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Opinión - Nos están destrozando la vida. Por Rosa María Artal

Lunes al sol en Mondragón

Afectados por el preconcurso de Fagor Electrodomésticos solicitan ayuda para salvar la empresa. EDN.

Eduardo Azumendi

Mondragón —

11:00 horas de la mañana del lunes. En la zona peatonal de El Portalón, lugar de encuentro vecinal en Mondragón, se respira una mezcla de resignación y desasosiego. Es el primer lunes al sol para los 1.700 trabajadores que acaban de perder su trabajo en Fagor Electrodomésticos. El primer día que oficialmente se encuentran en paro. Una palabra maldita que hasta ahora había pasado de largo por Mondragón y todo el industrioso valle del Alto Deba, la zona con el índice de desempleo más bajo de España. Pero ahora, el fantasma del paro ha venido para quedarse.

Porque aunque el Grupo MCC consiga recoloca a “al menos 1.000 personas”, como ha anunciado, ello iría en detrimento de los eventuales de los que se alimentan el resto de las cooperativas. A lo que hay que sumar los miles de empleos de la empresa auxiliar que trabajaba casi de manera exclusiva para Fagor Electrodomésticos. “Un drama. Si no salimos de esta, el valle se va a quedar vacío. Mondragón va a ser un pueblo muerto. Es lo que arrastra una cooperativa tan grande. Los proveedores, que no pueden más, van a cerrar por culpa del dinero que les debemos”. La que habla es Rakel Rodríguez, socia cooperativista de Fagor Electrodomésticos. Acaba de llegar de la manifestación que los cooperativistas han realizado en Basauri, donde se ubica la planta de Edesa. “Este es nuestro primer lunes al sol. Es una sensación muy rara, aunque, por desgracia, este año ya hemos tenido que estar en casa varias semanas porque no había producción”.

El cielo plomizo invita al paseo y a la charla reposada. En El Portalón, los jubilados se sientan en los bancos y ven como discurre la mañana. “Hemos disfrutado de unos años muy buenos”, explica Francisco J., jubilado y ex cooperativista, “pero eso se ha terminado. Ahora, todos dicen que se veía venir, pero nunca te puedes terminar de creer que un gigante como éste pueda quebrar. Yo he visto morir otras cooperativas, pero más pequeñas. Fueron una especie de muerte dulce, con todos los cooperativistas recolocados, pero esto…Aún no me lo puedo creer”. Lo dice con pesar, como despertándose de un mal sueño. “Ya sé que no se trata de un mal sueño”, le apoya su compañero B. Iturbe, “y mañana cuando me despierte nada habrá cambiado, pero piensas en toda la gente que se va a quedar en la calle y te acojonas. Es como un castillo de naipes, tiras uno y caen los demás. Cae Fagor, los proveedores, el comercio local…”.

Mondragón contiene la respiración a la espera de conocer el desenlace del preconcurso de acreedores. “Dicen que la esperanza es lo último que se pierde”, comenta Inés, dependienta en una tienda de calzado, “y eso es lo que hay que mantener hasta el final. Los clientes entran en la tienda y no hay otra tema de conversación. Ahora mismo nadie sabe cómo va a terminar todo. Yo intento transmitirles optimismo. Por ellas y por mí, porque el comercio local gira en torno a las cooperativas. Es lo que nos da de comer”.

Ni los niños permanecen ajenos al drama. “El otro día le mandaron a mi hijo de nueve años hacer una redacción en clase y la tituló: Mondragón llora. Ese es el sentir del pueblo”, apunta Maite Nieva, socia cooperativista y desde el lunes en paro. “Se nos pone la piel de gallina al comprobar el apoyo de todo el pueblo. Los más mayores te dicen: hay que seguir, hay que seguir. Hay muchas familias que lo pueden perder todo”.

Los ahorros de una vida

Y es que los cooperativistas no solo van a perder el puesto de trabajo (con lo que ello conlleva), también están en juego lo que se conoce como la libreta (la entrada que dieron para tener su puesto y los beneficios que se han ido sumando a esa cuenta durante los largos años de beneficios) y las aportaciones voluntarias (los cooperativistas meten sus ahorros en la cooperativa porque les ofrece un interés más alto que los bancos y cajas). Cuando un cooperativista deja Fagor se lleva la cartilla y las aportaciones voluntarias las puede reclamar en cualquier momento y existe la obligación legal de dárselas en el plazo de un mes.

“La cartilla”, remacha Rakel, “la damos por perdida. Tengo ahí el dinero que me dejo mi padre cuando ocupé su puesto en la empresa. Ahí se quedan enterrados todos los años de mi padre y los míos. Los ahorros de una vida. Es un dinero ficticio, ¿dónde está? Ahora es cuándo se debería utilizar, pero nadie sabe dónde está. Y con las aportaciones voluntarias pasa lo mismo. Tal y como están las cosas son prácticamente irrecuperables. Es más, se puede dar la paradoja de convertirnos en acreedores de nuestra propia empresa”.

El miedo a perder esas aportaciones ha cundido también en el resto de las cooperativas, cuyos socios se están apresurando a reclamarlas. “Lo cierto es que hay miedo”, asegura Julián B., socio cooperativista de Fagor Ederlan. “La dirección del grupo tiene que hacer algo para transmitir tranquilidad al resto de cooperativas. La falta de información mosquea a la gente”.

