“Cada vez tenemos menos garantías de eficacia y de seguridad con los nuevos medicamentos”
“En las últimas décadas las grandes corporaciones han adquirido tal volumen y tal capacidad de control de los políticos y de los medios de comunicación que es muy complicado luchar frente a esto” asegura Juan Erviti, miembro Medicus Mundi Gipuzkoa, doctor en Farmacia y jefe de la Sección de Información y Asesoría del Medicamento del Servicio Navarro de Salud. Explica que desde los años 80 cambió absolutamente todo el mundo de los medicamentos, y de hecho, hoy en día la mayor parte de los medicamentos que hace la industria farmacéutica en realidad “son más de lo mismo”, se trata de coger un medicamento que ya existe con pequeñas modificaciones por lo que tiene derecho a protección de patente. A su juicio, la industria farmacéutica considera a las personas más como una mercancía o una oportunidad de negocio que como unos seres humanos con una necesidades que hay que satisfacer.
La ética en la industria farmacéutica ha saltado a primera plana por el caso de la Hepatitis C y el Sovaldi. ¿Es este un ejemplo de la falta de ética en este sector?
En este caso no podemos hablar de un escándalo propiamente dicho. Sino simplemente es reflejo de la tendencia que llevamos en la sociedad hacia un mercado totalmente neoliberal, donde la salud importa relativamente poco. Importa más el negocio que hay en torno a la salud. Y a las personas se les considera más una mercancía y una oportunidad de negocio, que unos seres humanos con unas necesidades que habría que satisfacer. En el tema del Sovaldi por ejemplo, es un medicamento que lo desarrolló una compañía californiana de EEUU que se llama Pharmaset y es una molécula muy sencilla de desarrollar. Después de todas las cosas que han ido aconteciendo con este tema, el senado de EEUU ordenó hacer una investigación para ver cuánto había costado el desarrollo de esta molécula. Y el desarrollo vino a costar del orden de 60 millones de dólares. Esto nos puede parecer mucho dinero, pero para hacernos una idea en Euskadi el consumo de medicamentos en farmacias de la calle puede estar por el orden de 700 millones al año. Y el País vasco no es nada comparado con el consumo mundial. Estas cifras para el desarrollo de un medicamento es calderilla. Lo que pasa que esta empresa ha vendido la patente a otra compañía farmacéutica americana que se llama Gilead, por 11.000 millones de dólares. Entonces lo que ha costado desarrollar 60 lo vendo por 11.000, lo que es un gran pelotazo, pero la compañía que lo compra después de haber pagado eso quiere dar otro pelotazo. Y esto lo vamos a tener que pagar todos. A este respecto también hay cierta polémicas porque todo esto está cubierto por una patente de comercialización, que consiste en que en el momento de registro del medicamento hay 20 años de protección exclusiva de comercialización, pero esta patente se puede romper en algunos casos, cuando un país dictamina que hay cuestiones de salud pública que justifican romper la patente y se puede comercializar a precios baratos. Por ejemplo, este medicamento en EEUU cuesta 80.000 dólares el tratamiento, en España nos va a costar del orden de 30.000 por paciente y en la India cuesta 100 dólares.
¿Y por qué existen esas diferencias de precio entre países?
Cada país tiene competencia como para negociar el precio directamente aunque las empresas tienden a usar precios altos y uniformes en todos los países. En España hay una comisión de fijación de precios, que es una comisión interministerial, en la que participa el Ministerio de Sanidad, el Ministerios de Industria, el de Economía y Hacienda, otros sectores y el laboratorio titular del producto y tras unas negociaciones se llega a un precio. También es cierto que son negociaciones no muy limpias. Me refiero a que por parte del laboratorio se empezó a dar tratamientos gratis a los pacientes antes de conocer el precio. De tal manera que se generaron unas expectativas altas en los pacientes y la negociación del precio venía condicionada porque ya había una movilización social. La propia compañía a través de las asociaciones de pacientes que hizo mucha presión para llegar a un precio rápido. Hay muchas cosas implicadas que hacen que el sistema sea un montante complejo. El paciente en parte es manipulado, y yo como paciente entendería perfectamente la urgencia y la demanda de llegar a un acuerdo. Sobre todo si estás en un estadio muy avanzado. Porque la Hepatitis C es una enfermedad crónica que puede tener una evolución larga de décadas, aunque es cierto que para un grupo muy reducido hay efectivamente una urgencia importante. El tema fue más complejo de lo que parece y ha habido muchos intereses.
¿Qué consecuencias pueden tener las negociaciones de los precios en la salud de la gente? ¿Ha afectado la crisis en este sentido?
