“Algunos enviados especiales a zonas de conflicto se limitan a leer un teletipo delante de cámara”
Karlos Zurutuza, periodista independiente y colaborador habitual de la agencia de noticias Inter Press Service -IPS- y del diario Gara ha inaugurado el ciclo de conferencias sobre la Primavera Árabe “Periodismo a pie de calle” organizado por el Ayuntamiento de Vitoria. A este 'freelance' recién llegado de Irak le respaldan años de profesión, muchas coberturas y el seguimiento de varias revueltas en el norte de África. El reportero considera que es difícil escapar de la agenda mediática y que esa sujeción a la ley de la oferta y la demanda influye en la calidad la información, “una mercancía -dice- que 'customizamos' en función de las exigencias del mercado”. Reniega de la figura mitificada del corresponsal de guerra y reconoce que el periodismo de conflicto “es una catapulta muy buena para promocionarse independientemente de la valía profesional”. Este periodista está convencido que ningún acontecimiento es casual en el norte de África y que las fracturas en los países de Oriente Próximo responden a algo más que luchas de poder o disputas religiosas. “Detrás de esas excusas se esconden intereses geoestratégicos”, asegura.
Pregunta. Irak, Irán, Libia o Afganistán están en la lista de países a los que se ha desplazado para cubrir conflictos que ya no figurán en la agenda mediática de los informativos, ¿significa esto que se ha estabilizado la situación en esas zonas?
Respuesta. En absoluto. En Irak sólo en mayo han muerto más de 1.000 personas en episodios de violencia, cifras similares a las registradas en el 2008. Entonces desayunábamos con Irak y nos acostábamos con Irak. Ahora ha desaparecido de los informativos al igual que Afganistán, Libia, como tantos y tantos conflictos y hay otros muy sangrantes de los que casi ni se habla o no se ha hablado nunca, como por ejemplo Congo. No he pasado del Norte de África pero me consta que el África subsahariana sigue siendo un caos. Violencia interétnica, crisis humanitaria a todos los niveles pero apenas merece un breve.
P. ¿Por qué ese olvido?
R. Todo responde a inercias dentro del flujo de información que obedecen a distintas razones.
P. ¿Alguna tiene relación con la tendencia de convertir cualquier conflicto armado en espectáculo mediático?
R. Sí, entre otras causas. El espectáculo es parte desgraciadamente del negocio. Hay que llenar espacios de televisión y muchas veces se desplazan enviados especiales para hacer directos sea en Trípoli, Kabul o cualquier otro lugar que se limitan a leer un teletipo delante de la cámara, sólo para estampar la firma de la casa. Recuerdo que estuve intentando vender un reportaje sobre un campo de refugiados, Domiz, en Kurdistán de Irak, sin éxito durante más de un mes. Pero el día que Angelina Jolie lo visitó, recibí varias peticiones.
P. ¿Entonces, podemos considerar la información como una mercancía?
R. Sí. Está claro. Hay gente que vende fruta, otros coches y los periodistas vendemos noticias que 'customizamos' según nos lo marca el mercado de la información. Los propios periodistas también nos alimentamos de los contactos que nos pasan los colegas, entrevistamos a las mismas personas y al final caemos en una inercia que provoca que se repitan historias y otras, a las que no llegamos, no se difundan.
P. ¿Pero será muy difícil escapar de ese bucle en las circunstancias que ustedes trabajan?
R. Sí, son zonas en las que es muy complicado trabajar. Estás poniendo muchas veces tu seguridad en manos de un traductor porque alguien en el que confías te ha pasado su contacto. Todo eso al final repercute en la calidad de la información. Pero unos de los responsables directos son los editores que no comparan una historia del Congo o de Baluchistán.
P. Cada vez hay más medios en manos de empresas ajenas al gremio informativo. La última adquisición de Jeff Bezos, el fundador de Amazon, el Washington Post, es un ejemplo de esta tendencia. ¿En qué cree que puede derivar?
R. Me sorprendió la noticia. El dueño de Amazon ha pecado de ingenuo al adquirir el Washington Post pensando quizás que va a poder hacer algo revolucionario que relance esa cabecera. Han sido muchos los intentos de reactivar el mercado realizados por profesionales conocedores del gremio y escasos los resultados. Pero a lo mejor me equivoco y tiene éxito. Lo que está claro es que los grandes medios están sujetos a lobbies. Hablamos del eterno dilema al que nos enfrentamos, ¿hasta qué punto se puede ser entonces un reportero independiente? Aunque aún existen excepciones de medios que sí son respetuosos con las informaciones, yo no ofrezco nada a casi ningún medio español. He tenido malas experiencias por el tratamiento que han dado a mis trabajos y además por lo mal pagados que están.
P. Habla de periodismo objetivo. ¿Usted cree que el periodista nunca debe tomar partido?
R. Creo que el periodista no debe posicionarse porque el testimonio habla por sí mismo y tiene su peso específico. A veces te dejas llevar por la situación que estás viviendo o por la afinidad que puedas tener con este o aquel grupo. Pero lo ideal es contar únicamente la verdad, ser capaz de trasmitir únicamente lo que ves y permitirle al lector sacar sus propias conclusiones. De lo contrario es como considerarle tonto. Y pecamos de eso. De hecho, habría que ser muy cuidadosos empezando por la dialéctica habitual que empleamos en las crónicas. Hasta el 2011, un civil armado era un terrorista en Irak y en Afganistán, a partir del 2011, un civil armado en Libia es un luchador por la libertad. Cuando recurrimos a esa esa terminología estamos sentenciando, negando la oportunidad al lector de que haga sus propias interpretaciones.
