Garoña: poderoso caballero es don dinero
El ministro de Energía, Álvaro Nadal, ha asegurado que el “contexto político” en forma de oposición de todos los partidos salvo el PP (aunque con excepciones como la de Javier Maroto) a la continuidad de Santa María Garoña es lo que más ha “pesado” en la decisión del Gobierno central de no prorrogar la vida útil de la central nuclear más antigua de España y gemela de la accidentada Fukushima. En Euskadi, que ha sentido como propia la planta del valle burgalés de Tobalina por su cercanía a territorio alavés, algunas voces han asegurado que la noticia ha sido consecuencia de la incontestable movilización social de los últimos tiempos. Ni lo uno ni lo otro. Lo cierto es que si Garoña no seguirá en funcionamiento no es por una política energética del Gobierno de turno o por la solidez de los argumentos ecologistas. Quien se ha impuesto es el poderoso caballero llamado don dinero.
1 - La central de Garoña era pequeña, mucho más pequeña que otras instalaciones de España. La antigüedad de su reactor de primera generación obligaba a inversiones económicas adicionales que la propietaria Nuclenor (50% Endesa, 50% Iberdrola) siempre ha sido renuente a acometer.
2 – En el estío de 2009, mientras el Gobierno del PSOE cerraba ‘en diferido’ Garoña con una prórroga no renovable hasta 2013, el candidato ‘popular’ Mariano Rajoy se dio un baño de masas en la provincia de Burgos, que siempre ha apostado por Garoña y ahora se queja del impacto económico negativo en forma de pérdida de empleo e inversiones que supondrá el adiós de la planta. “No cerraré Garoña”, prometió entonces a los presentes mientras atacaba a José Luis Rodríguez Zapatero. Pues bien, en 2012 el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, se descolgó con una subida generalizada de impuestos que incluía nuevas tasas a las nucleares. Nuclenor lo tuvo claro, Garoña podría ser muy segura y generar mucho empleo en el entorno, pero empeza a no ser rentable. Y en diciembre quedó 'desenchufada'.
3 – En 2014, Endesa e Iberdrola debieron de interpretar que en Garoña aún había negocio. Y pidieron un marco de estabilidad al Gobierno de modo que permitiera su actividad hasta 2031, es decir, hasta que soplara 60 velas (según el ministro Nadal, el concepto de vida útil máxima de 40 años es más “mediático” que “jurídico”).
4 – Y así llegamos a 2017. Este invierno el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) dio luz verde a la continuidad de Garoña. Pero fijó condiciones. Reclamó mejoras en las instalaciones. Dinero. Nuevamente, la exigencia de rascarse el bolsillo retrajo a los propietarios. Al menos a Iberdrola, quien en marzo desistió de la solicitud de prórroga hasta 2031. “No es viable”, resumió Ignacio Sánchez Galán, consciente de las fricciones que este paso a un lado generó con sus socios de Endesa.
Como dijo Sánchez Galán, el cierre de Garoña no supondrá nada. Nada en lo sustancial, que era su aportación al ‘mix’ energético español. Era una planta pequeña y su peso era mínimo tanto en lo relativo a energía nuclear como, desde luego, en el conjunto de fuentes de generación. Sí es importante ver el efecto de esta decisión del Gobierno en las renovaciones de los permisos del resto de nucleares del parque español. Y, como ha remarcado el diputado ecologista y exlíder de Greenpeace Juantxo López de Uralde, será necesario igualmente fiscalizar el proceso de desmantelamiento de unas instalaciones un tanto vetustas y garantizar que esos residuos sean tratados con seguridad.