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Quiero ser árbitra, pero no me dejan

árbitras sindicato

Eduardo Azumendi

“Zorra, vete a tu casa que es lo que tienes que hacer”. Esto es lo que tuvo que escuchar, entre otros insultos machistas, una linier durante un partido un partido de fútbol de Primera Andaluza Senior entre el CD Torredelcampo y el CD Vilches el pasado mes de enero. ¿Por qué? Pues por el simple hecho de ser una mujer y adentrarse en un terreno que parece reservado solo para hombres: el fútbol. Una investigación del Departamento de Psicología Social y Metodología de las Ciencias del Comportamiento de la Universidad del País Vasco achaca este comportamiento a los estereotipos sociales, la organización predominantemente masculina de federaciones deportivas y clubes y, por último, a la resignación en la que acaban las propias mujeres que aspiran a arbitrar o a convertirse en entrenadoras.

Además de ser pocas, las mujeres que ejercen como entrenadoras y árbitras deportivas en los deportes considerados tradicionalmente como masculinos se encuentran en peor situación: ‘condenadas’ a ejercer en categorías inferiores. “Cuando las mujeres se salen de los roles establecidos en el ámbito deportivo aparecen grandes resistencias. Por ejemplo, se considera una ruptura de estereotipos que las mujeres tomen decisiones o sepan mucho de deporte, y ni que decir, que una mujer arbitre un partido jugado por hombres. Genera gran resistencia, en general, la participación de las mujeres en los lugares donde hay poder”, comenta Ainhoa Azurmendi, autora del trabajo y profesora del Departamento de Procesos Psicológicos Básicos y su Desarrollo de la facultad de Psicología de la UPV.

Azurmendi ha certificado que las resistencias y las objeciones a la participación de las mujeres se dan en tres aspectos. Por un lado, provienen del entorno social: “El hecho de que los espectadores increpen a las árbitras con expresiones como ‘¡vete a casa a fregar!’ es debido al reparto de roles y estereotipos extendidos en la sociedad”. Por otro lado, numerosos aspectos de la organización de las federaciones y clubes “obstaculizan el acceso de las mujeres. En estos órganos imperan las redes informales de hombres, es decir, los conforman grupos de amigos. Se ayudan y apoyan mutuamente, y eso se convierte en una barrera para las mujeres”.

El tercer aspecto es la resignación fatal en el que caen las mujeres ante el cúmulo de situaciones y dificultades, que les llevan a “perder autoconfianza. Dejan de intentar entrar en ese mundo”. Esa actitud, sin embargo, “no hace más que confirmar los estereotipos y terminan haciendo lo que socialmente se espera de ellas”, lamenta Azurmendi.

El estudio se basó en entrevistas personales en profundidad con 33 entrenadoras y árbitras de diferentes deportes. Con la información recabada, redactó un cuestionario y se lo envió a mujeres y hombres de estos estamentos de la comunidad autónoma, España y Canadá para contrastar los datos. “Decidí tener en cuenta a personas de Canadá para el contraste debido a que es un país donde llevan muchos años trabajando en el ámbito de la igualdad, promoviendo la presencia de entrenadoras. Han puesto en marcha multitud de programas con ese fin”.

Problema estructural

“Lo que está sucediendo”, explica la profesora, “es algo estructural. En cualquier lugar se ve que los mayores problemas se dan en los deportes considerados tradicionalmente como masculinos. Y si comparamos la situación entre árbitras y entrenadoras se ve que las árbitras se encuentran en una situación peor aún por el estigma social que lleva consigo esta profesión. Parece que todo el mundo tiene derecho a descargar en ellas toda su frustración”.

Aunque la situación actual es mala considera que no resulta tan difícil darle la vuelta a esa situación. Todo es cuestión de voluntad. “En Euskadi tenemos un marco legal muy apropiado para conseguirlo. Otra cosa será cumplir con esa legislación. Para avanzar en ese camino, uno de los temas más importantes es crear referentes: las mujeres deben entrar en esos estamentos, y hay que procurar que las que ya están se encuentren en buena situación. De esta forma, cuando las chicas jóvenes comiencen a entrenar, si ven que también hay entrenadoras y árbitras, será más fácil crear adherencias y que continúen en ese deporte, y que vean como posibilidad el ser árbitras o entrenadoras”.

Por otro lado, sería de gran ayuda formar al ámbito deportivo en igualdad de género, fomentar políticas de igualdad en toda la estructura deportiva, y en especial en las entidades deportivas (federaciones, clubs y demás). “Las entidades deportivas tendrían mucho que ganar si cambiaran de actitud, y, por ejemplo, se mostraran en contra de las increpaciones sufridas por una árbitra; al fin y al cabo, la actitud de los clubs tiene influencia en la sociedad”.

“Vaya, si es una mujer”

Maite Guilarte tiene 23 años y lleva cuatro años en el arbitraje alavés: pita hasta juveniles y hace de asistente en partidos de Primera Regional. En sus cuatro años en los campos de fútbol solo ha registrado un incidente machista, pero fue suficiente para que se replanteara seguir con el arbitraje. “Fue hace dos temporadas. Esta haciendo de asistente en un partido de Primera Regional y el delantero de uno de los equipos le comentó a un rival: 'Esta solo está en el arbitraje para follarse a los árbitros'. Él creía que no le había escuchado, pero sí que le oí. Levante el banderín y llamé la atención del árbitro, quien le expulsó. No he tenido ningún otro incidente por mi condición de mujer, pero creo que es un milagro porque visto lo que pasa en los campos de fútbol de otras comunidades....”.

En la actualidad, en el fútbol alavés solo hay dos mujeres árbitras y una de ellas es Maite. “Solo somos dos, así que es difícil pasar desapercibida. Casi siempre que entras en el campo escuchas: 'vaya, si es una mujer'. Ojalá llegue un momento en el que no resulte una sorpresa para nadie que una mujer arbitre un partido”.

Solo ha sufrido un episodio de machismo de manera expresa, pero ha sido suficiente para que en su día se llegase a replantear seguir con el arbitraje. “Se juntaron varias circunstancias. Tuve que pitar hasta tres partidos en seis días laborables y alguno de ellos muy bronco. El incidente con aquel jugador fue como la gota que sobró el vaso. Le dí muchas vueltas porque la mochila que deben llevar los árbitros ya es suficientemente pesada por el hecho de salir y arbitar. Si a eso tienes que sumar que también te penalizan y critican por el hecho de que eres mujer pues es como acarrear un doble estigma”.

Maite sigue con la afición intacta. “No hay nada como terminar un partido, ver que el público aplaude a los jugadores y nadie se fija en ti. Llegas a los vestuarios, te metes y se acabó. Es la sensación de que has hecho bien el trabajo y, sobre todo, que has pasado desapercibida. Es lo mejor que le puede pasar a un árbitro”.

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