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Cuando los refugiados se acercaron a Euskadi

Una niña refugiada descansa en un asentamiento.

Eduardo Azumendi

7 de diciembre de 1992. Javier Galparsoro, actualmente presidente del Comité de Ayudas a los Refugiados en Euskadi (CEAR), vuela hacia Macedonia. Encabeza una misión que debe recoger a 133 ciudadanos bosnios que huyen de la guerra de los Balcanes y traerlos a Euskadi. Es el cupo que le corresponde a Euskadi dentro del reparto que Europa le ha adjudicado a España. “Aquel día me cambió la vida”, reconoce Galparsoro.

Con esa fecha se inicia la historia moderna de la relación entre los refugiados y Euskadi. Una historia que de una manera más o menos invisibilizada ha seguido a lo largo de los años con un pequeño goteo anual. Pero ahora, la crisis humanitaria que se vive en las fronteras de Europa a consecuencia de conflictos como el de Siria y Ucrania, llama a las puertas de Euskadi. Hasta 625.000 personas demandaron asilo solo durante el año 2014, una tendencia que va a seguir en los próximos meses.

Los 133 bosnios recalaron en siete municipios vascos: Legazpia, Ordizia, Eskoriatza (Gipuzkoa); Amurrio y Vitoria (Álava); y Markina y Mundaka (Bizkaia). José María Mendiluce, entonces alto comisionado de Naciones Unidas en Sarajevo anuncia que llega el invierno y puede haber miles de víctimas. “No toleraremos que miles de refugiados mueran en las estaciones esperando un tren que no llega”. Con ese mensaje aún en sus oídos, Galparsoro partió hace Macedonia. “En esa época, el País Vasco contaba con menos recursos que ahora y con una tasa de paro desbocada, pero la acogida y disposición de la ciudadanía fue extraordinaria. Sabiendo que eran bosnios y, por lo tanto, muchos de religión musulmana, se prepararon mezquitas, alimentos según sus creencias. El país se volcó con ellos”.

Durante el año 2014, en el País Vasco se registró un centenar de demandas de asilo, la mayoría de personas procedentes de países del África subsahariana, como Malí, Camerún, Costa de Marfil, Congo y Nigeria, pero sólo siete recibieron algún tipo de concesión favorable. Para estos demandantes de asilo, CEAR-Euskadi gestiona 10 plazas de acogida, en colaboración con el Gobierno central -competente en materia de la concesión del asilo político- y destinadas al primer mes en que la petición debe ser admitida a trámite o desestimada por la Administración. Otras entidades vascas disponen de plazas adicionales, como Cruz Roja Bizkaia, que gestiona seis plazas desde junio de 2015.

Una vez admitida a trámite la solicitud, las entidades y las administraciones disponen además de otros recursos y prestaciones, incluido el asesoramiento jurídico con el que, entre otras, Cruz Roja atendió 5.562 consultas en 2014. Todos estos recursos se van a multiplicar y Gobierno vasco y ONGs ya preparan el dispositivo de acogida. Las cifras aun resultan volátiles, pero el Gobierno vasco calcula que al menos recalarán 1.000 refugiados.

Derecho internacional

Derecho internacional“Me entristezco”, señala Galparsoro, “al pensar por qué se produce ahora esta ola de solidaridad. ¿Son las fotos de un niño muerto en la playa la que ha despertado la sensibilidad? Es necesario contemplar esa imagen para darnos cuenta que de que hay 60 millones de refugiados. El día que se pongan en marcha veremos las dimensiones de la tragedia. Suponen uno de cada 120 habitantes del planeta. El asilo es un derecho internacional reconocido a personas perseguidas”.

La ley establece que el plazo máximo de resolución para una petición de asilo son seis meses. Pero la realidad es muchos refugiados llevan años en un limbo, sin respuesta. Es el caso de Sekou Jabateh, un ‘niño soldado’, que lleva ocho años en Vitoria sin el reconocimiento de refugiado. Hace ocho años que lo solicitó, justo cuando llegó huyendo de las represalias que se habían desatado en su país entre los combatientes de las diferentes facciones en lucha. Ahora tiene 36 años y un hijo en Liberia al que solo ha podido ver una vez. “Fui un ‘niño soldado’ durante 14 años. Me alistaron con 11. Mi vida corría peligro, vigilaban mi casa y ya habían matado a gente cercana a mí. Tenía contactos y me ayudaron a escapar. Ahora estoy como un prisionero administrativo en España, sin poder salir y esperando que me concedan el estatuto de refugiado”. Sekou es un claro ejemplo de las personas que proceden de conflictos olvidados.

“Cuando lleguen los sirios”, añade Galparsoro, “ los ministros se sacarán la foto, pero los que ya están aquí, que se han jugado la vida, que no son blancos… Esa es la doble moral. Una realidad que para nosotros no era invisible, pero que las autoridades veían distante. Y ahora llega la prueba de verdad. O se les acoge de verdad o todo es un cuento. ¿Se van a aplicar los convenios internacionales o a exigir toda la burocracia como al resto de refugiados?”.

Rosabel Argote, portavoz de CEAR en Álava, insiste en que “los refugiados no solo van a venir este año”. “Lo que está pasando debe servir para saber qué es lo que pasa exactamente. La gran carga de acogida, el 86% de todos los refugiados de 2014, lo recibieron países en vías de desarrollo. En la UE, la cifra fue de 625.000 personas y de esas el 0,95% llegó a España, es decir, 5.947 personas”. Para Argote, España ha hecho dejación de sus funciones con los refugiados.

Las ONGs coinciden en que la sociedad vasca siempre ha mostrado una sensibilidad especial ante este tipo de problemáticas y resaltan que Euskadi siempre ha sido un ejemplo de colaboración entre administraciones. Frente a una crisis humanitaria cuya cifra de desplazados supera a los de la Segunda Guerra Mundial, ¿Euskadi sabrá responder y ofrecer una respuesta adecuada?

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