“Me dijeron que las subordinadas eran maravillosas y que podría venderlas en 24 horas”
Todos los demandantes que han testificado hoy en la vista por la demanda colectiva que se sigue contra la cooperativa Eroski y el BBVA por la comercialización de las aportaciones subordinadas de la cooperativa han explicado que nadie les informó de los riesgos que corrían al comprar estos productos financieros y que se fiaron de los gestores o de los directores de los bancos porque matenían una relación de confianza con ellos que en la mayoría de los casos sumaban varias decadas. “Me llamó el director y me dijo que había un producto de Eroski, una subordinadas que era maravillosas. Me dijo que si quería las iba a poder vender en 24 horas y que incluso iba a ganar mucho dinero”. Rafael Ruiz de Azúa es un agente comercial con estudios de contabilidad que, como muchos de los 68 demandantes -tres han retirado la denuncia al llegar a un acuerdo con el banco- tenía una relación de confianza con su banco sobre la que cimentó su decisión de comprar las subordinadas de Eroski.
En su declaración en la vista oral, ha negado que recibiera información sobre las características de lo que estaba adquiriendo. Por ejemplo, no le dijeron en el banco que esos productos eran perpetuos o que si Eroski se liquidaba sería el último en cobrar de la masa de acreedores o que si quería venderlos debería ir al mercado secundario de valores y que podía perder parte o incluso todo lo invertido si no había demanda de un producto que hoy en día nadie quiere ya comprar porque han perdido casi todo su valor. “No es que me dijera [el director de la sucursal] que era seguro, es que me dijo que iba a ganar dinero con ellas”, ha apuntado Ruiz de Azúa.
Otro de los demandantes, Antonio Calahorro, un capital de marina que metió “los ahorros del trabajo logrados en 40 años navegando por esos mares de Dios” también ha apuntado que el director de su sucursal de toda la vida le ofreció las subordinadas: “Me llamó a casa y me dijo que había una cosa muy interesante de Eroski, una cosa segura y muy buena. No me explicó que eran perpetuas, ni me dieron información por escrito. Todo fue verbal y el mismo día firmé y las compré”, ha relatado en la sesión que concluye mañana con la presentación de los informes de las partes personadas en la primera demanda colectiva. Su esposa le ha acompañado en la declaración e incluso se ha acercado al micrófono para explicar que lo único que le pidieron al director del BBVA es que fuera seguro. “Le insistí que fuera seguro, que nosotros somos mayores y que igual podíamos necesitar el dinero para entrar en una residencia o por alguna enfermedad. Me dijo: ”no tienen ningún problema“. Luego aparecieron las cosas en el periódico y le llamé para decirle: '¿Pero qué has hecho con nuestro dinero?'. No podía ni mirarnos a la cara”, ha relatado en la vista oral una de las afectadas.
Un mismo producto financiero: las aportaciones subordinadas de Eroski encontraron sin embargo una explicación de cómo se colocaron diametralmente opuesta cuando los que relataron cómo se habían hecho las cosas en las sucursales del BBVA eran precisamente los directores que han testificado en el juicio. Todos ellos han asegurado que recibieron formación por parte del banco sobre las subordinadas de Eroski y las condiciones y que se les suministró información y documentación -folletos y tripticos- para poder entregar a los clientes que se acercaban al banco al calor de la información que habían escuchado en los anuncios de publicidad.
La intervención del juez, clave
La actuación del magistrado Marcos Bermúdez ha sido clave en alguno de los momentos de las declaraciones de estos directores de sucursales del BBVA. El juez les ha hecho precisar cómo explicaron la venta de esos productos y, sobre todo, si con el lenguaje alambicado que emplearon frente a ahorradores -algunos con edades de entre 60, 70 incluso 80 años- estos entendían el riesgo que corría.
- “Les informó a las personas a las que usted vendió las subordinadas que podían perder toda la inversión”, preguntó el juez.
- “Así de claro no”, ha reconocido por ejemplo Andoni Martín, director de la sucursal del BBVA en el barrio bilbaíno de Sarriko.
Algunos directores se mostaron dubitativos cuando eran preguntados por si los clientes entendían la letra pequeña de las condiciones del producto -“creo que se entendía, sí”- aunque otros, como era el caso de la director comercial de la sucursal del BBVA de Basauri, Rocío Martín Ruiz de Alegría, fue muy firme en su declaración a la hora de afirmar que se explicaron todos los detalles del producto y sus riesgos. “Para explicarlo estaba con cada pesona más de 15 minutos e incluso media hora. Entendían lo que adquirían, pero no veían el riesgo en aquel momento” ha añadido.