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“Si tengo que elegir entre ayuda social y trabajo, elijo trabajo”

Sekou Usu Diakite trabaja como almacenero en Vitoria desde hace cuatro años.

Natalia González de Uriarte

Vitoria Gasteiz —

Hamza Khider, un joven argelino, recaló en Vitoria-Gasteiz en el 2010. Hoy regenta su propio negocio en la calle Basoa. Se ha casado con una chica uruguaya que profesa su misma religión y espera aumentar la familia pronto. No se puede decir que no se haya integrado. Tampoco que no quiera trabajar. Es un emprendedor.

Su locutorio no va mal, aunque él, nada pretencioso, no da detalles. En el tiempo que se alarga su conversación con eldiarionorte.es varios clientes han pasado por la tienda. La mayoría son magrebíes. Hacen llamadas, envían faxes e intercalan impresiones sobre las declaraciones vertidas por el alcalde de su ciudad, Javier Maroto. No lo esconden. Se siente atacados y discriminados y alzan la mirada y su enérgica voz para trasmitirle una petición al regidor que asegura con insistencia que los argelinos y marroquíes viven de las ayudas sociales y no quieren trabajar. “Le pido que dé los nombres y apellidos de los árabes que han rechazado un trabajo al ser llamados por Lanbide. No los va a encontrar. Todos queremos trabajar pero no hay trabajo. Y cuando lo haya, nos rechazarán si sigue diciendo esas cosas sobre nosotros”, dice tajante un pariente del propietario del establecimiento.

“Si no trabajamos es porque no hay trabajo”

Es un hombre argelino de 58 años de nombre Amed. “Argelia, mi país, ayudó muchos a los vascos en los años 73, 74 y 75. Hay 15.000 españoles viviendo en Argelia. Las relaciones con España siempre han sido buenas. ¿A qué viene esto de atacarnos de esa manera? Es ofensivo e incierto que no queramos trabajar”, declara. La indignación de este ciudadano, que era contable en su país y aquí apenas ha conseguido encadenar dos trabajos en una empresa de limpieza, le empuja a seguir hablando. “El alcalde envío a un representante municipal a las mezquitas. Esta persona vino a pedir perdón. Pero eso de nada nos sirve. Queremos las disculpas públicas del propio alcalde. Nos dijo también que quería tomar el té con nosotros coincidiendo con una celebración especial para nuestro pueblo, pero no hemos accedido. La comunidad está muy dolida”, asegura.

Tal ha sido la repercusión de las palabras del edil del PP, que el colectivo argelino ultima los trámites para constituirse como asociación en defensa de sus compatriotas. “¿Quién cree que dejamos toda nuestra vida allí y pasamos penurias para llegar aquí a cobrar un ayuda y a estar mirando?, ¿de verdad, quién lo cree?. No trabajamos porque no hay trabajo y si no hay trabajo pedimos ayudas porque no tenemos para comer”, insiste Miloud, otro argelino que añora su trabajo en una subcontrata de basuras.

El trayecto hacia el norte que emprendieron en su día estos argelinos fue más largo para Sekou Usu Diakite. Este joven nació como otros cinco hermanos en Costa de Marfil. Lleva varios años en Euskadi. Primero trabajo en Plentzia en un invernadero de lechugas. Pero se trasladó a la capital alavesa animado por un amigo que le aseguró que allí había trabajo. Eso fue hace cuatro años, los mismos que lleva de almacenero en Cegasa. Supo ganarse la confianza de sus superiores que le han ido renovando contratos. “El sueldo es bueno. Me permite pagar el alquiler, los gastos de la casa y la comida, además de la manutención de mi hermano, que ahora no tiene trabajo”, relata.

Sekou Usu Diakite es alegre y positivo. Dice que ese talante le ha ayudado a afrontar las actitudes racistas que se ha encontrado en su camino. “Los que hemos viajado sabemos que nada tenemos que ganar si nos enfrentamos. Siempre seremos el extranjero y al de aquí le apoyaran frente a nosotros. Esas críticas hay que dejarlas pasar. No hacer caso. Respeto la opinión del alcalde, pero se equivoca al generalizar. Sí hay gente que prefiere no trabajar, pero no solo entre los de fuera. Aquí también hay vagos”, expone entre risas mientras saluda a los vecinos que se cruzan en su barrio, en Zaramaga. “Qué pretenden que haga esta gente si no tiene dinero. Pedir ayuda o qué prefieren, que acaben robando?”, se pregunta.

De ingeniero de comunicaciones a ayudante de cocina

Ajeno a esta polémica vive sus días en Vitoria-Gasteiz Mahmud Siri, un estudiante argelino llegado de Mallorca. Lo suyo es la gastronomía pero no encuentar cocina alguna en que le den una oportunidad. “Yo prefiero trabajar a recibir ayudas, pero no encuentro empleo. Sé que hay gente con familia, con niños que necesitan más las ayudas que yo”. Siri no se equivoca. Cuando tienes tres hijos como Natalia Akrimenko y su marido, dos refugiados rusos, toda ayuda es poca. El cabeza de familia trabaja como ayudante de cocina y “la jornada laboral no tiene fin, casi no ve a sus hijos, pero nos nos queda más remedio”. Este exiliado llegó a Vitoria-Gasteiz en el 2009 dejando atrás una situación conflictiva en su país y un puesto de ingeniero de telecomunicaciones. “El trabajo no le agrada pero estamos contentos porque hemos obtenido papeles de cara a los próximos cinco años. Nosotros queremos trabajar, pero sin además nos ayudan no lo rechazamos porque la situación es muy complicada”, confiesa Akrimenko.

Estos retazos de vida reflejan el espíritu y la esperanza por encontrar una vida mejor que mueve a la mayoría de inmigrantes. Algunos han tomado tierra en Vitoria-Gasteiz pero no han elegido el destino. La huida ha sido la brújula que guió sus pasos. Caminan hacia adelante con una única visión en el horizonte, encontrar trabajo. Lástima que tanto ellos, como el resto, tengan tantas dificultades para encontralo. Pese a ello, casi ninguno se arrepiente del éxodo. Sekou Usu Diakite afirma sentirse orgulloso de sus trayectoria. Ahora se le presenta un futuro incierto por la situación en su empresa, futuro al que mira de reojo, pero sin obsesionarse. “Sé que podemos acabar en la calle pero ahora no me preocupa. Ya me encargaré cuando llegue el momento. Vivo al día. Como hablo francés he pensado en viajar al país vecino. Y si tengo que solicitar ayudas, lo haré, pero si me dan a elegir entre ayudas sociales y trabajar, elijo, sin duda, trabajar. No quiero depender de nadie”.

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