“El feminismo incomoda porque obliga a salir de la zona de confort”
María Silvestre, socióloga, profesora de la Universidad de Deusto y exdirectora del Instituto Vasco de la Mujer-Emakunde, cree que aún queda machismo para rato. Silvestre mantiene que no existe conciencia crítica hacia la desigualdad, precisamente, porque “el espejismo de la igualdad está ampliamente difundido”. Cuando se acerca la celebración del Día Internacional de la Mujer (el próximo 8 de marzo), la socióloga lamenta la demonización que hace la sociedad del feminismo. “El problema del feminismo como teoría es que te interroga, te obliga a cuestionarte tu forma de ver el mundo, tu forma de relacionarte con los demás, tus propias elecciones y principios. No me extraña que incomode, ya que si atiendes a lo que el feminismo te interroga, tarde o temprano tendrás que salir o alejarte de tu zona de confort”.
¿Queda machismo para rato?
Me temo que sí. El machismo expresa una serie de valores que forman parte de nuestro legado cultural y social. El machismo es una de las formas de legitimar la desigualdad entre mujeres y hombres. La brecha salarial, la feminización de las medidas de conciliación es machista, la segregación educativa y profesional, la ausencia de las mujeres en los ámbitos de decisión, la violencia contra las mujeres, las agresiones sexuales, la trata, la mutilación genital… todos estos fenómenos se fundamentan en la cultura patriarcal y machista. Mientras pervivan, pervivirá el machismo
Los chicos y las chicas tienen los mismos estereotipos sexistas que había hace 50 años. Parece que se reproducen los esquemas de la desigualdad sin solución de continuidad
Muchos de los estereotipos han cambiado y evolucionado, porque también ha cambiado en los últimos 50 años el papel social que las mujeres desempeñan y la identidad asociada al hecho de ser mujer. Sin embargo, otros estereotipos persisten: el cuerpo de las mujeres sigue estando cosificado y su sexualidad es una cuestión que muchas veces les es ajena o expropiada. Tampoco ha cambiado el valor social que atribuimos a lo masculino y a lo femenino, lo que explica por qué hay tan pocos referentes de mujeres en el conocimiento, el arte, la política, la economía… No es porque no existan, sino porque no se visibilizan porque se les niega su valor. También persisten estereotipos vinculados a los cuidados; la feminización del cuidado (tanto de menores, como de mayores y dependientes) es una tarea pendiente que, mientras persista, mantendrá a muchas mujeres en un marco de mayor vulnerabilidad. Y entre los jóvenes persiste el estereotipo del amor romántico, la creencia de que los celos son una forma de manifestar amor y no una forma de ejercer control y la diferente atribución de roles sexuales que siguen dándole al varón un papel activo y dominante y a la mujer un papel más pasivo y receptor.
¿Cree que este aumento de las oportunidades para las mujeres es más apariencia que realidad? Es decir, ¿Qué vivimos en un espejismo de igualdad, una especie de burbuja?
Como decía antes, en los últimos años se ha avanzado mucho. Uno de los grandes avances que hemos vivido se refleja en la legislación en torno a la violencia de género y las políticas de igualdad. Sin embargo, esa misma legislación, tan necesaria (aunque mejorable) ha favorecido que se cree la falsa apariencia de igualdad real, cuando muchas veces la igualdad solo es formal o legal. Las personas jóvenes son educadas en la igualdad de derechos y acceden de forma igualitaria a la educación. Sin embargo, hay todo un currículo oculto en la formación que no llega a ser consciente: las expectativas que el profesorado proyecta en los chicos y las chicas, el uso del espacio, el valor atribuido a unos y otras, la oferta y asignación de extra-escolares, la elección de materias optativas. En suma: la segregación educativa que responde a identidades de género que siguen transmitiendo una división sexual del trabajo y del papel social que mujeres y hombres deben desempeñar. El problema no es la diferencia, el hecho de ser mujer u hombre, sino construir a partir de esa diferencia la desigualdad. Y esa desigualdad sigue edificándose a partir de las identidades (plurales) de género. Para constatar que mujeres y hombres no tienen las mismas oportunidades solo hace falta consultar, por ejemplo, las tasas de paro y de precariedad laboral desagregadas por sexo.
¿Los jóvenes carecen de conciencia crítica hacia la desigualdad?
No se puede generalizar porque hay gente joven que ha recibido la formación y la información necesaria y tiene conciencia de género y apoya las reivindicaciones feministas, pero son una minoría. No existe conciencia crítica hacia la desigualdad, precisamente, porque el espejismo de la igualdad está ampliamente difundido. Mucha gente joven considera que la desigualdad entre mujeres y hombres es algo que pertenece al pasado y que afecta solo a otras generaciones de mujeres más mayores. Sin embargo, la desigualdad persiste, y lamentablemente, lo hace también entre la gente joven.
