“El consumismo ha devorado la calidad de vida”
Toni Lodeiro (A Coruña, 1978), divulgador de alternativas de consumo consciente, lleva desde 2001 dinamizando talleres de temas como alimentación saludable, y sostenible, autogestión de la salud, educación emocional, comprender la globalización…Todo dirigido a ‘Consumir menos, vivir mejor’, el título del libro que se ha convertido en una guía de ideas prácticas para un consumo consciente. En su libro ofrece múltiples propuestas y soluciones, desde cómo hacer en casa jabón, pasta de dientes, yogur hasta cultivar verduras en macetas. Lodeiro ha impartido varios talleres en Euskadi recientemente en los que ha transmitido sus ideas, pero sin “evangelizar” ni caer en el síndrome del nuevo iluminado. “No doy lecciones que no me han pedido”, asegura en este entrevista concedida a El Diario Norte tras uno de los talleres celebrados en Vitoria. “El consumismo ha devorado la calidad de vida”, advierte el divulgador, quien reconoce que en este viaje toca nadar a contracorriente.
Pregunta. Usted plantea que los cambios empiezan en el plano personal para después saltar al comunitario, desde el que es posible intentar cambiar las reglas del juego.
Respuesta. Son ámbitos interdependientes e imprescindibles. Un cambio en las reglas de juego impuesto desde arriba que no tiene un bagaje de ciudadanía, de comunidad que lo ha experimentado, que lo apoya o lo promueve, no tiene nada que hacer. Tal vez es lo que está pasando con el sistema del puerta a puerta en Gipuzkoa. Una medida que me parece fantástica y valiente, pero la ciudadanía no está suficientemente preparada para ella. Y al contrario, una ciudadanía que promueve mucho algo pero no consigue influir en las reglas de juego no alcanza a mover las cosas de verdad. Son ámbitos que dependen unos de otros. Necesitamos cambios en las reglas de juego que impulsen verdaderamente la economía solidaria, agroecológica, que ponga límites a la construcción, a los beneficios de la gran banca, a la producción contaminante. No es suficiente con pequeñas iniciativas personales, sino que hacen falta cambios en las reglas de juego que pongan límites a la economía destructiva del medio ambiente.
P. Usted predica que se puede vivir mejor consumiendo menos. Pero en las circunstancias actuales todos los mensajes van en la dirección de aumentar el consumo para sacar al sistema del colapso y generar empleo.
R. Consumir menos recursos naturales, producir menos residuos, contaminar menos….Eso no significa que no se mueva la economía. Tenemos muchos sentidos positivos en que moverla: reconversión hacia las energías renovables, mayor autoproducción de alimentos, reforestación, necesidades sociales, culturales, educativas, sanitarias, inversión en transporte público. Hay mucha economía que mover, pero no necesariamente hacia los planes ‘renove’ de automóviles mediante los cuales se transfieren millones de euros de dinero público al capital privado y a una parte muy pequeña de la población que es la que decide comprarse un coche nuevo. Con eso quiero decir que la economía ya se está moviendo, pero debe hacerlo de otra manera.
P. ¿Se puede seguir creciendo de manera infinita en un mundo que da síntomas de agotamiento?
R. No. El afán de crecer y crecer y el consumismo han devorado la calidad de vida. Nos han contado el cuento de que el crecimiento mejora nuestra calidad de vida. Es posible que en algo haya mejorado, pero lo razonable es buscar un equilibrio para recuperar lo bueno de antes y de ahora. En realidad, todo lo que se hace es por intereses de empresa. Un estudio de la alianza global por una banca con valores, que agrupa a más de veinte bancos éticos, compara sus resultados con los de los 19 bancos más importantes del mundo y concluye que los bancos con valores son más rentables que la gran banca. Hay otras maneras de ser rentables. Rentabilidad y destrucción medioambiental e injusticia no tienen que ir de la mano. Puede haber una rentabilidad basada en un reparto del trabajo, en justicia social y que, a la vez, ofrezca rentabilidad empresarial.
P. ¿Un reparto más justo de la riqueza ayudaría a un crecimiento más sostenible?
R. Sí, de esa forma también es posible crecer. Lo interesante es saber en qué sectores crecemos y a costa de quién crecemos. Si crecemos a costa de burbuja inmobiliaria, beneficios de la gran banca y echar a gente a la calle mediante desahucios no nos interesa. No se va a dejar de crecer apostando por crear puestos de trabajo en energías renovables, en la agricultura ecológica o repartiendo el empleo. Cuidarnos pasa también por cuidar el entorno del que formamos parte.
P. ¿Cómo nos despojamos de las falsas necesidades que hemos ido creando?
R. Primera cuestión: ¿De quién son esas falsas necesidades, nuestras o de las empresas? Esas falsas necesidades que no nos gustan se han ido colando poco a poco en nuestras vidas casi sin darnos cuenta. Lo de consumir conscientemente debe ser algo que elegimos, un proceso de liberación que hacemos porque queremos y confiamos en ello. Si lo vivimos como una obligación externa o si tenemos sentimiento de culpa si no lo hacemos es que algo está fallando. Ver que muchas cosas normales son mandatos sociales y no deberes universales, ayuda a soltar el lastre de las falsas necesidades.
P. ¿Resulta muy difícil combatir el pensamiento de ‘conmigo no va esto’?
R. El moralismo no es una buena salida, pero tampoco la cultura de la queja. Ese pensamiento de ‘conmigo no va’ abunda en las sociedades occidentales en general y en las gentes de izquierdas en particular. Hay muchos cambios que hacer, pero lo importante es disfrutar del proceso, tomarlo con ilusión, empezar por cambios que resulten fáciles. Un cambio al mes suman 48 en cuatro años, lo que supone un gran salto en la vida de una persona. Es fundamental buscar personas y redes con quien compartirlos. Tanto con el moralismo como con la queja permanente nos situamos fuera de cualquier responsabilidad
P. En su libro abundan los consejos y las recomendaciones para lograr un estilo de vida más sostenible. Por ejemplo, apuesta por fregar a mano antes que usar el lavavajillas.
R. Sin duda, lo mejor es lavar a mano. Un lavado razonable a mano ahorra agua y energía comparativamente a un lavado con lavavajillas. Y eso sin plantearnos la huella ecológica asociada a la fabricación del electrodoméstico. Si se hace un lavado razonable, separando las cosas sucias de las muy sucias, lavando los vasos con muy poco jabón y agua fría, dejando la olla a remojo….Vivir de manera saludable y ecológica no es tarea fácil. Es un proceso complejo que no depende en exclusiva de uno mismo. Por eso, hay que respetar el derecho del resto a no estar de acuerdo con lo que piensas. De producirse los cambios sociales, éstos serán resultado de miles de esfuerzos y visiones diferentes. El ejemplo de cada uno es la mejor enseñanza. Y aquí recurro a Confucio: No enseñar a quien está dispuesta a aprender es malgastar a una persona, enseñar a quien no quiere aprender es malgastar palabras.