“Trump no puede hacer mucho más daño de lo que se ha hecho anteriormente”
José Antonio Blanco (Barakaldo, 1961) está que muerde otra vez. Tiene nuevo libro, que además es un diccionario que pretende ser la herramienta perfecta para entender a los humanos, esos “animalitos que siguen igual que cuando pintaban en las cavernas”. Lo malo de la nueva entrega de este poeta y “espíritu atormentado”: que le sirve a Perroantonio como excusa perfecta para revelar que su proyecto de escribir una enciclopedia para entender a ‘la jauría humana’ se va a quedar en eso, un proyecto. Lo bueno: que más vale disfrutar de este ‘Te voy a hacer una autocrítica’ (Trama Editorial), una sucesión de términos en clave irónica, mordaz que ayuda a interpretar lo que nos rodea.
O tal vez una guía “para desactivar a determinados pedantes” y sentimentales varios, como asegura su autor, que se rodean de “lenguaje ampuloso” y “palabrería” inútil. Para este optimista empedernido, que ha sobrevivido al anuncio de tres o cuatro fines del mundo en las últimas décadas, ni la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca le parece algo insuperable. Y se ve siempre en segunda fila, el lugar “donde se afilan mejor las guadañas”.
¿De verdad el mejor amigo del hombre es usted, Perroantonio?
Creo que sí, en cierta medida. He procurado no hacer demasiado daño a los humanos en el diccionario. Me cachondeo mucho, claro, busco las vueltas, pero creo que en el fondo tengo cierta actitud moralista y de cariño por la humanidad.
Le pregunto esto porque alguien me ha comentado que muerde usted más que habla, Don José. Y eso se trasluce en su libro.
Muerdo todo lo que puedo, sobre todo en las cosas que me molestan, la chulería, la palabrería, el lenguaje ampuloso. Siempre que puedo muerdo para desgarrar.
Pues todo eso que ha dicho es nuestra ración diaria cuando uno entra en Facebook, Twitter o cualquier red social, en los mensajes de ‘guasap’ o en la hora del periódico y el café.
La realidad es verdaderamente motivadora para alguien que tenga un poco de mala leche. Está llena de pequeñas, medianas y grandes mentiras. Un escritor y persona que tenga una visión canina de la existencia no tiene que ir muy lejos para encontrar material para trabajar.
Y eso que entre sus virtudes no se encuentran, y leo textual, “ni la constancia, ni la paciencia, ni la tranquilidad de ánimo”.
Soy un espíritu atormentado y no me gusta demasiado trabajar. Sobre todo trabajar en el tajo. Aunque trabajo muchísimas horas al cabo del día -siempre he sido muy trabajador- pero de una manera absolutamente loca. Eso es verdad.
Ya nos ha revelado usted que no va a escribir esa enciclopedia para entender a los humanos. ¿Por qué?
Llevo 25 años no escribiéndola y espero que los próximos 25 tampoco la escriba. Hacer una enciclopedia me llevaría una vida de la que ya tengo malgastadas unas tres cuartas partes. Así que no voy a dedicar lo que me resta a un trabajo absolutamente inútil.
¿Es lo suyo vagancia?
No, no. Me gustaría que alguien se dedicara a estas tareas que a mí me resultan molestas como buscar el sustento, alimentar a la familia, pagar la luz…. Y como los mecenas deben de estar extinguidos desde la última glaciación, pues tengo que trabajar. Y no me da tiempo a todo.
¿Y con lo que trabaja se puede salir de la pobreza laboral? Este concepto tan de actualidad en los últimos años.
No, no. Yo llevo instalado en la pobreza laboral desde hace bastante tiempo. He tenido algún periodo de subidón, pero creo que soy un especialista en vivir con poco.
Pues como su enciclopedia no va a ver la luz, me tendré que ver forzado a hablar de su libro. A destriparlo, mejor. ¡Qué le vamos a hacer! (risas) Entender a los humanos se antoja una misión (casi) imposible, perdóneme.
En realidad empiezo a escribir este libro contra cosas que me voy encontrando precisamente en Internet. Es un libro que surge ahí. Y empiezo a escribir este diccionario para desactivar a determinados pedantes, sentimentales y gente que me voy encontrando por el camino. Y, poco a poco, empiezo a escribir entradas [términos] y me doy cuenta que el proyecto merece la pena. Con una docena de entradas me doy cuenta de que ya es hora de escribir un diccionario. Tenía un modelo ya, que es el diccionario de Ambrose Bierce, modelo perfeccionable, y lo digo con toda la humildad del mundo, porque Ambrose escribe para un periódico, con todas las obligaciones que eso supone, algo que yo no tengo. De hecho, yo tengo absoluta libertad para decir lo que quiera. Escribir para un público que no conozco y sin obligación de ningún jefe, me permite hacerlo con entera libertad.
¿Pero este libro no surge contra Internet?
No. Para mi Internet es una herramienta, como los libros. Pueden ser herramientas para el bien o para el mal. A mí Internet no me hace nada, todo lo contrario, me da mucha libertad, aunque el número de imbéciles en Internet es tan numeroso que parece que se multiplican.
Reconozco que leyéndole a usted y sus ‘guau guaus’ he descubierto al tal Ambrose Bierce y su ‘Diccionario del Diablo’. ¡Y yo que creía que el diablo era Mick Jagger!
(Risas) Mick Jagger no ha inventado nada, es solo un tío con mucha suerte y mucha habilidad para vender una moto que antes que él otros más adelantados llevan vendiendo como Allan Poe, Baudelaire o el propio Bierce. Ha habido malditos antes, malditos de verdad. Esto del rock es una patraña, hombre, un chiste. Pero no vamos a reírnos del porbre Jagger, que además es multimillonario.
