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“Venceréis, pero no convenceréis”

El escritor Miguel de Unamuno.

Txema G. Crespo

Vitoria-Gasteiz —

El próximo 29 de septiembre se cumplirán 150 años del nacimiento de Miguel de Unamuno y Jugo, probablemente el bilbaino (así, sin tilde, como a él le gustaba escribir) más importante de su tiempo y también el que gozó de mayor proyección universal. Y sí, gozó, porque a pesar de que durante años, tras su muerte, se mantuvo como un referente intelectual incluso para escritores abertzales de ambos lados de la muga, en la actualidad, prácticamente ha desaparecido del mapa. Ni siquiera está incluido en los programas de estudios de ESO y Bachillerato, con una ligera relevancia. Es uno más.

Lo que no le hubiera hecho ninguna gracia al autor de 'Paz en la guerra', dotado de un ego aún mayor que su ingente obra, de tal envergadura que es el único escritor de su época y categoría que todavía no ha visto finalizada la edición de sus Obras Completas (su biógrafo y estudioso, Jean Claude Rabaté, calcula que la recopilación de los más de 5.000 artículos de prensa escritos en medios de toda índole ideológica supondrían más de 15 volúmenes de 500 páginas; su correspondencia se ha recogido en siete). En cuanto al tamaño de su ego, sólo hace falta acudir a la biografía que publicó en 2012 el también vasco y bilbaino Jon Juaristi, que recorre entre el amor y el odio la trayectoria del creador de 'San Manuel Bueno Martir', su obra más conocida como indica el propio Juaristi: “Es todo lo que las últimas generaciones españolas conocen de Unamuno, porque su lectura obligatoria ha sido parte del plan de estudio de Bachillerato hasta fechas recientes, probablemente más pos su extensión (viene a ser equivalente a la de un cuento largo) que por su tema, que aburre tanto a los adolescentes actuales tanto como apasionó a los de generación”.

Quizás esta indiferencia actual se entienda menos si se conoce su poliédrica figura, sus reflexiones sobre las Vascongadas y el euskera, sobre España; de quien fue liberal, filoanarquista, socialista, republicano, pero también próximo a la Falange, defensor del golpe de Estado de Franco, del que abjuró al final. De quien se consideró fundador del nacionalismo vasco y luego rechazó para enfrentarse con su vecino y coetáneo Sabino Arana. Aunque todavía hay quien le demoniza, como ha ocurrido recientemente en Bilbao, con EHBildu, y que Antonio Rivera ha analizado en un artículo en eldiario.es, con un rifirrafe en los comentarios al mismo que muestra que todavía Unamuno da de sí.

Si supieran los concejales de EH Bildu que José Luis Álvarez Enparantza, 'Txillardegi', uno de los fundadores de ETA, dedicó su primera conferencia pública, organizada por Koldo Mitxelena en la Diputación de Gipuzkoa, en 1957, a Unamuno ('Unamuno eragille: Urkijo-Mintegiko solas-aldia'). “Los abertzales de esa generación leían a Unamuno con pasión. Y hasta hoy, como muestra la publicación el año pasado de la traducción de los poemas del exilo a cargo de Jean Lous Davant”, explica Pruden Gartzia, director de la Biblioteca de Euskalltzaindia, en cuya sede se presentó 'Erbesteko sonetoak', el libro del zuberotarra Davant hace unos meses, un cuidado trabajo en euskera, castellano y francés que recupera la obra poética escrita entre París y Fuerteventura, cuando su oposición a la dictadura de Primo de Rivera y a la monarquía de Alfonso XIII le obligó a exiliarse.

Es este carácter rebelde de Unamuno el que atraía a estos jóvenes, así como su anticatolicismo, sin dejar de ser cristiano, de una espiritualidad que lleva al franciscano Salbatore Mitxelena a escribir en 1958 'Unamuno ta Abendats', a pesar de que la obra de Unamuno estaba en el índice de libros prohibidos por la Iglesia, por orden del también vasco, el obispo de Canarias, Antonio Pildain y Zapiain.

Y no hay que olvidar que los falangistas reivindicaron a Unamuno por su nacionalismo español, como lo hizo en 1931 con un interés que rozaba la pedantería, Ramiro Ledesma Ramos en su revista 'La conquista del Estado' e incluso el hijo de su odiado dictador, José Antonio Primo de Rivera en 1936, a quien acompañó a un mitin en Salamanca. Cinco años después de haber salido elegido concejal republicano-socialista en las elecciones que trajeron la segunda república a España, Unamuno había realizado una deriva de 180º, movido por el auge de los nacionalismos vasco y catalán, entre otras razones, tal y como recoge Juaristi en su biografía. Por cierto, este libro, considerado la mejor obra en su género de 2012, sólo cuenta con siete volúmenes en las más de cien bibliotecas de Euskadi, dos de ellos en la de Bidebarrieta de Bilbao.

Una muestra más de que “a Unamuno lo lee una inmensa minoría”, como dice Jean Claude Rabaté, autor junto con su esposa Colette, de una monumental biografía de Unamuno. “Y a pesar de todo su apellido impresiona”, añade. Serán los ecos del entusiasmo con el que se le recibió a su llegada del exilio en aquellos días previos a la proclamación de la República, de cuando data la fotografía de Unamuno saludando desde su casa en la calle Bordadores a una multitud enardecida, la misma que daría la alcaldía de una de las ciudades más conservadoras de España a los republicanos y socialistas gracias en buena parte al magnetismo de quien era rector de su Universidad.

¿Y qué rescataríamos de la ingente obra del autor bilbaino? Rabaté estima que hoy está de plena actualidad el Unamuno periodista: “Es un escritor que se enfrenta al acontecimiento, sea la Semana Trágica, la Gran Guerra, la Monarquía corrupta de Alfonso XIII, el devenir de la República, los nacionalismos vasco y catalán... y muchas veces se contradice, porque le encantaba jugar a la contra”. Pero siempre se posicionaba, fuera el momento que fuera, como cuando en la apertura del curso, en octubre de 1936, en la Universidad de Salamanca de la que era rector, se enfrentó al General legionario Millán Astray en lo que fue el abandono del fugaz respaldo a Franco, la denuncia pública de los desmanes del nuevo régimen que llegaba y también su última proclama, porque falleció meses después, el 31 de diciembre de 1936: “Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis, porque para convencer hay que persuadir. Y para persuadir necesitaríais algo que os falta: razón y derecho en la lucha”, concluyó Miguel de Unamuno.

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