“Las transexuales no valemos nada en Honduras, para ellos somos escoria”
Alexandra Licona es una transexual hondureña con suerte. Ha conseguido que su solicitud de asilo se tramite en tiempo récord y, sobre todo, que sea aceptada. Pero lo mejor es que está viva para contarlo. Es casi la excepción a la norma. Sobre todo para una transexual en Honduras, un país centroamericano donde la vida de los activistas por los derechos de lesbianas, gays, transexuales e intersexuales (LGTBI) no vale nada. Y no es una frase hecha.
En Honduras asesinaron en un solo año a 140 transexuales por su condición sexual. “Allí no valemos nada, para ellos somos una escoria. Honduras es un país con un machismo muy fuerte y la ignorancia es muy fuerte. Y nosotras somos personas como las demás. Queremos ser libres y vivir, como todo el mundo”, explica.
Alexandra es una activista por los derechos de los transexuales. Presidenta en su día de la liga de transexuales en Tegucigalpa, se ha jugado la cabeza y el corazón. Literalmente. Una de las obsesiones de los grupos que se dedican a perseguir a estas personas es ensañarse con sus víctimas. “La brutalidad es tremenda, se ensañan sobre todo con los transexuales. Les abren el cuerpo y les sacan el corazón”. Alexandra recuerda el caso de otra activista a la que le arrancaron la cabeza. “No la encontramos nunca, tuvimos que reconocerla por su cuerpo. En Honduras por decir la verdad, por no callarte ni renegar de tu condición de transexual te matan, te disparan, te cortan la lengua o te violan, como me pasó a mí”.
Relata su caso con una entereza inusual. Aún recuerda cuando abrió la peluquería para ir tirando. Eran los tiempos posteriores al golpe de estado contra el presidente José Manuel Zelaya que dividió al país y, en parte, a la comunidad internacional. El ambiente se volvió irrespirable para los transexuales. “Monté la peluquería y empezaron las amenazas de muerte. En un año mataron a 140 transexuales, algunas compañeras mías. Un día llamaron a un programa de radio en el que estaba y dijeron: Tú eres la siguiente”.
Su respuesta como activista fue vital: “Si me tienen que matar, que me maten. No voy a dejar de decir las cosas como son”. Y lo intentaron. Alexandra fue secuestrada y estuvo en poder de sus captores -“policías, algunos les conocía. No se taparon ni la cara porque su intención última era matarme”, asegura- durante un mes. Tuvo que ser eterno. “Me metieron en un coche, me llevaron a un sitio que no conocía y allí me violaron unos 20 policías. Recibí puñaladas, me pegaron con armas y porras, me dejaron la cara irreconocible. Me dejaron marcada para toda la vida”.
Pese a todo se muestra coqueta, incluso mientras relata el salvajismo de sus captores. “Puedo ponerme guapa, me maquillo pero por dentro estoy despedazada”, confiesa. Durante ese mes intentó ahorcarse en varias ocasiones, se tragó trapos para asfixiarse. Sus raptores le bañaban para limpiarla y poder abusar de ella una y otra vez. “Quedé prácticamente muerta. Me tocaron y dijeron: ”Esta perra está dura, se murió“. Estuvieron a punto de cortarla con una motosierra, pero al final la llevaron al cerro Picacho en un saco, la tiraron y la dispararon tres veces. Dos balas quedaron en sus pantorrillas, la tercera le rozó la cabeza. Pero sobrevivió.
Como pudo llegó hasta donde su madre, que le ayudó a salir del país. Nicaragua, Brasil, Costa Rica y, finalmente, llegó a España, donde los policías le detuvieron y humillaron en el aeropuerto. “Venía a un congreso en Madrid y los policías me llamaron maricón, me dijeron que había venido a prostituirme y que tenía una facha de yonqui. Llevaba 600 euros y me dijeron que seguro que los había robado. Al final, me hicieron firmar una orden de expulsión y la firmé”.
Ahí entraron en acción los abogados de CEAR. Estuvo tres días en Barajas en un recinto de la Cruz Roja y finalmente pudo entrar en España. Primero estuvo refugiada en un centro de CEAR en Getafe y en seis meses logró tener la documentación en regla y el estatuto de refugiada. En España, en 2012 se formalizaron 2.580 solicitudes de asilo, la cifra más baja en los últimos 25 años. El 80,29% de las solicitudes fue admitida a trámite, pero únicamente se concedió el estatus de refugiado a 220 personas, el año que menos se han concedido desde la aprobación en 2009 de la Ley de Asilo vigente. 26.457 personas fueron repatriadas el año pasado.
Alexandra tuvo suerte. Salvo la vida en Honduras y logró el estatus de refugiada en España. No es moneda común entre los que tienen que abandonar su país para evitar persecución o una muerte segura. Hoy 20 de junio se conmemora el Día Mundial del Refugiado. En 2011 había un total de 42,5 millones de personas desplazadas de manera forzosa en el mundo: 15,2 millones eran refugiadas, 26,4 millones eran desplazadas internas y unos 12 millones carecían de nacionalidad (apatridia).