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“La violencia machista mata, sobre todo, a los hombres”

Marina Subirats.

Eduardo Azumendi

Marina Subirats, catedrática emérita de Sociología de la Universidad Autónoma de Barcelona y exdirectora del Instituto de la Mujer, dedica su tiempo en la actualidad a trabajar con los centros educativos para promover una educación igualitaria. Y es que para esta experta la llave para terminar con el machismo reside en trabajar los valores de la igualdad desde la infancia. “A los chicos les seguimos diciendo ‘tu no llores’ cuando el pobre niño tiene tres años y a lo mejor le duele el pie o le da pena un gato. El caso es que no puede llorar porque tiene que ser duro para triunfar. Y eso se lo estamos transmitiendo las propias mujeres, aunque en muchos casos de una manera inconsciente”. Por eso, se esfuerza en resaltar las virtudes de la coeducación para terminar con el machismo, un modelo intrínsecamente masculino que termina por “matar, sobre todo, a los hombres”. La socióloga ha participado en unas jornadas en Bilbao organizadas por la Federación de Enseñanza de Comisiones Obreras Euskadi dedicadas a la igualdad.

¿Queda machismo para rato tal y como vienen los más jóvenes?

Desde la educación no se están cambiando los modelos de ser hombre y mujer. Al revés, se están transmitiendo los modelos clásicos de siempre. Y estos roles lo que hacen es perjudicar a los chicos y a las chicas. Necesitamos cambiar los modelos. ¿Por qué? Pues porque a los chicos les seguimos diciendo ‘tu no llores’ cuando el pobre niño tiene tres años y lo mejor le duele el pie o le da pena un gato. El caso es que no puede llorar porque tiene que ser duro para triunfar.

¿Cómo es posible que puedan incurrir en esos errores los propios maestros?

Por una razón sencilla: está en nuestra cultura. La propia lengua ya nos lo transmite, señala que la prioridad es el hombre fuerte, guerrero, el que se impone, el duro. La lengua designa a través del masculino a hombres y mujeres. Estamos en una sociedad androcéntrica, que valora la figura del varón tradicional. Así que obligamos a los niños desde muy pequeños a ser así. Esto tiene un gran coste para los propios hombres. La violencia machista mata, sobre todo, a los propios hombres. Es la violencia que va intrínsicamente con el modelo masculino. El machismo es un modelo de lucha, de competición y, por lo tanto, está obligado siempre a competir.

Pero en la educación infantil lo que más hay son maestras.

Pero las mujeres también son transmisoras de machismo. Se encuentra en nuestra cultura. Es como nos han educado: el término hombres sirve para designar a todos y las mujeres lo empleamos de esa manera. Nadie es culpable de hacerlo, pero sí somos responsables de si queremos transmitirlo y reproducirlo o si queremos cambiarlo.

Todo se basa en un modelo de lucha.

Un modelo que es necesario darlo por superado. Estamos en un mundo en el que si seguimos peleando y compitiendo vamos a destruirlo. Tenemos que adoptar un punto de vista completamente diferente y ponernos a colaborar. O conseguimos la cooperación o nos cargamos la Tierra. Hay que acabar con el espíritu guerrero de los hombres porque ya no es útil. Solo es destructor. Y destruye, sobre todo, a los hombres, que son los que más pelean entre si y los que más daño se hacen. Y luego destruye a las mujeres.

Es decir, hombres educados para ser grandes triunfadores.

Y luego resulta que llegan al mercado de trabajo y no encuentran empleo y se vienen abajo, lo viven como un fracaso. ¿Y cómo superan ese fracaso? Si pillan una moto se lanzan a toda velocidad para demostrar que son fuertes y que no les da miedo nada. O en otras ocasiones recurren al alcohol o las drogas. Coincidiendo con la crisis, en el conjunto de España han subido mucho los suicidios masculinos por la desesperación. Si educan al hombre para ser el rey y luego resulta que no pasa ni un escalón se hunde.

¿El machismo está tratando de cambiar de manera sutil, pero con el objetivo de que nada cambie?

Así es. Cuando se inculca el machismo en los niños para que se hagan respetar les estás cortando la ternura. Estás fabricando un guerrero y un guerrero no puede dudar cuando tiene que matar a otro. No puede tener empatía y saber ponerse en el lugar de otra persona que está sufriendo. Le estás cortando las posibilidades de que se emocione, de que se dedique a las demás personas. Abandonarse a un sentimiento tierno para un hombre es como si perdiera algo, como que no es digno de él. Y eso seguimos transmitiéndoselo a los niños, sin ser conscientes de ello

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