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“Los toxicómanos buscan sobre todo no estar solos”

Iñigo Cortazar, coordinador del centro de atención a toxicómanos Hontza de Bilbao, en la zona de camas./EDN

Alberto Uriona

Bilbao —

Iñigo Cortazar (Barakaldo, 1976) es el coordinador de Hontza, el único centro de acogida nocturna para toxicómanos en Euskadi. El servicio, impulsado por Caritas Bizkaia, acaba de cumplir 10 años en su ubicación en la iglesia de San Anton de Bilbao (al lado del Casco Viejo), aunque empezó a funcionar en 2001. Ofrece 18 camas para dormir pero también otros servicios para que durante unas horas puedan cenar, tomar un café, ducharse o enfermería y proporcionarles material de consumo de droga higiénico. Pero sobre todo se ofrece un poco de humanidad para unas vidas desechas, que les convierten en los excluidos dentro de los excluidos.

Pregunta. ¿Cómo han cambiado las cosas cuando hace 10 años el servicio se abrió con vosotros escoltados por la Ertzaintza y los usuarios traslados en coches de los voluntarios de Hontza?

Respuesta. Fue mucho por el desconocimiento de la gente de lo que era el centro. Fueron momentos complicados. Cuando vinimos aquí, se creó una comisión de seguimiento con vecinos, comerciantes, y nos reuníamos cada tres meses. Con el paso del tiempo, decidieron que no tenía sentido porque no había ningún problema.

P. Trabajáis con la gente que son los excluidos entre los excluidos, en horario nocturno. ¿Será gratificante pero también duro?

R. La noche es dura en cualquier trabajo. Pero aquí además es un trabajo activo, sin descanso. Es duro por el colectivo que tratamos, que son personas que están en la calle y además con un problema de adicción. Llama todo tipo de gente. Y siendo el único recurso que está abierto toda la noche en Bilbao, absorbemos la mayor gente posible. La gente viene en las condiciones complicadas, porque dentro del centro no se puede consumir pero fuera sí.

P. En estos diez años, se han atendido más de 3.600 personas. O sea 3.600 tragedias distintas.

R. Si hace cinco años hubo un pequeño descenso de personas atendidas, con poco más de 500 al año. Pero desde entonces ha subido. En 2012 llegamos a 630 y este año en junio, ya llevamos casi 500. Todo indica que a fin de año llegaremos a cerca de 1.000.

P. ¿Qué es lo que más te ha impresionado en tu trabajo?

R. Hay un denominador común de los que vienen: la soledad. Los que viven en la calle, consumen, su situación física se va deteriorando y últimamente presentan muchos problemas de salud mental. Entonces, lo que más valoran, además de lo que ofrecemos (ducha, cena, enfermería), es tener un sitio de referencia. Durante el día tienen siempre en mente que a la noche vienen a Hontza y, según entran, me preguntan cómo me ha ido el día, si tengo algún problema. El que vive en la calle tiene un alto nivel de alerta durante todo el día: están pendientes de buscarse la vida, de que les roben, les agredan. Llegar aquí es relajarse y estar en un espacio tranquilo, seguro, donde están acompañados y escuchados, a no estar solos. Es lo que más demandan.

P. ¿Ha habido casos que han conseguido rehacer sus vidas?

R. Sí, pero no son los mayoritarios. Aunque el objetivo de Hontza no es que dejen de consumir. Para eso Caritas tiene otros proyectos de pisos de acogida. Nosotros partimos de la base de que cualquier persona tiene derecho a unos mínimos: cenar, ducharse, que puedan lavar la ropa y estén bajo techo. Sentamos las bases de dignidad, que se sientan limpios, cuidados y escuchados. Y de ahí se plantean más cosas. Pero hay algunos que su vida es la calle y su itinerario va a ser ese. Aquí acompañamos también en procesos de muerte y entendemos que también estamos para eso.

P. Es el único centro de este tipo en Euskadi, pero no por falta de demanda.

R. Todas las noches se queda gente fuera. Hay 14 plazas para dormir que se gestionan desde el Ayuntamiento de Bilbao y las otras cuatro las damos nosotros a los primeros que llegan.

P. Con medios económicos, ¿ves factible abrir otro centro de este tipo en Euskadi o puede volver a darse rechazo social?

R. Hemos logrado que un centro así puede estar sin problemas en un entorno como el Casco Viejo. Queremos lanzar un mensaje de difusión de lo que hacemos. La clave es ser transparentes, que la gente venga a verlo, explicarlo y el impacto en el entorno, si acaso, es positivo. Hay necesidad de abrir un centro así. Una de las claves de Hontza respecto a otros centros de alojamiento no son tanto los servicios, la cama, sino la atención. El único dispositivo de todo Bilbao con lista de espera es Hontza, habiendo plazas libres en otros… Ellos prefieren estar en la lista de espera en la calle que ir a otros. Ellos te lo dicen: duermen pero les falta el resto y sobre todo sentirse acogidos, hablar con alguien que sabe tu historia, se preocupa por acompañarte… Eso implica también un coste económico y más personal. Cada noche hay seis personas trabajando.

P. ¿Qué se podría hacer con más medios para atender a los toxicómanos?

R. Atendemos al mayor porcentaje de personas que son expulsados de otros centros. Revisamos constantemente la realidad que hay para atenderla. Hay gente que no puede cumplir una norma básica por su deterioro. ¿La opción que es dejarla en la calle? Una de las normas para entrar a Hontza es que puedas valerte por ti solo para unas cosas mínimas: duchar o cenar por ti mismo. Pero hay gente que viene en condiciones que no se manejan y les coges. Implica que un educador esté exclusivamente con esa persona.

P. Es un trabajo muy complicado.

R. No es tanto por situaciones de violencia. Este centro no es conflictivo. Hay gente que piensa que esto puede ser una batalla campal. Para nada. Ellos respetan el centro, muchos porque es lo único que tienen. Es atender a los excluidos dentro de los excluidos. No hay ninguno que consuma una sola cosa: el alcohol es generalizado, luego cocaína, heroína, cannabis, pastillas, de todo.

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