Una apuesta por el mercado de proximidad
Las administraciones públicas destinan cada año entre 2.000 y 3.000 millones de euros a las compras alimentarias dedicadas al abastecimiento de colegios, hospitales, centros penitenciarios o bancos de alimentos, a través de las empresas de ‘catering’. Un dinero que desde la ONG VSF (Veterinarios sin Fronteras) Justicia Alimentaria Global, consideran podría destinarse de una manera más eficiente teniendo en cuenta a los productores locales.
Con la campaña ‘Cortocircuito’ buscan la implicación de las instituciones para que se conviertan en impulsoras de los mercados alimentarios locales. Esta implicación supone una apuesta por una alimentación sana, por la revitalización de las áreas rurales, por la protección del medioambiente y la biodiversidad, y por la promoción de un sistema alimentario justo.
“Las administraciones y los poderes públicos, pueden y deben, tener un rol determinante para impulsar estos mercados alimentarios locales y no únicamente como acción legislativa y presupuestaria sino como consumidores y compradores de alimentos”, reclaman. Los datos en este sentido son esclarecedores: la restauración colectiva y social, los ’caterings’, han experimentado un rápido proceso de concentración empresarial, y actualmente un reducido número de empresas controlan el sector. Por ejemplo desde VSF apuntan que “sólo dos empresas, Serunión y EurestCompass controlan una de cada cuatro comidas servidas en hospitales y escuelas”. En este sentido consideran que “la compra pública” que supone un 17% del PIB europeo “tiene una gran capacidad para orientar los mercados hacia un modelo económico más justo y sostenible”.
La campaña está basada en las conclusiones de una investigación publicada por VSF y que concluye que el sistema agroalimentario actual es “injusto”. El informe desvela que el modelo de producción industrial de alimentos ha conducido a la privatización y concentración en pocas manos de“ las vigas maestras de la alimentación: las semillas, la tierra y el agua”. Desde la organización alertan de que este modelo se ha expandido hasta convertir al mercado alimentario en un mercado mundial, lo que implica que la cantidad de alimentos exportados e importados sea “tan alarmante como incoherente”, desvelan.
El informe recoge varios ejemplos: cereales, piensos, café, pescado, frutas o legumbres recorren más de 5.000 kilómetros antes de ser consumidos. La incongruencia se refleja en el siguiente dato: España importa cada día 330.000 kilos de carne de pollo y exporta 205.000. Además el comercio internacional de alimentos ha aumentado cerca de un 184%, mientras que la producción solo ha crecido un 84%, lo que significa que los alimentos viajan más y a mayores distancias.
Otro dato significativo se refiere al impacto medioambiental que supone lo que denominan “alimentos kilométricos”, aquellos que se producen muy lejos de donde se consumen, y que provocan entre el 40 y el 50% de las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel mundial.
El estudio realizado por VSF también desmonta “uno de los mitos más extendidos” que afirma que el mercado internacional de alimentos es un buen motor desarrollo para las sociedades rurales de los países empobrecidos. El estudio sin embargo advierte que esta práctica no ayuda a eliminar el hambre, la pobreza o la desigualdad. “La orientación de la agricultura, la ganadería o la pesca a la exportación no es la solución, sino una de las principales causas de los problemas sociales y ambientales que afectan a las poblaciones rurales”, afirman. Por eso desde VSF apuestan por el desarrollo de los mercados locales que tienen “un gran potencial de crecimiento” y lo convierten en “la única oportunidad para un sector agrario en crisis”.