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Contrapunto es el blog de opinión de eldiario.es/navarra. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de la sociedad navarra. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continua transformación.

Por fin, una escultura en Sartaguda en memoria de las mujeres

Tere Sáez

Técnica de Igualdad en el Ayuntamiento de Estella —

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Un nuevo 14 de abril y con él vamos a volver a vibrar de emociones recordando a los y las ausentes, explicando la legitimidad y necesidad de la República por llevar en sus entrañas la primera piedra de la igualdad: “Nadie hay más que nadie por nacimiento ni por ningún otro motivo”, algo que niega la monarquía, además de ser corrupta, ociosa, opaca, cara, machista y no necesaria para la vida de las personas.

Desde aquel año en que la República fue desahuciada (obligada a desaparecer) por la fuerza de las armas, los odios han mermado y muchas personas han tenido que vivir durante años asustadas, apartadas, humilladas y no reconocidas. Personas que creían en la igualdad de los seres humanos y entre ellas, muchas mujeres, que han sido si cabe “la voz más dormida” de este periodo histórico. Personas que entre lloros y sufrimientos silenciados han visto como desaparecían sus seres queridos negándoles hasta el derecho a saber dónde estaban.

Y, a pesar de ese intento de aniquilación total de esta parte de la historia, las hijas, nietos... de los desaparecidos y ocultados han sido tenaces en la búsqueda de esos cadáveres, de esos cuerpos símbolos de libertad y justicia. Y si ellos y ellas han sido tenaces, es porque alguien les ha transmitido esta necesidad. Con silencios, con esfuerzos para sacarlos adelante y mantenerles la vida, con dignidad a pesar de ser tratadas como unas cualquiera. Con su ejemplo de vida han hecho posible esta cadena humana que se junta para recuperar la dignidad de quienes perdieron la vida injustamente por ser, precisamente, personas dignas. Ellas, las viudas, todas esas mujeres que de generación en generación han transmitido la necesidad de no olvidar a los seres queridos, a sus amores a los padres de sus hijos e hijas, aunque en alguno casos ni los entendieran ni supieran exactamente qué pensaban y por qué. Ellas querían la vida y seguir amando a pesar de la guerra. Mujeres que en ningún momento perdieron la capacidad amatoria que les dio la fortaleza para seguir viviendo y sacar adelante a los suyos. Y, de una manera u otra, transmitirles la necesidad de reponer el daño, de buscar a los desaparecidos. Ellas, que en su gran mayoría no constan en las cunetas, ni en las exhumaciones, ni en los homenajes, pero que sin ellas, los logros conseguidos no hubieran sido posibles.

Ellas que estuvieron presentes también durante el parto, vigencia y defensa de la II República, apostando por transformaciones sociales y derechos que jamás hubieran soñado. Se puede elegir la forma de gobierno y no se acepta el linaje por sangre. Reforma agraria, las 8 horas laborales, vacaciones, descanso semanal, aunque las mujeres seguían cobrando el 50% menos de salario; acceso a empleos y cargos públicos por mérito y capacidad, acceso a la vivienda, a la educación y la cultura, dentro de la escuela pública y laica, mejoras sanitarias de salud pública; el derecho al voto para las mujeres, gracias a la inmensa, intensa y extraordinaria labor de Clara Campoamor; el matrimonio civil, el divorcio sin necesidad de causas, la igualdad de hijos e hijas ilegítimas, mejoras para atención a la infancia, la reclamación de paternidad; en Cataluña, el derecho al aborto; se hablaba y practicaba el amor libre en algunos espacios, la homosexualidad y el lesbianismo no producían mayores escándalos.

Las mujeres rompieron con el analfabetismo. Accedieron a la representación política en partidos (escasa y más en puestos de dirección) en el Gobierno, con la primera mujer ministra, Federica Montseny, y en las calles hubo movimientos de mujeres por el pan y por derechos propios. Como mitineras e ideólogas de ese nuevo futuro.

Las mujeres siguieron estando presentes también durante la Guerra Civil. Como milicianas, aunque tenían que demostrar doblemente su valía. En la retaguardia, de forma obligada por un decreto de octubre del 36. En el cuidado y mantenimiento de la vida, como cabezas de familia, en las fábricas y e el campo, en tareas de información y reconstrucción... Detenidas, violadas. En las cárceles, maltratadas doblemente, por su calidad de presas y de mujeres. En el exilio, realizando tareas de espionaje, de cuidado y mantenimientote la resistencia, como ideólogas.

Durante la represión franquista, asesinadas, violadas y abusadas sexualmente, encarceladas, denigradas como mujeres rapándoles el pelo y haciéndoles tomar aceite de ricino para, posteriormente, pasearlas por los pueblos y ciudades. Robándoles a sus hijos e hijas, negándoles medios de subsistencia para ellas y sus familias. Obligadas como viudas a resistir en la miseria. Y, sobre todo, intentando doblegarlas para que se olvidaran de la libertad y la igualdad entre los sexos, relegándolas a la casa, bajo la bota del dominio masculino, negándoles el espacio público y político durante casi 40 años.

Y en todo este proceso, se quedaron sin nombres, como anónimas.

“Ya no se puede su aroma cortar... porque los pétalos besaron el viento. Ya no se puede su lucha olvidar... porque sus nombres recorren el tiempo” (Pétalos. Barricada.). La memoria histórica y la república hacen suya la historia de las mujeres, reponiendo su voz y su dolor, nombrándolas, rescatándolas del olvido, dignificándolas, y mostrándonos una realidad diversa, como diversas somos las mujeres y nuestras inquietudes, ahora, en la época de la república, durante la guerra y en la represión franquista. Ellas creían en la igualdad de los seres humanos, siendo “la voz oculta” de nuestra historia. Mujeres que soñaron con un mundo diferente y con el que han continuado soñando y luchando hasta su muerte, en el exilio y aquí.

Se merecen todas y cada una de ellas esa escultura en el Parque de la Memoria de Sartaguda.

La sociedad navarra debe seguir reconociendo la aportación de mujeres como las hermanas Úriz Pi, Julia Álvarez Resano, María de Maeztu Whitney… Por que lo que no se nombra, ¡No existe! Y ellas existieron y aportaron muchísimo a una sociedad mas justa.

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