En su momento dijo que la palabra feminismo ponía nerviosa a la juventud? ¿Sigue siendo así?
Es una palabra que no solo pone nerviosa a la juventud. Es una palabra que incomoda. El feminismo es un movimiento social y es una teoría analítica que recurre a la categoría de género para analizar, entender y proponer cambios en nuestra sociedad. Si las identidades de género son construidas, estas pueden deconstruirse y crearse de nuevo. El problema del feminismo como teoría es que te interroga, te obliga a cuestionarte tu forma de ver el mundo, tu forma de relacionarte con los demás, tus propias elecciones y principios. No me extraña que incomode, ya que si atiendes a lo que el feminismo te interroga, tarde o temprano tendrás que salir o alejarte de tu zona de confort.
¿Por qué los jóvenes rehúyen de este concepto e incluso lo demonizan?
Si los jóvenes demonizan el concepto es porque la sociedad lo demoniza. No es un rechazo o negación que provenga de la juventud. Es un rechazo y negación mucho más amplia y mayoritaria. Nuestro marco normativo y de valores se construye sobre bases patriarcales y la ideología patriarcal tiene muchas formas, a veces claramente manifiestas y otras muy sutiles, de desacreditar el feminismo y a las feministas. El feminismo ha realizado una rica crítica social y ha propuesto medidas de justicia social para alcanzar la igualdad entre mujeres y hombres. Las propuestas que lanzan los feminismos persiguen equipar en derechos y oportunidades a mujeres y hombres. Así definido, es difícil entender la “mala prensa” que tiene, a no ser que seamos conscientes de que es intencionado su descrédito por quienes se resisten a superar la desigualdad existente.
Contra la violencia de género, ¿más políticas de igualdad?
Contra la violencia de género hacen falta muchas medidas. Una primera cuestión es, precisamente, ser conscientes de que la violencia que sufren las mujeres es una manifestación de la desigualdad existente entre mujeres y hombres, por tanto, las políticas de igualdad deben tener un papel predominante y fundamental en la erradicación de la violencia de género. Ahora bien, las políticas de igualdad deberán trabajar la prevención, sensibilización y la educación en valores igualitarios, por lo que se ven forzadas a plantearse objetivos a más largo plazo. Por otro lado, habrá que trabajar con medidas de atención y de protección a las mujeres víctimas, con claros objetivos a corto plazo.
Las medidas policiales, ¿son las medidas a generalizar? ¿O cree que estigmatizan y victimizan doblemente a las mujeres
La atención y protección que debe proporcionarse a las mujeres víctimas debe ser integral. Las medidas policiales cumplen con su función, muy centrada en la protección. Desde que se aprobó la Ley de Medidas Integrales contra la Violencia de Género en 2004 ha habido una clara evolución en la gestión de la atención y la intervención con mujeres maltratadas. Al principio se puso mucho empeño en garantizar la protección, pero al poner el foco sobre las mujeres y no sobre los agresores, sí se cayó en la estigmatización y la victimización. Es una cuestión que, poco a poco, ha ido evolucionando. En mi opinión, deberíamos centrar varias de las actuaciones propias de la protección en el hombre agresor (que sea él el que abandone la vivienda, la detención preventiva, medidas de alejamiento, etc.).
La denuncia te pone la etiqueta de víctima. ¿Eso es un estigma o por el contrario te da todos los derechos?
El tema de la denuncia es fundamental. La Ley ya tiene un recorrido y de la evaluación de los recursos se deduce que no puede establecerse como obligatoria la denuncia para poder recibir prestaciones y servicios de asesoría (psicológica y jurídica). Las mujeres víctimas de violencia machista están inmersas en lo que se conoce “ciclo de la violencia”, un ciclo en el que la dependencia emocional, la dependencia económica, la autoestima y la culpabilidad son elementos que interactúan y complejizan la intervención. No siempre la denuncia es la solución a los problemas y no siempre la denuncia es el primer paso que una mujer pueda o quiera dar. Es importante el acceso a los recursos sociales, psicológicos y de asesoría jurídica sin el requisito de la denuncia y, sobre todo, es importante que las mujeres conozcan que la denuncia no es requisito y que los servicios son gratuitos.
La violencia de género no está en la agenda de las preocupaciones de la sociedad. Apenas un 2% de la ciudadanía lo incluye entre las principales preocupaciones. ¿Cómo se puede avanzar en este terreno?
Es cierto que no es una prioridad. Para avanzar en este terreno necesitamos sensibilización y educación y también compromiso político. El compromiso político no debe quedarse en declaraciones políticamente correctas, sino que debe concretarse en acciones concretas y en la asignación de recursos presupuestarios, materiales y humanos para trabajar por la igualdad entre mujeres y hombres de forma transversal y para trabajar en la atención y protección a mujeres víctimas de violencia de género.