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¿Es necesario utilizar a los animales para investigar?

Mabel Marijuán, directora de Ética en la Investigación y la Práctica Docente.

Eduardo Azumendi

Vitoria-Gasteiz —

La investigación con animales para conseguir avances que puedan mejorar la salud humana e incluso la de los propios animales siempre ha tenido un punto de controversia. “El objetivo es que, aunque sigue siendo necesaria la utilización de animales vivos en beneficio de la salud humana y animal y del medio ambiente, es imprescindible seguir dando pasos para lograr el pleno reemplazo por otros procedimientos que no utilicen animales, cuando sea científicamente posible”. Es lo que afirma Mabel Marijuán, directora de Ética en la Investigación y la Práctica Docente de la Universidad del País Vasco (UPV), quien echa de menos que no se potencie o se un plus a los investigadores que más empeño ponen en no emplear animales y buscar otro tipo de alternativas.

En el año 2013, se utilizaron aproximadamente 11,5 millones de animales para experimentos en los países de la Unión Europea. Y según el informe 2014 del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Medio Ambiente en España se emplearon un total de 808.827. De estos, en la UPV se han empleado 5.860 animales en los 99 nuevos proyectos aprobados y activos en 2014. Concretamente 3.298 ratas; 1.742 ratones; 397 peces de agua salada y 481 peces cebra; y 2 conejos. “Todos los animales utilizados son nacidos o criados en centros de la Unión Europea”, resalta Marijuán.

Respecto a los fines para los que se han utilizado, sirvieron para la investigación básica. Es decir, la investigación que no tienen una aplicación práctica específica de los resultados, “pero que sirve para conocer la estructura, el funcionamiento y el comportamiento normales y anormales de los organismos vivos y del medio ambiente o para proporcionar un mejor conocimiento de un individuo, de un fenómeno”.

Una de las cuestiones que más preocupa socialmente es saber si ese tipo de experimentos provoca dolor y sufrimiento a los animales. “Los animales sufren; es una evidencia. Por eso se trata de minimizar al máximo ese sufrimiento. Por eso está siendo fundamental la experiencia y el conocimiento sobre los factores que influyen en el bien vivir y en la capacidad de sentir y expresar dolor, sufrimiento, angustia y daño duradero de los animales”.

En esa línea, Marijuán apunta las buenas prácticas que se están imponiendo y que pasan por evitar el uso de animales (reemplazo). Y si ello es imposible que, al menos, “se limiten al máximo el número de animales empleados [reducción]) y que en los procedimientos a los que se les someta se minimice o anule el dolor, la angustia y el sufrimiento, lo que se conoce como refinamiento”.

Las tres erres

Las tres erresLa notificación del grado de dolor, estrés o angustia o severidad del daño  (sin recuperación, leve, moderado o severo) que se ocasiona a cada animal durante la investigación es obligatoria. “El 12,2% de los animales fueron utilizados sin recuperación, es decir que se les sometió a procedimientos que se desarrollaron en su totalidad con anestesia general y que no recobraron la conciencia”, apunta la especialista. El 52,6% experimentaron una severidad leve, que supuso como máximo “un dolor, un sufrimiento o una angustia de corta duración y su bienestar o estado general no sufrió un deterioro significativo como resultado del procedimiento”. Mientras, el 27,4% de los animales experimentaron dolor, sufrimiento o angustia moderados de corta duración o un dolor, sufrimiento o angustia leves de larga duración y “su bienestar o estado general pudo sufrir un deterioro moderado”. Por último, un 7,7% padeció dolor, sufrimiento o angustia severos o bien moderados, pero de larga duración, y su bienestar y estado general sufrió un deterioro importante como resultado del procedimiento.

“No hay un solo proyecto a nivel europeo”, recalca Marijuán, “donde no se mire al máximo el perjuicio que se puede ocasionar al animal. El objetivo es hacer buena ciencia y evitar hacer daño. Cada uno de nosotros podemos tomar conciencia de nuestra actitud hacia los animales y el sufrimiento, formarnos para adquirir y mantener competencias suficientes, asumir la responsabilidad de asegurar un nivel aceptable de bienestar de los animales y ponderar los beneficios esperables evitando su desproporción con el sufrimiento que provocaremos”.

Se trata de planificar el trabajo de investigación teniendo siempre en cuenta las tres erres: refinar, reducir y reemplazar. “Es imprescindible conocer qué estamos haciendo en todos los ámbitos, sobre todo cómo y para qué lo hacemos. La formación de los investigadores tiene que incluir obligatoriamente la capacitación suficiente y actualizada sobre el bienestar animal y sobre la aplicación de las tres erres en todas las fases de la investigación científica”.

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