega abría su primera tienda en La Coruña. Este es el paralelismo que da apertura la pieza teatral 'Citizen', de la compañía gallega Chévere. Se trata de un texto poco corriente -no apto para los círculos clásicos de distribución, los teatros principales, y sí para espacios alternativos-, una pieza que deshilvana los comienzos del gran imperio textil Inditex, propiedad del que hoy es la segunda persona más rica del mundo, según Forbes.
'Citizen' desmonta los orígenes de lo que hoy la cadena de ropa Zara y sus otras marcas -Pull&Bear, Massimo Dutti, Bershka, Stradivarius o Oysho- entre otras y lo hace sin afán de contrariar o juzgar al empresario gallego, pero sí de generar debate y un ejercicio crítico sobre su recorrido. De hecho, según avanza el montaje se hace más evidente, el contraste del éxito personal de Amancio Ortega -que aparece representado con un personaje ficticio- con cierto fracaso social colectivo que nadie imaginaba cuando, hace cuarenta años, acabó la dictadura y comenzó a fraguarse una democracia cargada de buenas expectativas.
Para reflejar esos caminos que transcurren coincidentes en el tiempo pero divergentes en destinos, se enfrenta la carrera ascendente e imparable de ese particular Amancio Ortega con la vidas precarias de las trabajadoras de las cooperativas textiles en Galicia, unos talleres que acabaron por quebrar la mayoría de ellos. “Hicimos un trabajo arduo de documentación. Nos reunimos con esas trabajadoras de tres cooperativas que sobrevivían en la Costa da Morte. Nos confesaban que se habían sentido utilizadas, de usar y tirar. Abandonadas a su suerte cuando ya no servían, después de haber padecido unas condiciones laborales muy precarias, con jornadas muy largas y 700 euros de sueldo el mes que iba bien que se usaban para completar la economía familiar. Pero siempre cobraban, eso sí, puntualmente. Una práctica que esconde quizás una táctica, supongo que, para amarrar al personal que tiene mucho que reivindicar”, relata el creador de la obra, Xesús Ron.
Vence el individualismo, fracasa lo colectivo
Sirva esta parte del relato escénico de ejemplo, según el director, de cómo vence el individuo o individualismo, mientras fracasa lo colectivo en un sistema en el que el consumo se ha presentado como el gran motor económico. “Galicia ha sido el laboratorio de ensayos de la actual deslocalización de Inditex en países asiáticos. Ahora se reproduce en el resto del mundo las prácticas que Amancio Ortega desarrollo aquí”, declara Ron, que ha recorrido la comunidad gallega y parte de España con esta obra, que ahora recala en Vitoria.
Su arriesgada propuesta no era tan bien acogida en el comienzo de su gira, cuando Ortega no era un personaje cuestionado sino alabado y modelo a seguir por su meteórica carrera. Ese enfoque del hombre hecho a sí mismo, que empezó desde abajo y con mucho esfuerzo logró no solo triunfar, sino una carrera sobresaliente, prevalecía sobre otros más críticos. “Ahora ya son más los que ponen en duda que su victoria no sea fruto solo del esfuerzo. Además en Galicia esa multinacional, más allá de empleos directos o indirectos, no ha tenido una repercusión acorde con esa cuenta de resultados brutal. No ha generado un tejido económico, ni creativo a nivel cultural, ni de diseño de moda. Inditex no ha aportado un valor añadido a la sociedad ni a la economía gallega”, sostiene Ron.
Y de reflexión en reflexión, porque otro debate que sobrevuela en escena es el fenómeno de la globalización y cómo afecta a la ciudadanía. Esa propuesta llega con la segunda parte de Citizen, en la que se pregunta al auditorio por el 'made in' plasmado en la etiquetas de las prendas que visten. “Es una realidad, en casi todas las funciones, prácticamente toda la ropa que visten es de alguna de las marcas de Inditex o está hecha fuera de Europa. Da qué pensar y eso es lo que se pretende”, afirma Ron.