“La impotencia ha llevado a los académicos de Euskaltzaindia a dimitir”
Josu Zabaleta (Legazpi, 1948), flamante Premio Nacional de Traducción 2013, se acaba de jubilar. Pero eso no es sinómino de quedarse quieto. De hecho, no para de darle al intelecto. Es de los que cree que no hay que parar de pedalear –tampoco en el mundo de las lenguas y la traducción- y por eso se ha puesto a estudiar ruso, porque “el estado natural de un traductor debe ser aprendiendo lenguas”. Ha recibido este galardón a sus 65 años, el primero que se da a un traductor en euskera, pero humildemente cree que es un premio “a toda una generación” y considera injusto no citar a todo el grupo de personas que se ha movido en el mundo de la traducción al euskera. Defiende la posición de los académicos dimisionarios de Euskaltzaindia y concluye que “para mí no hay ninguna duda de que estos académicos que han dimitido no se meten en un problema de este tipo sin razón y sin reflexionar, sin haberse encontrado en una impotencia que les ha llevado a ello”.
Pregunta. La exviceconsejera de Política Lingüística, miembro de Euskaltzaindia y también traductora Lourdes Auzmendi ha celebrado su premio y ha destacado que es el primero que el Ministerio de Cultura concede en su historia a un traductor en euskera.
Respuesta. Lourdes ha tenido mucho que ver en todo este asunto. Yo distingo dos tipos de milagros relacionados con Lourdes: unos son los que pasan en Lourdes y otros son los que hace Lourdes.
P. ¿Cómo recibió la noticia del premio?
R. Estaba en la clase de ruso, porque ahora me he jubilado, pero creo en realidad que el estado natural de un traductor debe ser aprendiendo lenguas. El estar estudiando otra lengua cualquiera te ayuda a relativizar los automatismos en los que estamos instalados.
P. ¿Y por qué ha elegido el ruso?
R. La verdad es que tengo un montón de material de distintas lenguas en mi ordenador, pero vi que tenía mucho de ruso y me puse a estudiarlo hace ya unos años.
P. ¿Cuantos idiomas conoce usted?
R. Esta es otra de las cosas que le preguntan mucho a los traductores y que parece que es fundamental. Un traductor tiene que conocer bien una lengua, pero un traductor tiene mucho tiempo para conocer un texto y si tiene buenos recursos, incluso amigos y cosas así para preguntarles pues tiene mucho recursos para hacer bien su trabajo, saber bien y precisar cuál es el sentido del texto y su expresión para traducirla correctamente. Yo soy traductor de texto escrito, no soy traductor simultáneo. Estos tienen que tener otras habilidades que yo no tengo. Luego, claro está, tiene que saber muy bien su lengua y no parar de estudiarla.
P. En su caso el euskera. Lo inédito precisamente del premio es que por primera vez se concede a un traductor por su obra en lengua vasca.
R. Efectivamente, en ese sentido también quisiera relativizar un poco la individualidad del galardón. El nombre, izena, que se ha propuesto he sido yo, pero el izana del premio creo que es de muchos más, es de toda una generación. Yo pertenezco a una generación de traductores y gente que trabajamos en el tema del euskera que ha cambiado muchísimo las cosas. Y a un equipo colectivo de traductores que es mucho más amplio del que parece porque, en buena parte, la normalización de la lengua vasca la ha hecho un grupo de gente que en muchas ocasiones se han encontrado en situaciones de traducción. El País Vasco vivía y se expresaba en castellano y se ha recuperado su vida social, a sí mismo en base a unas actividades que son asimilables a la traducción. En esa actividad tan amplia, en ese tránsito del castellano al euskera muchos lo han hecho conscientemente y otros inconscientemente. Los más conscientes han sido los traductores profesionales.
P. Un colectivo que vio la necesidad en su momento de organizarse creando una asociación.
R. Probablemente, los que mejor han reflexionado sobre este tema son precisamente los profesionales de la traducción. Bueno, somos, porque yo también estoy ahí. Un colectivo que ha tenido una importancia tremenda en la normalización del euskera y ha hecho un gran trabajo. Hemos reflexionado mucho, hemos traducido mucho y hemos trabajado muchísimo. Yo estaba en muchos frentes de ese trabajo, pero hemos sido un montón. Y efectivamente nos organizamos hace ya casi 30 años como colectivo en la Asociación de Traductores Vascos. Yo no llevé la iniciativa de la creación de otro foro también importante: la escuela de traductores de Martutene, en San Sebastián, fue Xabier Mendiguren, pero sí estuve desde el principio en ella. Y fue una escuela seminal, de la que partieron un montón de iniciativas.
P. ¿De dónde le vino la pasión por ese mundo?
R. A mí me ha gustado traducir toda mi vida, desde que hice una traducción con unos 12 años. Creo que traducir es una de las mejoras formas de leer. Y tengo una obra que ahora se ha considerado que está bien. De hecho, nadie trabaja para lograr premios, no tendría ningún sentido. Todos trabajamos por un sueldo y porque te gusta. Pero este premio ni me lo pensaba ni lo esperaba. Y desde luego no me lo tomo como algo individual. Pero ahí están Iñaki Mújika, que se empeñó en sacar la Enciclopedia Lur, u otros que dijeron que se podía hacer una escuela de traductores, y va y llega un Juan San Martín y se hace, o la Asociación de Traductores y una revista. O un genio raro como Josu Landa.
