Los disidentes de la izquierda abertzale provocan una 'kale borroka' residual
La potente imagen de ocho autobuses públicos ardiendo en lo que ha sido el mayor sabotaje cometido por los grupos disidentes de la línea oficial de la izquierda abertzale desde el final de la actividad terrorista de ETA hace cuatro años es en realidad una estampa debilitada de la capacidad real de este sector disidente de ETA y Sortu.
Los dos principales grupos que se han situado al margen de la estrategia de la izquierda abertzale de final del ciclo de la violencia son IBIL y ATA. Las siglas IBIL se corresponden con Iraultzak Bilguneak (comités revolucionarios), mientras que tras las siglas ATA está el grupo Amnistía Ta Askatasuna, que pretende representar la lucha histórica de los presos etarras frente a las vías abiertas por el colectivo de presos de la organización terrorista agrupados en el EPPK para aceptar la legislación penitenciaria española. Este último grupo ha convocado una manifestación para el próximo 28 de noviembre en Bilbao en favor de la amnistía de los presos de ETA.
Pero su capacidad para realizar sabotajes, casi siempre en apoyo a los presos de ETA, como el llevado a cabo el pasado domingo en Derio (Bizkaia), no tiene ni punto de comparación con una estrategia que sirvió de apoyo a la organización terrorista incluso en etapas de tregua como la de Lizarra (1998-99). La Fiscalía General del Estado, en su memoria de 2015, cifra en diez las acciones de “terrorismo callejero” ejecutadas en 2014. Exactamente el mismo número que las realizadas por estos grupos disidentes en 2013. En lo que vamos de año, en los delitos tipificados como terrorismo contra bienes materiales se han producido cuatro casos (tres en Álava y 1 en Bizkaia), cifras que coinciden con las recogidas en los primeros nueve meses de 2014, según datos facilitados por la Ertzaintza. Por contra, entre 1996 y 2000, los grupos de violencia callejera de apoyo a ETA realizaron un total de 4.858 actos de kale borroka.
El pasado año, la mayor parte de los sabotajes se produjeron en Bizkaia (siete en total), tres en Álava y ninguno en Gipuzkoa, según la memoria del ministerio público. La mayoría, contra cajeros o instalaciones bancarias de Kutxabank. Pero los más graves tuvieron como objetivo autobuses públicos: el 20 de agosto cinco autobuses resultados calcinados en Loiu (Bizkaia) en un sabotaje en el que se lanzaron en los alrededores pasquines que hacían referencia a los presos de ETA y su situación sanitaria. Este sabotaje fue reivindicado posteriormente mediante un comunicado emitido por un grupo desconocido en el que se reclamaba las puesta en libertad de los presos etarras enfermos.
Al igual que en esta ocasión, Sortu rechazó los sabotajes y precisó que sus responsables se colocaban fuera de la estrategia actual de la izquierda abertzale.
“Proceso de extinción”
Un mes más tarde, el 27 de septiembre, coincidiendo con la celebración el Gudari Eguna (Día del soldado vasco), se quemaron tres autobuses de Bizkaibus en el barrio bilbaíno de Zorroza. En los pasquines lanzados en los alrededores del sabotaje se señalaba que “la lucha es el único camino”, se defendía a “los luchadores de ayer, mañana y de siempre”. Un grupo anónimo reivindicó el acto de violencia callejera y lo enmarcó en el Gudari Eguna.
Se da la circunstancia de que ETA, en un comunicado difundido precisamente ese 27 de septiembre arremetía, sin citarlos expresamente, contra los grupos disidentes que se situaban fuera de la estrategia de la izquierda abertzale, para recalcar que no contaban con su apoyo. A esos sectores críticos les envíaba este mensaje: “quienes están perjudicando la estrategia actual y quienes, con el objetivo de dividir el Movimiento de Liberación, utilizan con malicia la memoria de los combatientes vascos y los habituales símbolos y reivindicaciones de la izquierda abertzale no tienen el apoyo de ETA”. Y para que no hubiera posibilidad de interpretaciones, ETA añadió: “Más aun, ETA considera tales actuaciones muy perjudiciales”.
En cualquier caso, la Fiscalía General del Estado, en su última memoria, ya apuntaba que pese a que ETA no se había disuelto, “las organizaciones terroristas tradicionales de naturaleza marcadamente local o vinculada a planteamientos de segregación territorial han iniciado un irreversible proceso de extinción”. Y ese proceso es muy perceptible también en los casos de violencia callejera: mientras los grupos de kale borroka ejecutaron un total de 4.858 sabotajes y atentados callejeros entre 1996 y 2000, entre 2013 y 2014 esos atentados se han reducido a 20. Los sabotajes persisten, pero en niveles completamente residuales, y los expertos en terrorismo de todas las policías coinciden en señalar que cada vez es más complicado “diferenciar estas acciones de otras propias del ámbito social o laboral”.
“Se trata de acciones de escasa entidad”, se explica en un informe del Servicio de Información de la Guardia Civil, “en su mayor parte actos de propaganda, cometiéndose acciones de carácter mas cualificado con ocasión de hechos muy puntuales”, como el ocurrido el pasado fin de semana en Derio (Bizkaia), que va a suponer un coste al erario público superior a los dos millones de euros.