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“En la huerta se trabaja más tiempo que en una fábrica, pero nadie te impone el ritmo”

Jon Bereziartua y Alazne Intxauspe junto a su huerta en el baserri de Iparragirre. /G. A.

Gorka Ascorbebeitia

Bilbao —

A unos 10 kilómetros monte arriba saliendo desde Iurreta, cerca de la antigua ermita de Orozketa, se encuentra el baserri Iparragirre. La carretera recientemente asfaltada no resta encanto a un paraje que, por lo demás, es casi completamente verde y agreste. La sensación de cercanía con la naturaleza es total. Bajo la tejavana adyacente a la construcción principal esperan Jon Bereziartua y Alazne Intxauspe. Pareja de jóvenes, urbanitas, con estudios superiores y trayectorias prometedoras que han optado por implantar su propia explotación agraria ecológica. Han elegido volver “al modo de vida de nuestros abuelos”.

Jon nació en Arrasate hace 31 años aunque ha pasado la mayor parte de su vida en el caserío Iparragirre de Orozketa. Estudió delineación en el centro de formación profesional Maristas de Durango y trabajó durante cinco años en una de esas empresas con buenos salarios y mejores condiciones donde los jóvenes de la comarca se pegan codazos por entrar. Cansado de la rutina de la industria, estudió magisterio e incluso antes de terminar la carrera le empezó a picar el gusanillo de la agricultura.

A pesar de la proximidad de la naturaleza nunca había dedicado demasiado tiempo a la huerta hasta hace cuatro años. Entonces, cuando su familia tuvo la ocasión de comprar las tierras donde se asienta Iparragirre y dejar su anterior situación de renta antigua, Jon empezó a plantearse pedirles una parcela de tierra donde poder cultivar algunas hortalizas para el autoconsumo.

Alazne, por su parte, tiene una historia parecida. Nació en Andoain hace 28 años, estudió Humanidades y empresa y ha trabajado en televisión. Concretamente, se encargaba del casting y la producción del programa de ETB1 ‘Mihiluze’, desaparecido de la parrilla recientemente. Antes de quedarse en el paro ya dedicaba gran parte de su tiempo libre a cuidar de la explotación que comparte con Jon en Iparragirre. Su familia en Andoain también tiene una huerta, pero ella nunca había dedicado demasiado tiempo a atenderla. “Cuando le dije a mi madre que íbamos a poner unas verduras, no se lo creyó, ahora ya se ha hecho a la idea”, recuerda la joven guipuzcoana.

Ambos empezaron a trabajar la tierra hace “unos cuatro años”. Desde entonces y gracias a los cursillos del sindicato agrario EHNE han ido aumentando el tamaño de su explotación. Ahora mismo disponen de dos invernaderos de unos 250 metros cuadrados cada uno y están montando un tercero de proporciones similares. Además, también tienen varias huertas a la intemperie donde plantan todo tipo de verduras, desde puerros hasta tomates, pasando por berenjenas, maíz, calabazas o girasoles. “Nuestra filosofía es que cuanta mayor biodiversidad haya mejor, cuanto más se asemeje a lo que te puedes encontrar en el bosque mucho mejor”, apunta Jon.

Completan su explotación con unas dos docenas de gallinas que cloquean sueltas en un corral cercano a los invernaderos y un panal de abejas que acaban de instalar y no les dará miel “al menos hasta el año que viene”. Desde hace un año participan en el programa Nekasarea de EHNE. A través de él venden todo lo que no dedican al autoconsumo directamente a familias del Duranguesado, una cesta cargada de verduras y huevos cada semana.

A pesar de los muchos programas de subvenciones para jóvenes agricultores, como los que ofrece la Diputación Foral de Bizkaia o del Gobierno vasco, por ejemplo GazteNek, Alazne y Jon han preferido tirar para adelante sin ayudas. “Quizás sea por la desconfianza en que te regalen algo, ya sabes, en esta vida nadie regala nada”, comenta ella. “De todas formas en el programa GazteNek te asignan un tutor que te obliga a estar continuamente subiendo la producción y nosotros preferimos ir a nuestro ritmo, de una forma menos intensiva”, añade Jon. Para poder sobrellevar mejor la inversión inicial en material y herramientas, compraron todo de segunda mano.

Primavera de frío y lluvias

Primavera de frío y lluviasLa rutina de trabajar en el campo es muy diferente al día a día urbano. “En la huerta se trabaja más tiempo que en una fábrica, prácticamente todo el día, pero nadie te impone el ritmo y se vive mucho más tranquilo”, explica Jon. Ahora mismo están plantando la cosecha de cara al invierno y prefieren esperar a las últimas horas de la tarde o incluso al anochecer para que la tierra acoja mejor las semillas, con lo cual muchos días les dan las 22:00 de la noche antes de poder irse a casa. Por lo demás, los lunes, martes y miércoles los dedican a recoger verduras para llenar las cestas de Nekasarea y después a repartirlas por la comarca, Durango, Iurreta y Berriz principalmente. Los jueves, los viernes “y la mayoría de los sábados” los tienen que dedicar a cuidar de la huerta y las gallinas.

Todavía ahora, se les va mucho tiempo en “trabajos estructurales” porque todavía no han acabado de construir el gallinero, están montando un tercer invernadero y un sistema de riego automatizado, pero aspiran a que en un futuro puedan estar algo más libres. Lo que más echan de menos es poder irse de vacaciones, como el viaje a Ecuador donde se conocieron. “Ahora lo máximo que podemos dejar desatendida la huerta son dos o tres días, que dan justo justo para ir a Andoain a visitar a la familia”, detalla Alazne. Echan también de menos ver algo más a los amigos o salir de fiesta, un ámbito en el que han tenido que “bajar mucho el listón”.

En cualquier caso, ambos restan valor a los comentarios de los pesimistas que les auguraban poco futuro en la agricultura. “Al principio todo el mundo te dice que de aquí es muy difícil sacar una forma de vida, hasta en la propia EHNE”, apunta la joven guipuzcoana. “Yo creo que lo hacen para que pongas los pies en la tierra y para asegurarse de que no te ha dado por esto simplemente porque está de moda”, añade. “También nuestros amigos creían que esto era algo temporal, pero aquí seguimos”, le refuerza Jon.

De cara al futuro, no tienen muy claro qué van a hacer. “Pero a día de hoy ni los que tienen un trabajo indefinido tienen claro dónde van a acabar, así que nosotros no estamos ni tan mal”, exclama el joven agricultor. A corto plazo, su principal preocupación es intentar sacar el máximo provecho de una temporada “muy mala”. Después del frío y la lluvia que ha hecho durante la primavera, la mayor parte de las verduras están madurando con retraso, por lo que cruzan los dedos para que las primeras heladas no lleguen antes de octubre. “Si no,se nos pierden todas las calabazas”.

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