P. Permítame que le recuerde que han considerado algo más, el jurado considera que ha “creado y desarrollado lenguajes literarios y poéticos”.
R. Bueno, pero eso lo hacemos todos los traductores, no te creas que eso es solo mío. Y pasa en euskera, en castellano y en el resto de idiomas. Tú tienes que crear un lenguaje porque estás trayendo un texto a tu lengua que antes no existía y que tiene su propia poética.
P. Usted ha traducido al euskera desde Petrarca a Baroja, pasando por Balzac ¿Qué es lo que más le ha gustado traducir? ¿Qué ha sido lo más difícil y qué lo más interesante?
R. No sé, se me hace difícil concretar. A mí por ejemplo me dieron un Premio Euskadi de Traducción por un texto que me había resultado muy fácil, en concreto Maupassant, un escritor francés que había leído un montón. Pero luego te enfrentas a la traducción de otra manera. Los Cuentos Fantásticos de Maupassant estaban escritos con un lenguaje que se adaptaba muchísimo a mi propio ritmo, y por eso me resultó fácil.
P. ¿Y algo que, por el contrario, se le haya atravesado?
R. Hay otros que no lo han sido: Pirandello me costó. Meterme en su ritmo y en su manera de escribir no fue fácil. Me costó.
P. También ha traducido textos divulgativos e incluso documentales de televisión, imagino que otro mundo completamente diferente a los clásicos.
R. Ya ni recuerdo, pero fueron un montón de documentales. A mi lo que me gusta realmente es traducir literatura,que es lo que me gusta, pero luego además hay que vivir, y de traducción literaria no se puede vivir. En otras lenguas pasa mucho que uno se dedica a ser profesor y luego traduce. Yo, en cambio, soy traductor profesional y luego traduzco. Yo he creado el Diccionario Enciclopédico y las Enciclopedias de la Editoral Lur y fueron bastante años de duro aprendizaje, pero eso no era traducir. Y en otras épocas me he dedicado a hacer otro tipo de traducciones, a veces literarias y otras menos literarias.
P. Habla de la importancia del equipo, pero parece más que el trabajo de traductor es más bien individual.
R. La gente se cree que trabajamos como monjes, pero eso no funciona así. La traducción es un proceso suficientemente duro como para que te pueda desvirtuar. Por eso tienes que tener contrastes fuera o al lado, y esos son los verdaderos amigos del traductor, los que te van a corregir, y corregir sin piedad, digo, y tú a ellos, sin piedad, porque para eso eres su amigo, para que no se desvirtúen. Yo he conocido traductores que han estado haciendo su trabajo solos y cada vez peor. Al final te haces concesiones y alguien tiene que haber que te elimine, que te impida hacer esas concesiones lingüísticas. Y yo he tenido la suerte de tener a mi alrededor correctores durísimos, pero que me han tratado bien. Por ejemplo, gente de la talla de Endrike Knör, Pello Salaburu, Ibon Sarasola, Beñat Oiarzabal, académicos de la lengua que nos corregían sin piedad. La tinta roja corría allí de una manera rapidísima, pero es que esa gente es la que nos ha enseñado luego. Que te digan: “oye, pues no te entiendo”, es fundamental. Parece que te están atacando, pero es lo mejor que te puede pasar. Les debemos muchísimo a esas autoridades que nos han corregido
P. Ahora que nombra a estos académicos, no me resisto a preguntarle por la crisis que se ha vivido en Euskaltzaindia.
R. Son autoridades y maestros para nosotros. Me gusta que saques el tema. Me da pena que se pierda la autoridad que puede tener Euskaltzaindia por conflictos internos de este tipo. Para mí no hay ninguna duda de que estos académicos que han dimitido no se meten en un problema de este tipo sin razón y sin reflexionar, sin haberse encontrado en una impotencia que les ha llevado a ello.
P. ¿De qué salud goza el euskera en estos momentos? Ahí están los datos sobre su conocimiento, que sube, mientras se estanca su uso.
R. El euskera está con una mala salud fortísima. Tenemos problemas, no hay duda, pero compara con hace 40 años. Yo estoy orgullosísimo de mi generación en relación con el euskera y con todo lo que ha hecho. Por cierto, un colectivo de gente que no era muy grande. En Euskadi hay ahora miles de profesionales del euskera, lo que implica una salud precaria pero fortísima. Siendo responsable del comité de lenguas minoritarias de la Federacion Internacional, hablando con traductores que te hablaban de la situación de otras lenguas, me he dado cuenta de que pese a la situación de precariedad en la que se ha movido el euskera, también era una gran aportación para otros. Y las soluciones que nos hemos dado para nosotros mismos, incluso técnicas muy puntuales para algunas cosas, pues son un capital para otros en no sé qué sitio. De hecho, ¿cuántas lenguas mayoritarias hay de todas esas miles que existen en el mundo, 50, 60? El resto son minoritarias. Y tú puedes comunicar con miles de lengua que no voy a decir que estén en tu misma situación, pero con las que compartes cosas. Lo normal es ser minoritario.