Los notarios de Mondragón han tenido mucho trabajo en las últimas semanas, desde que trascendió la posibilidad de que los cooperativistas tuvieran que hacer frente con su patrimonio para pagar las deudas de Fagor Electrodomésticos. “Las consultas para hacer separaciones de bienes y dejar todo a nombre del miembro de la pareja que no es cooperativista se han multiplicado”, confirma Rakel. “El grupo dice que no se tocará nuestro patrimonio, pero nadie nos ha dado por seguro nada. Por eso todo el mundo está consultando las opciones que hay”.

La tarde se va echando en Mondragón. Julián B., de Fagor Ederlan, rechaza que se haya producido insolidaridad en el resto del grupo MCC y especialmente en el conglomerado Fagor hacia la cooperativa de Electrodomésticos, la fundadora de todo el entramado. “Fagor está integrado por ocho cooperativas. Al final, cuando llegan los beneficios o las pérdidas metes todo a un saco y en función de los porcentajes que ya están establecidos se hacen los resultados. Así se ayuda a las cooperativas que van mal. En los últimos cuatro años con eso no era suficiente para Fagor Electrodomésticos. Hemos tenido que entregar las subidas para mejorar sus cuentas. Pero al cuarto año, ya te mosqueas. Se empieza a escamotear la información. Cuando entras en pérdidas, respondes con tu capital, con tu aportación. Se llaman extornos, te los quitan de la cartilla pero los de Electrodomésticos no han sufrido extornos porque aseguraban que supondría una descapitalización de la empresa de cara a una posible fusión”.

Para los viejos del lugar, para las primeras generaciones de las cooperativas, Fagor Electrodomésticos es sagrado porque durante muchos años ha tirado del resto. “Los mayores”, sigue Julian B., “siempre nos recuerdan que ha dado de comer a mucha gente, que ha sido la vaca nodriza. Y todos hemos estado de acuerdo en ayudarles. Pero empezamos a hacernos preguntas y el último año pedimos un plan de viabilidad y no daban nada. Incluso pidieron permiso para que los chinos pudiesen utilizar la marca Fagor de manera comercial cuando solo lo pueden hacer las cooperativas”.

La fibra cooperativista

La fibra cooperativistaRakel y Maite no se quejan de falta de solidaridad por parte del resto de MCC. “Siempre que han podido han mostrado su solidaridad. Nos han ayudado, pero es como si todos los meses vas a pedir dinero y no devuelves nunca nada. Es normal que se cansen, han sido muy solidarios, han dado lo que han podido. Ellos han perdido con nosotros. Les van a subir las cuotas de Lagun Aro para pagarnos a nosotros la ayuda al empleo. Nos han ayudado, pero ¿hasta qué punto se puede seguir echando una mano si ni siquiera hemos presentado un plan de viabilidad? No les podemos arrastrar más”.

El cierre de Fagor Electrodomésticos ha hecho plantearse a los cooperativistas de MCC preguntas que jamás hubiesen pensado. “Esto ha sido un revulsivo. Te obliga a resituarte, ya no apruebas el plan de gestión que te presenta la dirección tan fácilmente, sin cuestionar nada. Antes delegabas, pero ahora estás encima”, certifica Julián B.

Ya es de noche en la localidad. El bullicio infantil de la tarde se retira. Las tabernas aún mantienen la vida. “MCC nos lo ha dado todo y por las mismas nos lo puede quitar todo”, reflexiona Iker, camarero en un bar del centro. “Si la gente de Fagor Electrodomésticos deja de consumir ya te puedes imaginar lo que va a pasar con los negocios del pueblo. Porque aunque se recoloquen, hay muchos eventuales que se van a ir a la calle. Gente del pueblo que estaba buscándose un futuro y que creían que ya habían metido la cabeza. Joder y ¿dónde se meten ahora? Se habla de prejubilaciones y cosas así, pero es que no hay sitio para 1.800 o 2.000 personas”.

En Mondragón no hay prácticamente nadie que no tenga a alguien muy cercano trabajando para la corporación y para Fagor Electrodomésticos en concreto. Francisco García, concejal del PSE y ex socio cooperativista durante 42 años, está viviendo con “gran preocupación” lo ocurrido. “Se va a producir una cadena de afectados. Nadie podía imaginar lo ocurrido, por mucho que se diga que se veía venir. El desánimo se ha instalado en el pueblo, pero hay que tener confianza en que se pueda reconducir”.

Con lo que no está de acuerdo es con responsabilizar en exclusiva a los directivos. “En una cooperativa todos somos socios y las decisiones se toman en asambleas. Por lo tanto, creo que todos somos responsables, en mayor o menor medida, de lo ocurrido”. Una reflexión que no comparten Rakel ni Maite. “No ha habido transparencia, se han maquillado los números. Nos han tapado cosas. Si me dicen que bajándome la paga, comprando otra empresa se soluciona….pero nos sentimos defraudados. Nos han dejado solos. Falta de visión y muy mala gestión. No han sido capaces de reconducir la situación, si ves que un producto falla, no da más, tiras por otras vías, no se puede seguir luchando por lo mismo. Ha habido mucha arrogancia, tirar para adelante a pesar de todo….Vamos a pensar que ha sido por defender puestos de trabajo, pero no es posible seguir así. Ya nos dieron 70 millones y no han servido de nada”.

De vuelta a casa, Silvia, vecina del pueblo y sin relación directa con Fagor Electrodomésticos, recalca que casi nadie en el pueblo va a salir indemne. “Yo trabajo en una casa por horas haciendo las labores del hogar. Es la casa de una trabajadora de Fagor. Si ahora se queda sin trabajo, ¿crees que voy a seguir trabajando en su casa? Intento ser optimista, pero…..”.

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