Evidentemente. En principio los medicamentos nuevos suelen ser algo más caros que los medicamentos anteriores, aunque también es cierto que con la crisis estamos viendo que últimamente ciertos medicamentos se están incorporando a precios no muy diferentes a lo que ya había. Probablemente tenga que ver con que la industria es consciente de que no puede tensar la cuerda hasta romperla. Pero en este sentido, sí que haría un llamamiento a los ciudadanos para confiar en los medicamentos genéricos, y no solo por razón de precio. El precio es importante, pero los medicamentos genéricos son medicamentos que como ha caducado la patente tenemos una amplia experiencia de uso en el mercado y tenemos un buen conocimiento de su perfil de efectividad. Digamos que no nos pueden dar sorpresas desagradables. Con los medicamentos nuevos estamos en un momento en el que cada vez se está desregulando más y la incorporación de medicamentos al mercado se hace con menos criterios o con menos requerimientos de calidad y casi de seguridad. Esto es duro decirlo pero es así. Entonces cada vez tenemos menos garantías de eficacia y de seguridad con los nuevos medicamentos. Así como en el mundo de la industria la tecnología normalmente los últimos modelos van superando al anterior, en cuestión de medicamentos no está nada claro.
¿Y qué criterios se siguen a la hora de la investigación de los medicamentos?
En los años 80 cambió absolutamente todo el mundo de los medicamentos. Porque se dieron tres hechos muy importantes. El primero fue la aprobación de la ley Bayh-Dole en EEUU. La mayor parte de los medicamentos que hace la industria farmacéutica en realidad son más de lo mismo, se trata de coger un medicamento que ya existe con pequeñas modificaciones por lo que tiene derecho a protección de patente. De una forma muy sencilla sacan una cosa nueva al mercado con una protección de 20 años y que no cuesta mucho desarrollar, y si se consigue un precio alto y promocionarlo bien pues ganan mucho dinero. El 85% de lo que se pone en el mercado es esto. El 15% de estos medicamentos, sí que son muy buenos, pero lo que no sabe la gente es que en su mayoría, concretamente las dos terceras partes, los desarrolla el sistema público de EEUU. Allí hay bastante dinero dedicado a investigación y desarrollo, y en los años de Ronald Reagan como presidente se aprobó esta ley según la cual, los funcionarios públicos pueden vender la patente de los productos que han desarrollado con beneficio personal y el gobierno no ve un duro. Lo que está ocurriendo es que todos los laboratorios del mundo están rastreando lo que está ocurriendo en EEUU, compran a precio muy barato, porque 10 millones de dólares lo pueden recuperar en unos meses, y luego fijan un precio desorbitado. Con lo cual lo que ocurre es que el medicamento se paga dos veces, porque se paga el desarrollo a través del sistema público, se malvende y luego para utilizarlo en los pacientes hay que pagar cantidades injustificadas. Esto ya ha pasado a Europa. En Inglaterra ya ha empezado a hacerse. Hay un medicamento para el cáncer de próstata que lo desarrolló el Sistema Británico de Salud y ahora el propio sistema no tiene dinero para pagar a sus pacientes lo que hace dos años era suyo. Esta ley ha distorsionado mucho este mundo.
Otro hecho importante que ocurrió en los años 80 es que, hasta entonces las compañías farmacéuticas estaban dirigidas por personal científico o con un perfil médico-farmacéutico. Sin embargo, en esos años todas las compañías vieron como los departamentos de marketing tomaban el control de las compañías. Entonces la investigación la diseñan los departamentos de marketing. Y lo diseñan no con un interés por el paciente, sino básicamente por un interés económico. A mí no me cabe duda de que a los laboratorios lo que les gustaría es tener un medicamento que fuera una revolución a nivel mundial y que por sí solo se vendiera de lo bueno que es, pero como esto es muy raro prevalecen todo tipo de estrategias comerciales sobre lo que es la medicina propiamente.
El tercer punto que cambió todo fue la creación de la ICH, es un acrónimo en inglés de la Conferencia Internacional de Armonización. Hay poca transparencia en cuanto a la actividad de este grupo porque no tenemos mucha información de quien está, que cosas hablan y demás. Pero sí que es cierto que tras la actividad de este grupo irán llegando acuerdos de cambios de normativa en lo que se refiere a la autorización de medicamentos. Han ido progresivamente relajando las condiciones de autorización y haciendo que sea más fácil y rápido meter medicamentos al mercado.
¿Qué solución le ves a esta situación?
Yo sinceramente lo veo complicado porque estamos en un marco regulatorio que es neoliberal y que lo permite todo, donde prevalece la actividad económica sobre todo lo demás. Aunque yo creo que una de las claves va a ser una ciudadanía bien informada. Es muy importante que los ciudadanos tengan acceso a una información contrastada, veraz e independiente, y que vayan formando su propio criterio. Esto es lo único que puede reconducir las cosas porque las grandes corporaciones han adquirido tal volumen y tal capacidad de control de los políticos y de los medios de comunicación que es muy complicado luchar frente a esto.