“Los grandes accidentes nucleares existen y Garoña tiene muchos boletos para sufrir uno”
La mayoría de la sociedad vasca acude incrédula al devenir del culebrón sobre la reapertura de la central nuclear de Garoña, en la frontera entre Burgos y Álava. La decisión del Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) de permitir de forma condicionada la reapertura de Santa María de Garoña, desconectada de la red eléctrica desde diciembre de 2012, ha incendiado los ánimos en partidos, sindicatos, ecologistas y el conjunto de la sociedad civil que ya daban por amortizada y ‘muerta’ a la central. La decisión resulta “muy difícil de entender” para los ciudadanos ya que se trata de una central que ha superado “con holgura el periodo de vida útil, cuenta con una tecnología obsoleta, y su aportación a la generación de energía es mínima”, denuncia el Gobierno vasco. El mantenimiento, aunque sea con las inversiones en seguridad a las que se condiciona la reapertura, supone un “riesgo innegable para la integridad de los miles de personas que viven en su alrededor y para el medio ambiente”. Ese es el sentir generalizado en la sociedad vasca y, especialmente, en la alavesa que vive con inquietud todo lo relacionado con la central.
Marisa Castro, de Ekologistas Martxan (Ecologistas en Acción) y representante del Foro contra Garoña (que aglutina a sindicatos, políticos y ciudadanía en general), tiene muy claro que la decisión del Consejo de Seguridad Nuclear pone por delante los intereses “empresariales a los de los ciudadanos”. Castro también está convencida de que se trata de una decisión política y que la única manera de que Garoña no se abra pasa por la presión a los políticos. “Ahora el PNV parece que va a negociar los presupuestos con el PP. La reapertura de la central tiene que estar en la mesa de negociación. No puede ser que el PNV se lleve las manos a la cabeza con la decisión del CSN y cuando tiene la oportunidad de hacer algo no intente presionar”.
Juantxo López de Uralde, portavoz de Equo y diputado por Unidos Podemos, es un histórico de las movilizaciones contra las centrales nucleares. En Euskadi ha participado activamente en las masivas protestas contra Lemoiz y Garoña a finales de los años 70 y principios de la década de los 80. López de Uralde percibe que el “profundo sentimiento antinuclear” que anida en la sociedad vasca emerge de nuevo después de unos años en estado latente. “Al sentimiento antinuclear se une el de la indignación que ha provocado el tejemaneje de Nuclenor y el Consejo de Seguridad Nuclear. Si lo que pretenden es alargar la vida de las centrales nucleares el debate se debe plantear en otros foros y no con estas triquiñuelas”.
“Garoña”, añade, “es una fotocopia de la central de Fukushima y ya se ha visto lo que ha ocurrido. Frente a lo que dicen las empresas, lo cierto es que los grandes accidentes nucleares existen y Garoña tiene muchos boletos para sufrir uno porque está obsoleta, lleva cerrada varios años y sufre graves problemas de seguridad”.
A sus 70 años, Arístides García Espinosa lleva 40 en la militancia antinuclear en organizaciones de Burgos. Cuando pensaba que el trabajo con Garoña estaba hecho y que se podía ‘jubilar’ se ha despertado con que la partida puede volver al principio. “Se me saltan las lágrimas de pensar que Garoña puede reabrir por el afán de dinero de algunas empresas y los intereses creados de los políticos. Es algo inmoral, pero si hay que volver a la resistencia lo haré porque algunos no entienden otra respuesta”.