P. ¿El freelance se libra de las presiones y exigencias impuestas desde los consejos de administración?
R. Sí, de alguna forma. Pero también debe de hacer el esfuerzo por aportar una visión distinta de la que se está dando en general. Tiene que buscar una laguna que cubrir en ese flujo de información. Si voy a Libia, no voy a ir donde están todos los periodistas. Parece que el hecho de que haya periodistas en un lugar obliga a que allí esté la noticia. De Egipto, por ejemplo, apenas nos llegan noticias de lo que pasa fuera de El Cairo. ¿Cómo se vive la crisis en las aldeas rurales o en el Sinaí? Es necesario escapar de la corriente general y buscar una historia original que ofrecer.
P. ¿El supuesto heroísmo de los corresponsales de guerra en ocasiones es más importante que la propia información?
R. A veces. Es el llamado periodismo Gonzo. Lo que cuentas es lo que le pasa a ese periodista en un escenario de conflicto en concreto. No me parece profesional ni me interesa. Lo que ocurre es que el periodismo de conflicto es una catapulta muy buena para promocionarte independientemente de tu valía profesional. Ponerte la etiqueta de corresponsal de guerra te da un halo de romanticismo, te viste. Pero no nos equivoquemos, en esto, como en todo, abundan los buenos periodistas y también los malos. No eres un buen periodista solo por el hecho de cubrir conflictos armados. Hay periodistas extraordinarios que hacen información local. Además se debe diferenciar entre periodistas gráficos y reporteros. Yo no vivo de la imagen. No tengo que estar en el punto exacto en el que está sucediendo una matanza. Aunque no suele ser así, podría cubrir un conflicto sin oír un disparo en toda mi estancia.
P. ¿Hay mucha competitividad entre ustedes?
R. Sí, es un mundo muy competitivo, pero a la vez puede ser muy solidario. Tengo un círculo de colegas con los que colaboro que sé que siempre me van a ayudar y viceversa. Pero sí, hay mucho quítate tú para ponerme yo.
P. Después de ver tanto sufrimiento, ¿se puede sacar algo positivo de los conflictos armados que ha relatado?
R. Hacer el camino inverso a la guerra. Regresar a la zona de conflicto junto a los refugiados que vuelven a casa o ver gente que está aprendiendo su lengua minoritaria en una escuela abierta por voluntarios. Esas historias me encantan. Hay muchas historias positivas de las que aprender en una guerra pero parece que no venden frente a la carnaza.
P. ¿Esas fracturas en los países de Oriente Próximo responden a algo más que luchas de poder o disputas religiosas?
R. Lo que muchas veces nos intentan vender como un conflicto religioso, no es tal. La religión es una excusa para obtener un rédito geoestratégico o político. Cada país tiene su lectura individual pero está claro que lo que pasa en Siria afecta a todo el mundo. La Guerra Fría entre Oriente y Occidente sigue en vigor, no ha desaparecido. Y Siria es la prueba de ello. Tenemos a Irán, China y Rusia alineadas con Asad y a Occidente, las potencias del Golfo y Turquía con la insurgencia árabe.
P. ¿La ayuda exterior es clave para que esos regímenes autoritarios dinásticos conserven el poder en muchos casos durante más de cuarenta años?
R. Claro. Los hemos mantenido nosotros en el poder hasta que nos ha interesado. Mubarak era la niña bonita de Washington. Y con Gadafi todos han hecho tratos. Líderes europeos como Berlusconi o Sarkozy se reunían con él la víspera de empezar la revolución en Libia. Lo último que debemos creer es que EEUU u Occidente van a Afganistán o a Irak a llevar un modelo de democracia. Si esa fuera la verdadera razón, que quisiéramos importar la democracia, entonces Arabia Saudí no existiría como tal. ¿Cuáles son los dos países que ha invadido EEUU en los diez últimos años? Irak y Afganistán, que casualmente, están a ambos lados de Irán. Muchas veces se busca, más que empujar a un cambio de régimen, crear un caos controlado, una inestabilidad que pueda favorecer o que debilitar a mis enemigos más directos. Es lo que está pasando con Siria.
P. Usted está convencido de que los kurdos jugarán un papel fundamental en el futuro de Oriente Próximo ¿Por qué?
R. Son 40 millones de individuos divididos por las fronteras de Irán, Irak, Siria y Turquía. A parte de tener unos recursos energéticos tremendos, las dos grandes fuentes de agua de Oriente Próximo nacen en el Kurdistán turco. A eso hay que añadir que esas personas que nunca ha tenido un Estado están forjando una conciencia de pueblo, una conciencia nacional. Antes se preocupaban solo por lo que pasaba en su tribu, no les interesaba lo que les podía pasar a los suyos al otro lado de la frontera. Pero ahora los kurdos de Irak y los kurdos de Turquía se sienten como hermanos. Esa realidad se está imponiendo. Tiene ya un Estado de facto en el norte de Irak, en Siria están a punto de construirlo y Turquía tiene un proceso pendiente de paz con los veinte millones de kurdos que viven en ese país. Pretender negar la realidad de un pueblo de cuarenta millones de personas en el corazón de Oriente Medio es como ponerse una venda en los ojos.