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Los médicos ya no visitan a domicilio

El doctor Maxi Gutiérrez durante una visita a domicilio en Quito, en Ecuador. Foto: medicinadefamiliaconblogpropia.wordpress.com

Eduardo Azumendi

Maxi Gutiérrez, médico de familia y director del centro de salud de Zabalgana, en Vitoria, ha recuperado durante un reciente viaje a Ecuador una costumbre casi olvidada en España por parte de los médicos: las visitas al domicilio de los pacientes. “Se trata de una disciplina que apenas hacemos [o ¿queremos hacer?] los médicos de familia en España”, señala.

“Que un médico de familia visite a 47 personas en su domicilio en apenas 6 jornadas es algo tremendamente extraño en nuestro medio. ‘…ya has hecho muchos más domicilios de lo que yo hago en un año…’, me dijo un compañero. Y tampoco es nada frecuente en Ecuador, en muchas casas ningún profesional sanitario había cruzado el umbral de la puerta”, se puede leer en una entrada en su blog https://medicinadefamiliaconblogpropia.wordpress.com/.

“He encontrado hipertensión arterial diagnosticada y tratada. Deterioros cognitivos y demencias también con sus tratamientos, algunos de dudosa eficacia. Artrosis, mucha artrosis de huesos desgastados por la longevidad y el trabajo de la vida agudizada por el frío andino. Discapacidad como consecuencia de una parálisis cerebral o un ictus que cuando se mezclan con pobreza hacen que la discapacidad se multiplique. Hipotirodismos con sus tratamientos. Depresiones y ansiedades… de nuevo la vida. Bronquitis crónica. Sida…”.

Pero aun siendo consciente de que la propia visita y  la escucha han podido ser terapéuticas en sí mismas, lo más importante ha sido “redescubrir como el domicilio es el observatorio perfecto para detectar otros problemas que, afectando a la salud no son estrictamente sanitarios”. “He visto personas en situación de semi-abandono y maltrato por parte de sus hijos y nietos. Personas que con 85 años viven en un lugar que yo calificaría como una cuadra, junto a la casa familiar. Personas en soledad que solo reciben la visita de aquellos voluntarios del comedor que cada sábado les acercan un poco de comida. Problemas sociales, al fin”.

Otro tema son las infraestructuras. “Cuando vas al domicilio observas [y sufres] en directo los problemas: desniveles o escalones que impiden una movilidad que preserve o que prevenga las discapacidades. Problemas sociales, económicos o arquitectónicos que dificultan un envejecer saludable o que agravan las situaciones de enfermedad. Quizás más difíciles de solventar y, sin duda, de imposible resolución con un fármaco. Son problemas evidentes que solo se ven cuando uno deja la comodidad de la consulta para salir al entorno donde viven las personas que tratamos.

Abandonando la disciplina domiciliaria, añade Gutiérrez, “los profesionales de la medicina de familia perdemos información, perdemos habilidad para detectar otros problemas y el paciente pierde la posibilidad de recibir un tratamiento mucho más integral e integrado”.

Con esto, el médico de familia no quiere decir que el abandono sea voluntario. “Ha habido muchas circunstancias para ello. La casa se ha convertido en un ámbito mucho más preservado a la privacidad familiar, cierto. Pero, también hemos [o nos han] ampliado las agendas de consulta hasta ahogar otras actividades imprescindibles, entre ellos, los domicilios. Cada cual verá lo que puede hacer para recuperar esta disciplina ‘robada’”.

“Las visitas a los domicilios”, insiste, “dan mucha información descubres problemas de soledad, de infraestructura. Se trata de un espacio a recuperar. Hay muchos pacientes que acuden a la consulta en el centro de salud que desconocen que los médicos aun realizamos esas visitas. Es un indicador de que es preciso recuperarlas porque hay situaciones que condicionan la salud que no son estrictamente sanitarias, pero sobre las que debemos intervenir y solo las podemos conocer visitando al paciente en su casa”.

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