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¿Dónde quedó el espíritu golfo de las noches de Bilbao?

Vista de Bilbao desde el ascensor de Begoña en el parque Etxebarria, actualmente cerrado.

Laura Murillo Rubio

Bilbao —

En sus mejores años, allá por los 80, la noche bilbaína fue reconocida por su espíritu golfo y canalla. La fiesta nocturna transgredía las normas que solo se respetan con la luz del día y se adentraba en cauces 'underground' e independientes, gracias a una riqueza cultural que provenía de la variedad de sus gentes. Los ochenteros noctámbulos pregonaron el nombre de la villa por todo el panorama nacional, lo que la consagró como estandarte del ocio nocturno en el norte de España. Sin embargo, locales que un día brillaron se apagan hoy a marchas forzadas. El bullicio de tiempos pasados ha dejado paso a un desplome acelerado, que pide a gritos un plan de recuperación urgente de jaranas y farras que resuciten los locales de copas bilbaínos.

Son muchos los que temen que la reconversión estética de Bilbao, que dejó atrás su pasado industrial, la transforme también en una urbe solo para ser vista. Una opinión que comparten jóvenes y veteranos como el ex promotor del grupo Iruña, Marino Montero, quien asegura que “una ciudad que pierde su noche y se convierte solo para ver y no para vivir y disfrutar, se acaba muriendo”. Lo mismo opina David Sáenz, uno de los creadores del documental ‘Cuando la noche caía sobre Bilbao’: “Hay a quien el tema le puede parecer baladí e incluso frívolo pero no nos engañemos, una ciudad que deja morir su noche deja morir la mitad del día. Deja sin una cuota de libertad a ciudadanos, deja a muchos sin trabajo, deja un hueco a la hora de crear, deja un gran espacio de interrelación, de pensamiento, de cultura…”, relata en su blog dedicado a la música electrónica de baile.

Basta con salir a dar un garbeo nocturno por el 'botxo' para descubrir el “desolador panorama” que varios hosteleros denuncian. Algunas discotecas y pubs ya han cerrado y a otros les cuesta cada día más mantener el tipo. “Los jueves no existen en Bilbao, se han muerto; los viernes van camino y el sábado es el único día que nos defendemos un poco”, afirma Javier Arnaiz, propietario de la sala Azkena. Otras, por ejemplo, como la discoteca Loft, han echado la persiana definitivamente. “Los viernes no abrimos por la noche porque no hay gente, no es rentable abrir. Antes la gente salía a cenar y para las once y media o doce ya estaban tomando algo, ahora en cambio hasta la una y media no se ponen a tomar copas. Eso también ha influido”, dice Íñigo Pla, encargado del pub El Embrujo.

Cambio de hábitos

La proliferación de grandes salas de música en el extrarradio como Fever, Sonora o Mao Mao Beach lleva tiempo influyendo en este decaer nocturno del centro de la capital vizcaína. Pero el cambio de hábitos de la juventud, junto al coste de las copas han sido las últimas gotas de un vaso que está a punto de rebosar. Además, en verano el atractivo de las fiestas de los pueblos tampoco ayuda. En una radiografía de la noche bilbaína, los hosteleros reconocen que la crisis ha hecho mella pero no es lo único: “El consumo es distinto. Hay nuevas tendencias entre la gente joven”, dice Arnaiz en relación al fenómeno de las lonjas. “Los jóvenes ya no quedan como nosotros quedábamos en un bar y nos íbamos luego a dar una vuelta por Bilbao. La juventud ahora queda en sus lonjas o locales y sale muy tarde”, cuenta el hostelero.

“Prácticamente nos montamos la fiesta en la lonja” dice Ane, que todos los sábados se reúne en su local de Santutxu con su cuadrilla para ‘hacer litros’ antes de salir de fiesta. “Normalmente vamos a Fever, pero sino, solemos bajar para las dos y pico a Mazarredo porque aquí estamos a gusto y nos sale mucho más barato”, afirma la joven de 20 años. Por su parte, los hosteleros reconocen que “posiblemente” haya que bajar los precios, pero critican los alquileres “desorbitados” de los locales de la villa que en algunos casos se sitúan a nivel de Madrid o Barcelona. El agitador cultural, David Sáenz, cree que son otros tres los motivos “clave” que se suman a este deterioro: “El primero es demográfico, hay menos jóvenes que hace años. El segundo es el cambio de costumbres, la gente ya no sale tanto. Ahora se quedan en casa porque priorizan en su ocio el viajar, el cuidado de la imagen o prefieren relacionarse a través de Internet. Y el tercero es la persecución de la noche desde las autoridades con medidas muy restrictivas”, puntualiza.

Sin consenso

Además de este cúmulo de factores, existe un problema mucho mayor para que a las noches de Bilbao les sobren los dedos de una mano y es la “falta de unión” entre los hosteleros para afrontar estos nuevos hábitos de la población. “Se debe hacer piña entre empresarios, Administración, promotores, medios de comunicación, artistas y trabajadores para crear una escena nocturna potente y basada en una oferta de calidad y cultural sin estar reñida con el divertimento. Bilbao se merece una noche acorde a ella: cosmopolita, abierta, segura y muy muy divertida”, dice Sáenz porque “no es normal que una metrópoli de casi un millón de habitantes tenga una oferta de ocio tan paupérrima como la del Botxo”.

Ángel Gago, secretario general ejecutivo de la Asociación de Hostelería de Bizkaia, explica que ya se les ha indicado a los propietarios de los pubs de ocio nocturno que propongan lo que creen que se debe hacer para cambiar esta realidad. Un informe que debe ser entregado en septiembre para su estudio por parte de las administraciones públicas. “La asociación ha creado una comisión para que, consultando a diferentes empresarios, se diga en el mes de septiembre qué es lo que se puede hacer porque en la identificación del problema no hay un punto de vista común, hay diferentes versiones”, señala Gago.

Hasta entonces, a los empresarios y hosteleros bilbaínos les toca sacar partido de la Aste Nagusia, un aliciente que revitaliza durante nueve días la vida nocturna en la capital vizcaína, que este año cuenta además con el tirón de la primera fase del Mundial de Baloncesto que se celebrará en el BEC. En un intento por animar la noche, el Ayuntamiento ha permitido alargar el horario de pubs y bares durante el acontecimiento deportivo, manteniendo además los veladores de las fiestas. Pero esto no supone la cura definitiva. Es complicado volver a vivir aquel Bilbao de los 80, pero Sáenz lo tiene “clarísimo”: “Sin noche las ciudades se convierten, al caer el sol, en cárceles aburridas donde cada uno se esconde en su celda y se potencia el individualismo, la desconfianza, el miedo o el aburrimiento”.

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