Y acaba de tener otro hijo.
No vamos a reírnos de un setentón.
¿Cómo lleva esto de vivir del cuento?
Muy mal. Siempre he intentado vivir del cuento sin éxito. He escrito muy pocos cuentos, que además han pasado completamente desapercibidos. Los que no tenemos ingenio lo llevamos mal (risas).
Dicen de usted, bueno dice su editor, que ya es mucho decir, que practica una “prosa bronca y destemplada, de tono frecuentemente humorístico”.
Sí, en el fondo me considero un humorista, no de los que dan charlas, porque no tengo habilidad suficiente.
Pero la gente se lo pasa bien, al menos lo que he visto en la presentación de su libro en Bilbao.
Hago lo que puedo pero no soy bueno para eso. En cambio, soy bueno para jugar con las palabras. Me parece que el humor es algo que desatasca las situaciones complicadas, sirve para hacer que la vida sea más amable y sirve también para morder a mucha gente sin que te partan la cara, que es una cosa que me han hecho muchísimas veces.
Frente a lo del editor, yo diría que lo suyo es más ironía directa en vena y sin solución de continuidad.
O sea, continuamente. La ironía es, probablemente, la característica de la prosa del siglo XX. Después de las guerras mundiales y de todo lo que hemos vivido, es prácticamente imposible no tomárselo todo con una mirada irónica y un tanto amarga sobre la existencia. Y no quiero ser especialmente negro en este momento, pero determinados conocimientos sobre cómo funciona la gente y la sociedad, hay que tomárselo con bastante sentido del humor y con cierta distancia irónica, porque si no el sufrimiento sería insoportable.
Ahora además que sale un negro de la Casa Blanca y entra de presidente otro con un tupé un poco extraño.
A mí no me preocupa el hombre este que ha llegado a la Casa Blanca. Ya llevo viviendo tres o cuatro fines del mundo en los últimos 30 ó 40 años y de momento vamos sobreviviendo. Lo llevaremos con humor. Donald Trump no puede hacer mucho más daño de lo que se ha hecho anteriormente. Soy optimista, creo que vamos siempre hacia mejor. Nos faltarán otros 4.000 años para conseguirlo pero creo que vamos a mejor.
¿Se considera a sí mismo un Zutano?
Zutano, Mengano y Fulano. Sí, sí, soy un absoluto desconocido. Escribí una solapa para este libro en donde decía que Perroantonio es la “versión furiosa de José Antonio Blanco, también desconocido como Josean Blanco”. A mí no me conoce nadie, soy un zutano total. Mis editores pensaron que era una errata y me la cambiaron por “también conocido”. De hecho, hago todo lo posible para permanecer siempre en un segundo plano.
¿Así que esto de las presentaciones, entrevistas es casi como subir un ‘ochomil’ para usted?
No me siento cómodo ante los focos. Sobre todo, porque desde la segunda fila es donde se pueden afilar mejor las guadañas.
Es usted una caja de sorpresas. No oculta su admiración por la wiki, obra “colaborativa y voluntaria”.
Llevo años pidiendo que le den un premio porque es fascinante que un montón de gente distinta escriba en miles de lugares del mundo una obra utilísima que todos usamos. Es admirable
Pues propóngalo de nuevo porque nadie pensaba que Bob Dylan pudiera ganar le Nobel de Literatura y ya ve.
La Wikipedia ya tiene el Príncipe de Asturias. El Premio Nobel, la verdad, nunca se ha caracterizado por ser perspicaz. Yo estoy esperando todavía la llamada de Estocolmo, pero tengo poca obra publicada.
Las tres palabras que más explicación han necesitado en su diccionario son: Nación, nacionalismo e hipoteca.
En el caso de hipoteca porque es una cosa bastante difícil de explicar lo que es. Y la escribí en pleno ‘hipotecazo’. En el caso de nacionalismo, pues probablemente no es ninguna casualidad. Vivimos en un país profundamente nacionalista y alguien les tiene decir de vez en cuando en qué consiste serlo.
¿Y en qué consiste?
Ser nacionalista consiste en ser un aprovechado. Aprovechar lo bueno cuando las cosas van bien y cuando van mal, echarle la culpa al otro. Es una gran trampa y una falacia intelectual.
¿Y el término que menos palabras ha necesitado para explicarlo sabe cuál es?
Probablemente será europarlamentario.
Pues no. ¿Oiga no tendrá usted un ‘negro’ que le ha escrito el libro, no?
No, no. En serio.
La palabra de marras es comisión, el “porcentaje adjudicado por la consecución de un botín”. Lo de botín va en minúscula.
Nunca se sabe.
¿Nos ha robado mucho? El botín es de aúpa
Nos han robado y nos siguen robando minuciosamente. La vida social está organizada como un robo permanente, un robo permitido porque necesitamos distribuir el dinero. Una de las formas de redistribuirlo es robarnos a nosotros mismos, lo que pasa es que ahí hay grandes especialistas que lo hacen de putísima madre.
¿Nos robarán también lo sueños o eso no, Don José? Ni en el XXI, XXII, XXIII…
¿Por qué son los días previos a la Navidad? ¿Los días de la ilusión?
(Risas). No, me refería a los siglos.
¡Ah! (risas) No hay posibilidad. La idea que tengo de la humanidad es que seguimos siendo los mismos animalitos que pintaban en las cavernas, lo único que hay entre medio es una gran acumulación de cultura. Pero el animal sigue pensando lo mismo, queriendo lo mismo que entonces: mantenerse, querer, amar y tal. Y poco más. No ha habido ninguna evolución profunda en el cerebro de ese animalito. Y así hasta la extinción.